Aitana.
Estaba por entrar a la camioneta en la que iría a buscar a mi pequeña hija, cuando la voz de mi madre me detuvo.
—¿Aitana, que rayos esta pasando?
—Mamá ire a buscar a mi hija.
Mi madre enarcó una ceja.
—¿De que hijas estas hablando?
—Mamá Ilario antes de morir depósito su confianza en mi para que cuidara a su hija. Y eso hare, amare con todo mi corazón a Ahianna y seré la mejor madre que podrá tener.
—¿Ahianna?
Los ojos de mi madre se cristalizaron y no me quedo de otra que acercarme a ella para abrazarla.
—Si mamá, Aihanna como la abuela.
—Ella amaba con todo el corazón a Ilario.
—Lo se, mamá.
—¡Aitana Marie Hewitt Spencer…! ¡¿Qué es eso de que Eleazar estuvo aquí?!
Mamá se separó de mi como si quemara.
—¿Qué?
—Eleazar estuvo aquí.
Mis padres se exaltaron.
Ja. Típico de ellos.
—¡Qué…! -exclamo mi padre.
—¡Hija…!
—Dejen el drama de una vez por todas, que ese idiota no me hizo nada.
—Pero hija…
Mire hacia el cielo y no dude en rodar los ojos.
—Ese idiota no volverá a colocar un pie en este hogar, se lo prometo. -mi padre hizo una mueca.—Ahora si me permiten, tengo que ir a buscar a mi hija.
—¿Qué hija? -pregunto mi padre.
—La hija que compartiré con Ilario.
Mi padre ante estas palabras se mantuvo en silencio.
Todo hasta que la voz de Dustin Salvatierra se escucho.
—¡Aitana…! -tras escuchar la voz de él golpeé con fuerza la puerta del auto.
—¡Ahora que querrá este energúmeno…!
Dustin se coloco delante de nosotros, levemente cabreado.
—Para llevarte a mis hijos tendras que pasar por encima de mi.
Mi hombre levanto su quijada y entrecerró sus ojos.
Me acerqué a él.
—Pense que habías cedido, cariño.
—¿Ceder ante tí? ¡Nunca.…!
Me atreví a sonreír.
—Pues tendrás que ceder si o sí cariño. -estire una de mis manos hacia él, y logre tocar sus pectorales.
—No cederé ante tí… -dijo totalmente tenso.
—Ya veras que tendrás que ceder papi rico.
—Dustin hijo, nosotros…
El cabezotas de mi hombre interrumpió las palabras de mi padre.
—No excuse a su hija señor.
—No voy a excusarla Dustin.
—¿Entoces que me dirás Lucas?
Antes de que mi padre pudiera hablar mis tres retoños se acercaron a nosotros.
—Abuelo, vamos. ¡Vamos…!
Exclamaron los tres al unísono.
—Mis padres llevarán a nuestros hijos a la cuidad. Yo gane Salvatierra, porque terminaste cediendo.
—Dustin hijo, deja de hacer tantas rabietas porque te quedan muchos años juntos a Aitana. Tomalo con calma, porque si no en cualquier momento te podemos perder.
—Gracias mamá por tu boto de confianza.
—Abuelo, vamos. ¡Vamos…!
Insistió Daisha.
—Queremos ir al parque… vamos abuelos, vamos.
—¿Niños les gustaría tener una hermana?
Mis tres hijos asintieron sin dudar.
—¿Te comiste a nuestra hermanas, mamá.?
Me coloque de cuclillas. Para estar a la altura de mis pequeños.
—No Diego, no me comi a tu hermana.
—¿Entonces donde esta?
Gire mi cabeza hacia Dana tras su cuestionamiento.
—Su hermana esta en el hospital.
—No mami en el hospital no… los doctores son malos y tiene muchas cosas que puyan.
En esta ocasión fue Daisha la que hablo, logrando captar mi atención.
—Entonces ire a rescatarla de los doctores malo y la traeré a casa para que este a salvo, ¿que dicen?
—Si, mami. Ven nuestra hermanita. -dijo Diego.
—¿Mami, esta bien si le compro un caballo a mi hermanita?
—¿Mamá puedo comprale a mi hermana un collar como el mio?
Observe a mis hijos y sin dudar sonreí.
—Pueden comprarle a su hermana lo que deseen, pero con la supervisión y aprobación de la abuela. ¿Entendieron?
Mis tres angeles asintieron.
—Vamos abuelo. Vamos a comprarle muchas cosas a nuestra hermana.
Tanto Dana como Daisha tomaron la mano de mi padre y tiraron de él.
—Vamos Diego. -mi madre extendió una de sus manos hacia mi pequeño hijo, quien la tomó sin dudar. —Hija trata suave a tu prometido si no quieres que termine a dos pies debajo de la tierra.
—Si él quiere morirse que se muera, total. Sere una viuda acaudalada y sin nadie que me gobierne. Esa es la vida que me merezco.
Mi madre negó con la cabeza.
—Contigo no hay remedio, eres incurable hija.
—Soy el mal de todos los males, madre.
—¡Susana…!
—Te reclaman mamá.
Mi señora madre asintió no muy convencida.
—Dustin hijo, ese mal que dice tener mi hija solo se le quitará cuando la dejes sin poder sentarse un par de semanas. Cuando la agarres dale con fiereza.
—¡Susana…! Ven mujer.
—¡Voy cariño…!
Exclamó mi madre y poco después empezó a caminar con paso rápido.
—Me vas a quitar lo malandra con sexo duro, cariño?
—Marchate de una vez por todas y dejame en paz. -dijo Dustin entre dientes.
—Me marchare pero regresaré volando con nuestra hija, papi rico. Espero que nos des el mejor recibimiento posible.
Dustin apretó la mandíbula.
—No le untes mermelada al pan, porque eso no va a suceder nunca en tu vida Aitana.
—Si no puedo untarle mermelada al pan se la untare a tu pene.
—Señora, debemos partir.
Escuché la voz del enviado del diablo justamente detrás de mi.
—Vamos por mi hija, Nicky.
Dustin fulmino al hombre con los ojos y no dudo en amenazarlo.
—Mucho cuidado en acercarte con oscuras intenciones a mi mujer, hombre del diablo.
—La señora no me interesa en lo absoluto Salvatierra, porque las prefiero mansas palomas.
—Más te vale.
—Dustin cariño haz lo que te dije para cuando llegue con la pequeña… y mucho cuidado con no prepararnos algo lindo. Porque no solo tendrás un brazo roto, querido.