Aitana
Tres días, habían pasado tres días desde que llegué al rancho. Tres días de los cuales dos de ellos no he tenido nada de paz por la culpa de Dustin.
Ese hombre me tiene al borde del colapso.
Que deje el drama porque gracias a lo que hice él tiene un descendiente.
—¿Mamá, cuándo vedra mi hermana? -coloque mis ojos en mi pequeño ángel y deje de lavar la loza para centrar mi atención en él. —Quiero que Daisha vea nuestro caballo, mamá. Dile que venga.
—Te prometo que le dire a Daisha que venga.
—¿Cuando?
—Pronto. -tras verbalizar estas palabras deje un beso en la mejilla de mi pequeño hijo. —¿Te gusta, estar aquí, cariño?
—Si pero, extraño a la abuela, a Daisha y a mi abuelo.
—¿Te gustaría volver a la cuidad?
Diego se mantuvo en silencio por un momento y justo cuando iba a hablar hizo acto de presencia Dustin.
—¿Te gustaría volver a la cuidad hijo?
Pregunto Dustin. Y yo aprete mis puños.
—No papá, no me quiero ir. Me gusta estar aquí, me quiero quedar contigo.
En cuanto escuché esas palabras sentí como mi corazón empezó a latir desenfrenado.
Mi hijo desea quesarse con su padre.
—Pero quiero que mi hermana también venga, ¿puedes traer a mj hermana papá?
Dustin me miro con los ojos entrecerados.
—¿Acoso tengo una hija escondida Aitana?
Me encogí de hombros y con esto logré que él murmurara varias palabras inentendibles para mi.
—Si papá. Se llama Daisha y es la niña más hermosa. Se parece mucho a mamá y le encantan los caballos como a mi.
—¿Daisha?
—Estamos unidos no solo por Diego, Dustin. Daisha también nos une.
Dije para luego centrar mi atención en la loza.
Para mí desgracia tendre que ver a Dustin por el resto de la vida sin poder si quiera tocarlo.
Que perra es la vida.
—Papá me gustaría dormir contigo hoy. ¿Puedo quedarme contigo esta noche?
Deje de fregar la loza en cuanto escuche a mi hijo decir esas palabras.
No estoy lista para compartir a Diego. No estoy lista.
Cerré los ojos con fuerza y empece a inhalar con rapidez.
—Claro que te puedes quedar conmigo hijo. Y si quieres desde mañana puedes empezar a vivir conmigo en nuestro rancho.
—Me encantaría vivir contigo papá.
Respondió Diego sin dudarlo y el miedo de perderlo se hizo presente en mi.
No quiero que se aleje de mi. No quiero perderlo como perdí a mi primera hija.
No quiero que lo lastimen.
—Te aseguro que te encantara la habitación que escogí para tí hijo. Tendremos el rancho para nosotros solos. Sera genial tenerte en casa.
—¿Mamá, y mi hermana se pueden quedar con nosotros papá? Me gustaría que ellas también se quedararan con nosotros.
Gire la cabeza para mirar a Dustin.
—Ellas se oueden quedar hijo. No hay problema con ello.
—¡Si...! Ire a contarle al abuelo que vamos a vinir todos juntos.
Emitió Diego estas palabras y sin esperar alguna afirmación por nuestra parte salió corriendo de la cocina.
Mire a Dustin fijamente por un momento y cuando obtuve la fuerza suficiente solte las palabras que colocarían a ese hombre como un energúmeno hombre de las cavernas.
—Me llevaré a mi hijo, Dustin Salvatierra. Quieras o no, me lo llevaré. Él es mío, y no permitiré que me alejes de Diego. Primero muerta antes de perderlo como lo hice con ella.
—Sobre mi maldito cadáver, te llevarás a mi hijo. ¡Y si lo haces te lo quito! -ante estás palabras ardí en coraje y el primer pensamiento que llego a mi mente fue lanzárle a Dustin la charola que antes estaba limpiando.
Él muy maldito vio la intensión que tenía de gorpearlo así que se agachó para aludir el gran golpe que estaba por impactarlo.
El gran golpe no... El extravagante zartenazo que le había lanzado.
En este momento he de admitir que en ningún momento perdí el glamour que me caracteriza.
Ni lanzándo una charola pierdo el estitlo. Estoy orgullosa de mi.
—¡Duncan, cuidado!
Enfoque mis ojos en el mencionado y luego de hacerlo me lleve una de mis manos a la boca.
El sartén estaba a punto de impactar la frente de Duncan Salvatierra.
Como era de esperar el badulaque de Duncan no eludió el sartén por venir prácticamente metido en el teléfono .
Todo paso en un abrir y cerrar de ojos, y fue tanta la potencia que el seductor nato cayó tendido en el piso con los ojos cerrados.
Madre mía, lo he matado.
Me da temor imaginarme siendo una criminal procesada, reclusa en una asquerosa cárcel y utilizándo un maldito body corlor naranja.
De solo pensarlo me dan ganas de vomitar.
—Lo has matado, maldita ladrona de esperma.
Esto no me puede estar pasando.
Me niego a creerlo.
—Ese golpe iba dirigido a tí, así que el que tiene la culpa eres tú Dustin.
Dustin me fulmino con la mirada y yo me encogí de hombros.
—Maldita mujer. -murmuro él entre dientes.
Y yo me atreví a soltar una carcajada. Y mi mejor amiga me presidió.
El ranchero se acerco a su hermano. Y al verlo tendido en el suelo se atrevió a darle varias palmadas en el rostro.
—¡Mierda, lo has matado! Si esta muerto te morirás en la cárcel maldita mujer -dijo él mientras le daba más palmas en el rostro de su hermano. —¡Dejen de reírse y vengan a ayudar!
Deje de reirme en cuanto escuché las palabras de
Me acerque a Dustin quedado justo al lado de él.
—Todo lo haces mal mujer del diablo. Como se te ocurre lanzar esa charola de mierda.
—Queria ver si golpeandote me libraba de tí. -el padre de mi hijo se atrevio a fulminarme con los ojos. —Pero veo que no. En otro momento sera.
—Con esa asquerosa charola puedes matar a alguien loca del demonio. ¿¡Es que acaso no piensas el las malditas consecuencias!?