¡ Heredero a la vista! (#2 de la saga heredero)

Capítulo 2: Dura de matar.

Aitana.

Me senté en la gran terraza de mi habitación, mientras los pensamientos me atormentaban.

Había caído totalmente bajo al robarle el esperma a Dustin pero, no me lamentaba de hacerlo.

No lo hacía.. y nunca lo haría porque el resultado de esa locura que había cometido lo tenía en mi vientre.

Mi preciado hijo. Diego.

—Aitana.

Giré mi cabeza al escuchar las palabras de mi madre.

—¿Que sucede mamá? -mi madre acortó nuestra distancia.

—Ya llegaron los muebles para la habitación de Diego.

Asentí con una gran sonrisa en mis labios.

Me hacía mucha ilusión decorar la habitación de mi bebé. Eso había sido un sueño para mi desde mi primer embarazo.

—Hija... Deberías tratar de hablar con tu padre.

—Él ya dijo lo que piensa de mi, mamá. -mi madre hizo una mueca —No tengo nada de que hablar con él.

—Hija...

Antes de que ella volviera a hablar me levanté de la silla reposera.

No soportaba escuchar las palabras de excusa de mi madre para defender al hombre que se decía llamar mi padre, según mi acta de nacimiento.

—¡Aitana Marie Hewitt Spencer! No me dejes hablado sola.

¿Hewitt? Yo dejé de ser una Hewitt en el momento en que Lucas Hewitt me llamo bastarda.

Me desepcionaste Aurora. Coloqué mi confianza en ti y tu la pisoteaste… eso me pasa por confiar en tí. En una hija ilegítima.”

Una lágrima amenazo con salir de mis ojos pero, antes de que saliera la seque porque él no merecía que llorará por él.

Lucas Hewitt me había decepcionado, me había roto el corazón.

—¡Aitana Marie Hewitt Spencer!

Seguí mi camino como si nada. Dejando a mi madre atrás.

Camine hasta la habitación de mi bebé y una vez dentro de la estancia tomé entre mis manos un mameluco.

—Eres el delito que más amo Diego -verbalicé mientras acariciaba mi vientre.

En respuesta obtuve una liguera patada de parte de mi hijo.

—Espero que seas tan guapo como lo es tu padre, pequeño ranchero. -tras decir estás palabras camine hacia una de las dos mecedoras que había comprado, tomé asiento y luego de hacerlo cerré mis ojos, para tratar de encontrar un poco de paz.

Coloque una de mis manos en el vientre y empecé a mecerme.

El recuerdo de aquella fatídica noche llega a mi mente logrando desestabilizarme por completo. Todavía me dolía recordar que hace exactamente hoy un año de que perdí a mi primer bebé, todo por culpa del miserable de mi primo. Eleazar.

Recordar su risa tras impactar el  auto contra mi, me hace querer matarlo con mis propias manos.

Corría por las calles, tratando de alejarme lo más posible de Eleazar. Con cada minuto que pasaba, sentía que la poca fuerza que me quedaba se agotaba. A pesar del cansancio, seguía corriendo por mi vida.

A unas manzanas de la casa donde me tenían acuartelada, escuché el sonido de las llantas de un auto sobre el pavimento. Mi corazón latía con fuerza mientras me detenía, sintiendo cómo el temor me invadía.

La noche estaba lo suficientemente clara para reconocer el auto que se acercaba a toda velocidad. Eleazar venía por mí, con un propósito claro: eliminarme. Giré sobre mis pies y empecé a correr con todas mis fuerzas, pero el agotamiento me estaba pasando factura.

El sonido de las llantas sobre el pavimento resonaba cada vez más cerca. Intenté encontrar fuerzas que ya no tenía, pero mi reserva se había agotado. No dejé de correr hasta que sentí el impacto brutal en mi cuerpo.

El dolor se extendió por cada rincón de mi ser. Antes de caer al suelo, abracé mi vientre, protegiendo a mi bebé con mis manos. Cada minuto que pasaba aumentaba el dolor que experimentaba.

Levanté la cabeza levemente y me encontré con Eleazar, cuyos labios se curvaban en una sonrisa malévola. Antes de perder el conocimiento, sus carcajadas llenaron el aire, resonando en el lugar.

Caí en un profundo abismo de inconsciencia, preguntándome qué había hecho yo para merecer todo esto por parte de él.

En el momento en que abrí los ojos me encontré con al mirada de un hombre, el cuál llevaba una bata blanca.

—Mi bebé, ¿como está mi bebé?

El doctor hizo una mueca antes de responderme.

—La bebé murió justamente después de nacer señorita. -negué con mi cabeza.

Una niña. Estaba embarazada de una niña.

Mi niña…

Esto no podía estar pasando.

—¿Dónde está su cuerpo?

—Esta en la morgue. Se lo entregaremos junto con su alta.

Hice una mueca tras escuchar estás palabras del médico.

—¿Cuándo me puedo ir?

—En unos días…

Asentí.

Me coloque de espaldas al doctor y fue allí cuando me permití llorar por mi hija.

—Señorita debe informarles que es riesgoso para usted gestar un bebé. Si queda embarazada tiene un gran riesgo de perder la vida, así que le recomiendo que se realice la salpingoclacia.

“Es riesgoso para usted gestar un bebé”

Mi mente solo reproducía esas palabras dichas por el doctor.

Es riesgoso para usted gestar un bebé

—Su primo dejo esto para usted antes de marcharse -él doctor dejo una página en mi cama y poco después se marchó.

Tomé el papel en mis manos y tras leer el contenido una lágrima salió de mis ojos.

“Cumplí mi cometido Aitana. Nunca podrás ser madre porque yo te arranque la posibilidad... y no sabes lo feliz que me siento maldita zorra.”

Desde ese día en mi creció una gran odio por ese maldito. Desde ese día llevo un arma la cuál las balas tienen el nombre de Eleazar, todas y cada de una de ellas están reservadas para ese mal nacido. Ese idiota pagará el haber arrancado a mi hija de mis brazos. Pagará muy caro.




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