Aitana
En cuanto aparque el auto en el pueblo tenía muchos pares de ojos sobre nosotros, especialmente sobre mi.
—Tenemos que ir a comprar varios sacos de abonos, sacos de alimento para los caballos y las vacas y varias herramientas de trabajo.
—¿Qué más quieres comprar? -él se mantuvo en silencio por un momento. — Si eso es todo debemos darnos prisa para regresar al racho antes de que anochezca porque tengo planes para esta noche.
—¿Qué planes tienes?
—Deseo mover las caderas hasta más no poder esta noche.
—Moveras esas caseras si yo lo permito.
—¿Quien te crees para decidir por mi?
—Me creo tu hombre, el padre de tus hijos y tu futuro marido, Aitana.
La parte donde él dice que es mi hombre se escucho más que caliente.
Estoy tan caliente que si no tuviera siquiera un de vergüenza me lanzaba a devorarlo.
—¿Entonces yo soy tu mujer, la madre de tus hijos y tú futura esposa?
Él asintió y no me quedo más que sonreír.
—Entonces hombre mío… ¿Cumpliras con todos y cada uno de los deseos carnales de tu mujer?
—Cumplire con todo lo que quieras, siempre y cuando implique algo sexual.
Pero que picaro me salió el hombre.
—Te prometo que todos los deseos que tengo son altamente sexuales.
Este juego de coqueteó lo ganaré yo a como de lugar.
Tome fuerzas de donde no tenia y me atreví a acercarme a él.
—Solo tienes que responderme algo cariño.
—Lo que quieras. -susurró mirando mis labios.
—¿Te gustó?
—Me encantas, mi diabla ladrona de esperma. Me vuelves loco a tal grando en que solo pienso en hundirme dentro de tí, vaciarme y dejar que mi semilla se fecunde con tus ovulos para verte hinchada con mi hijo dentro. -Dustin se atrevió a dejar un corto beso en mis labios —Me vuelves loco. Me tienes en tus manos.
Fuerte confesiones.
—Pense que me guardabas rencor por el robo de esperma que hice.
—Todavia lo hago pero con menos intensidad.
Me atreví a devolverle el beso y él se sorprendió.
—¿Y tú que sientes por mi?
Abrí mi boca para hablar pero fui interrumpida por una voz.
—¡Cuchi……!
Gire mi cabeza y para mi desgracia divise a una mujer vestida muy provocativa.
—¡Cuchi, volviste…!
—¿Con que Cuchi?
Me aleje de él luego de verbalizar esas palabras.
—Puedo explicar…
—Quisiste que viniera al pueblo para que conociera a tus mujeres Dustin, desde un principio ese era tu plan.
—No. Solo lo dije para hacerte enojar.
—¡Dustin papasito…!
Por lo visto no solo me hizo enojar el muy desgraciado. Estoy que mato y como del muerto.
Me desmonte de la camioneta obligando que el juerguista también lo hiciera.
En cuanto coloque mis pies sobre el suelo y aire caluroso golpeo mi rostro.
Había olvidado que en este pueblo hace un calor de los mil demonios.
—¡Dustin mi amor…!
Lo que me faltaba.
¿Cuantas mujeres se ha follado este hombre?
—¿Cuantas mujeres te follaste Dustin? -me atreví a preguntar y él puso mala cara.
—¿Viniste a buscarme para tener sexo prohibido Dustin?
¡Ja! Eso si yo lo permito.
—Estela, yo…
La mujer se atrevió a lanzarse a los brazos de mi hombre para abrazarlo y restregarle sus enormes senos al idiota.
—Abrazame hombre, tal y como lo hiciste la última vez.
Él me miro y yo entrecerré los ojos.
Si él se atreves abrazarla juro que la diabla que descansa en mi saldrá y limpiaré el piso con ella.
—Estela entiende que…
—Lo se pero no puedo olvidarte. Estoy enamorada de ti.
Si ella se atreve a decir algo más juro que la tomo por el pelo y le hago entender a los trancazos que él es solo mío.
—Extraños tus besos, tus manos acariciando mi cuerpo y tu pene dandome el máximo placer.
Estas muerta mamasita. Firmaste tú muerte.
Aproveché que un hombre iba caminando tomandose un refresco, para arrebatarselo de las manos y lanzarselo a la caliente mujer que manoseaba a mi hombre.
—¿Pero que te pasa maldita idiota?
—Lo hice para que se te quite la calentura, mujercita.
La mujer llamada Estela se colocó al frente de mi, bastante furiosa.
—Estela…
—¿Quien rayos eres tú? -inquirió la mujer mientras me repasaba de arriaba hacia abajo.
—Soy la mujer que te quitara el fuego interno que tiene. -le di una pequeña sonrisa antes de repetir la acción que ella había hecho conmigo. —La calentura te la bajo porque te la bajo, mujercita.
La tal Estela acortó la poca distancia que nos separaba, quedando frente a frente.
—¿Quién eres tú maldición?
—¡Les prohibo que hagan un show en plena calle…!
—A mi nadie me prohíbe nada Dustin. Eso deberías saberlo. -dije tras colocar mis ojos en él. Quién se encontraba claramente nervioso.
—¿Qué quien eres tú? ¡Respóndeme…!
—Soy la mujer que Dustin folla todas las noches, soy aquella que que lo vuelve loco en todas las formas y maneras. Y he vendido a marcar mi territorio, porque ese hombre de pene grande es mío. Solo mío. Y hay de tí que vuelvas a tocarlo como lo hiciste.
Estela coloco sus ojos en Dustin y este suspiro.
—Te equivocadas chula, porque Dustin es mío, solo mio.
Eso lo veremos.
—Es a mi a quien quiere, soy yo la mujer perfecta para él. No tú una simple chica de ciudad incapaz de coger como Dios manda y como a Dustin le gusta.
Todo bien con el juego de palabras que ella había empleado, solo espero que no se atreva a inmiscuir a mi madre en todo esto porque le iba a dar un trancazo que recordara para toda la vida.
—Solo a tí Dustin se te ocurre mezclarte con una mujer como ella. Sabra Dios de donde las has sacado. Por Dios.
—Fui sacada del vientre de mi madre, no como tú al parecer.