Después de unos minutos llegamos a nuestro destino, claramente si puedo recordar la escuela. Veo que solo están los autos de los maestros y de alguno que otro padre o madre que acaba de dejar a sus hijos, para mi mala suerte acaban de cerrar la puerta. Mi madre estaciona el auto y me acompaña.
—Hola, Directora Rosario—sonrió mientras llegó a la puerta y espero que mi madre me alcance.
Segundos seguidos después de mi, llega mi madre.—Buenos días, directora. Disculpe que ella haya llegado tarde, es que tuvimos unas complicaciones en casa. Le agradecería que le permita la entrada, no volverá a pasar—mi madre argumenta mientras la directora está de frente.
—Claro señora, Ivanna. No se preocupe, yo entiendo también que ser nueva en una cuidad debe ser algo complicado—sonríe ella. Desde luego era la repuesta que yo esperaba, la directora siempre ha sido buena onda, hasta el nivel que algunos compañeros aprovechaban eso y faltaban a algunas reglas. Y me alegra confirmar esa teoría, señal que la realidad no se alteró más de lo que ya se ha hecho.
—Muchas gracias, ahora debo pasar a retirarme—contesta y voltea conmigo. —Nos vemos hija—me besa la frente y se retira. Yo igual me despido, pero evito mostrar que estoy extrañada por el gesto.
La directora me permite la entrada y camino hacia el interior del bachillerato. Todo parece normal, como siempre. Aunque mi mayor inquietud está en los próximos salones.
—¿Recuerdas tu salón, mi niña?—inquiere ella mientras cierra la puerta principal.
Me quedo en silencio por unos segundos. —La verdad no...—le miento, si recuerdo un poco mi salón y vívidos recuerdo que vienen en ondas.
—No te preocupes, ahorita te llevaré a tu salón—sonríe y me pide que le siga.
Una sensación de nerviosismo recorre mi cuerpo, prácticamente como si de verdad fuera mi primer día de clases. No se que esperar de mis antiguos compañeros, los veré, pero ya no me verán más como Luis.
Caminamos por los pasillos de color blanco con azul marino pintado al redor de las ventanas. La mayoría de alumnos están ya tomando clases con sus maestros, se escuchan las voces a través del pasillo, provenientes de cada salón por el cual recorremos. Subimos las escaleras para el segundo piso, me quedo estática a mitad de las escaleras para dar vuelta y continuar subiendo, pero observo la vista a la cuidad que se aprecia desde ahí. Recuerdo las veces que me besaba con algunas compañeras mientras veíamos la cuidad.
—Vianey...—me llama la maestra y subo rápidamente.
Es extraño llevar falda, siento el viento a través de mis piernas, normalmente siempre use jean, nunca me gustó mucho el short y desde luego una falda siento que es algo extraño, pero no me molesta. Las zapatillas las siento bien, y tengo que admitir que hasta cierto punto me gusta.
Continuó el camino y llegamos salón que recuerdo perfectamente, el salón del grupo 309. Suspiró antes de dar los próximos pasos y dar la vuelta para girar y entrar al tiempo que la directora.
—Maestra Nadia, perdón que le interrumpa. Traje a Vianey al salón de clases, tuvo unos percances pero aquí está—sonríe Rosario y hace un ademán para que yo ingrese al salón.
Le agradezco.
—Suerte, linda—sonríe y se retira.
Camino lentamente hacia dentro del salón. Esa mirada y silencio incómodo que sucede cuando llega alguien nuevo, o en mi caso, cuando regresa la nueva. Todos mis compañeros me miran con detenimiento, de pies a cabeza, pareciera que ma mayoría incluso se detuvo de estar en el chismeando y hablando entre ellos.
La maestra Nadia me dice que puedo sentarme. Estoy confundida respecto a donde sentarme, camino hacia el lugar que yo recuerdo era mío, cuando aún era Luis.
—Ese lugar es de otro compañero, tú vas frente a Andrea—sonríe y apunta hasta atrás.
No puede ser... ¿por que mi suerte es así? Ahí está mi ex novia, aunque no sabe que soy yo, o eso creo, ya que es su abuela la que me puso en esta situación.
Camino y sonrió a los que veo, Axel esta a un costado mío.
—Chicos, recuerden que somos un grupo unido. Su compañera solo asistió un día, hagámosla sentir bien—exclama Nadia antes de sentarse.
Sonrió al ver a Andrea, no se sí ella sepa la verdad. —Hola—exclamó y procedo a sentarme.
Axel me mira, pero es cuestión de tiempo para darme cuenta que observa a Andrea. Como sí le quisiera preguntar algo.
—¿Axel Gámez?—la maestra comienza a pasar lista.
—Presente—responde él.
—¿Edgar Jiménez?
—Presente.
—¿Andrea Velarde?
Escucho detrás de mí que Andrea responde.
—¿Luis Padilla?
Que extraño ese es mi nombre, por inercia quiero levantar la mano y responder. Pero recibo un golpe de realidad cuando veo mi reflejo a través del espejo de la ventana.
—No vino—exclama Axel, un poco pensativo y posteriormente se levanta de su asiento. Camina hacia Andrea con una actitud muy decidida a saber de mí.
—Andrea... ¿sabes algo de Luis?—escucho que el pregunta, yo estoy delante de ellos y solo finjo acomodar mis plumas, pero estoy escuchando.
—No, Axel. No se nada de tu mejor amigo rompe corazones. ¿Por qué?—inquiere ella.
—Su madre dijo que no estaba en casa. ¿Que te dijo ayer? Se que terminaron, pero según yo, solo fue eso—explica Axel, esperando algo relevante por parte de ella.