Hecha para ser Suya

Capítulo 8

Aryam Hamilton

Observo como  mis vástagos, salen despavoridos, detrás de la ambulancia que transporta a  su progenitora, preocupados por su salud, lo mejor que me podría pasar es que Sofía, se muera, sería un problema menos para mi.

Veo la ambulancia alejarse y se me ocurre una genial idea. Aprovecharé, que mi familia está ocupada en otros asuntos, para irme a la habitación de esa hermosa mujer, que me tiene con ganas de desvestirla, desde que la vi llegar al salón, donde se realizó la recepción de la boda. La condenada se veia tan sexy, con ese vestido que se pegaba tan bien a su cuerpo, dándole  realce a sus exquisitas curvas y digo exquisitas, porque me consta que es una delicia perderse en ellas, han dido muchos días sin tenerla, rodeados de tanta gente en este lugar, no hemos tenido privacidad. Es que cuando la tengo cerca, apenas puedo controlarme, esa mujer es mi adicción y no tengo ninguna intención en rehabilitarme, quiero tenerla cuantas veces sea posible.

Subo al elevador y una sonrisa, se dibuja en mis labios, imaginando todo lo que le haré, tenemos la noche para nosotros, por lo que no pienso desaprovechar ni un minuto. Quiero, o mas bien necesito estar dentro de ella y embestirla una y otra vez, hasta que mi cuerpo explote en su interior. Definitivamente que lo prohibido, es lo más excitante y no tiene que ver nada, con que yo sea un hombre casado, sino por todo lo que se supone que no debe ser. A mi edad, las prohibiciones, lo incorrecto o lo inmoral, deja de tener importancia. Viví mucho tiempo deseándola y aguantando mis ganas de ella, pero cuando supe que la atracción era mutua, me deje llevar y no me arrepiento, mi iría junto a esa mujer a la misma hoguera, si fuera necesario, mientras ella quiera estar conmigo, yo haré lo que sea necesario para tenerla. 

Marco su piso, en el cuadro del monitor del elevador,  y me recuesto de la pared metálica, mientras  trato de contener mis ansias y mi excitación, de solo pensarla, mi cuerpo reacciona. Tomo mi cartera y saco la tarjeta, que me entregó, el mismo dia que llegamos, haciendo énfasis en que al menos una noche debía quedarme con ella. Lo ví tal difícil en ese momento, habiendo tantos conocidos aqui, para la boda de mi hijo; pero ya a estas alturas son pocos los que aún permanecen aquí. Salgo del elevador y me dirijo hacía la suite, se que está allí, debe estarlo, hace unas horas me escribió molesta, exigiendo verme, pero debía antes hablar con Jarhed, así que la deje esperando. 

Abro la puerta y me adentro a la habitación, veo su ropa en el piso, una hermosa lencería de color rojo, esta cuidadosamente colocada sobre la cama, de solo imaginarla con ella se me hace agua la boca. 

Escucho el agua caer en la ducha, por lo que debo suponer, que allí se encuentra mi mujer, desnuda esperándome. 

Me deshago de la ropa y me dirijo sigilosamente hacia el baño, de la habitación. Efectivamente allí está, desnuda y bajo la regadera, es un sexy  y erótico espectáculo, es tan hermosa, tan perfecta, que me es imposible no deleitarme con solo mirarla. 

—Hola—Digo logrando que se asuste, aunque no fue esa mi intención.

—Pensé que no venías—Rrsponde ella.

—Pues aquí estoy—Respondo mientras reparo, de manera descarada, su cuerpo desnudo.

—Te gusta lo que ves—Pregunta con coquetería.

—Me encanta y lo sabes—Respondo. 

—Entonces ven y has conmigo lo que te apetezca—Dice en un tono seductor, que alertó mi cuerpo. 

En menos de un segundo, estoy junto a ella, dentro de la ducha, mi boca se adueña de la suya y mis manos, recorren cada parte de su cuerpo que tienen al alcance, mi lengua, se abre paso en su boca, demostrándole mis ansias por ella. La forma como reacciono cuando la poseo es casi animal, no logro controlarme. 

El sonido de sus gemidos y jadeos, solo calienta más mi ser y allí mismo, la poseo, la hago mía, con esta mujer ni siquiera necesito ayuda, para estar listo, ella solita logra que inmediatamente preparado para adentrarme en su cuerpo. Bebo de su boca, el elixir del placer y dejó que el resto de mi cuerpo se alimente de ella, porque eso hace alimentar mi cuerpo, me hace sentir vivo otra vez, me hace sentir más hombre, es como si está mujer, pudiera hacer magia en mi cuerpo y hacerme sentir, como si tuviera veinte años de nuevo, si no fuera porque hay tantos millones en juego ya hubiera mandado, todo al diablo por ella. 

Me olvido de esos pensamientos y disfruto embestir si cuerpo una y otra vez, de la forma salvaje que tanto nos gusta, no hacemos el amor, nos poseemos, nos devoramos, nos disfrutamos y cada entrega es más placentera que la anterior. 

Salimos del baño y la llevo a la cama.

—¿Quieres más? —Pregunto, estratégicamente ubicado sobre ella. 

—Por supuesto —Dice en un hilo de voz.

No la hago esperar y hago lo que me pide.

— Me vuelves loco—Digo con la respiración agitada—Mientras la veo colocarse, sobre mi a horcajadas y tomar el control 

—Yo lo sé—Responde con suficiencia.

Llevo mis manos a sus caderas y acompaso sus movimientos, para evitar terminar tan rápido.

—Te encanto, te gusto, te enloquezco, eres mío, y lo sabes—Dice pasando su lengua por mi pecho.

—Si—Es lo único que logro decir.

Seguimos dándole rienda suelta a nuestros cuerpo, hasta que un rato después, de llegar al clímax, la veo caer sobre mi pecho. 

—¿Y dónde dejarte a la honorable señora Hamilton? —Pregunta, cuando ya su respiración se ha normalizado.

—Le dió un infarto y se la llevaron al hospital—Respondo.

—¿Qué? —Dice con extrañeza. 

—Lo que oíste—Respondo—Dayana y Jarhed se fueron con ella.

—¿Y tú por qué no fuiste? —Pregunta, con algo de duda en su voz.

—Tenía cosas más interesantes que hacer contigo—Respondo.

La veo levantarse e ir hasta el armario, tomar una toalla y lanzarmela. 

—Levántate, cariño y vístete, iremos al hospital— yo haré el papel de la nuera preocupada por la suegrita, y tú serás el marido acongojado por la delicada situación de salud de su esposa. 




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