¡ Heredero a la vista! (#2 de la saga heredero)

Dustin Salvatierra.

Dustin.

Al abrir mis ojos observé fijamente Ahianna y no dude en sonreír.

—Te prometo que te querre mucho hermosa princesa.

Acaricié la diminuta cabeza de la pequeña niña. Y posteriormente deje un beso.

Cargue Ahianna entre mis brazos, la coloque en la cama y la rodee de almohadas.

—Mi pequeño angelito. -susurre. —Fui un tonto al rechazarte pero solo verte cambio mi forma de pensar. Así que desde ahora y para siempre seras mi pequeño pero gran amor, el amor que Ilario dejo para nosotros.

Sonreí al ver como mi pequeña niña se acurrucaba.

—Te prometo que te voy a querer  y proteger con todo mi ser. Lucharé incansablemente por darte el amor que ese hombre no me dio, lucharé porque seas inmensamente feliz. Papá siempre estara para ti.

Después de verbalizar estas palabras escuché un escándalo.

Fruncí mi seño y no dude en acercarme a la ventana de la habitación.

Observe a mi sexi esposa apuntarle con la escopeta al padre de Norma.

—Ese viejo decrépito, escarbó tanto hasta encontrar a la mujer del diablo.

Poco después la voz de Hugo se escuchó.

“Norma es mi esposa, y para desgracia de usted lamentablemente no pudo hacer nada para evitarlo”

“¡Tú pequeña perra…!”

El padre de Norma trato de acercarse a ellos pero mi mujer le apuntó a la cabeza.

“Si da un paso más, considérese hombre muerto, señor.”

El hombre se quedó totalmente quieto donde estaba. Pero poco después el maldito de Mariano Alcázar armó una balacera.

Y poco después vi como mi mujer soltó la escopeta y calló de rodillas.

No.
No.
¡No…!

—¡Dustin……!

Su voz hizo eco en mi cabeza y me fue inevitable no reaccionar de la peor manera.

—¡AITANA…! -grite con todas mis fuerzas, y llame la atención de los presentes en el patio. —¡AITANA…!

Sin importarme mi maldito brazo roto o mi desnudez sali de la habitación con rapidez.

Baje las escaleras de dos en dos y cuando estuve en el primer piso tomé la pistola que había dejado en el mesón de la cocina.

—Dispararle sera lo peor que haz hecho maldita rata inmunda.

Caminé como alma que lleva al diablo hacia el patio y cuando me coloque en el umbral de la puerta no dude en apuntarle al maldito de Mariano Alcázar pero el enviado del diablo se me adelanto al disparle al maldito hombre en una de sus rodillas.

—¡NADIE LASTIMA A MI SEÑORA, SI VIVE PARA CONTARLO…!

Baje el arma y corrí hacia donde estaba el enviado del diablo.

—Sere yo quien termine con este bastardo, trae por favor la camioneta.

Nicolás fulmino con la mirada a Mariano y con pesar bajo su arma.

—Dustin, yo no quería disparle.

—Salvatierra, dejalo vivir. -inquirió la rata que Norma tiene como padre.

Gire sobre mis pies para encontrarme al maldito padre de Norma.

—Si no quiere que descargue toda mi pistola en su maldito cuerpo cállese maldito viejo del demonio.

El hombre retrocedió y le dio una última mirada al Mariano Alcázar, antes de marcharse como el vil cobarde que es.

—Dustin, tenemos que llevar a Aitana al hospital.

Mi mano pico por alzar el arma y descargala en el cuerpo del hombre que le había disparado a mi mujer.

Coloque mis ojos en Hugo.

—Hugo encargate de que esta rata de alcantarilla conozca la que sera su suite presidencial hasta que decida hacer con él.

Mariano Alcázar trato de escapar  luego de escuchar mis palabras, pero lo que él no sabía era que le iba a disparar en su otra rodilla.

—No. ¡No…!

—Cuando regrese te va a ir peor maldita rata. Porque nadie toca a mi mujer y vive para contarlo.

Le extendí mi arma a Hugo, y él no dudo en tomarla entre sus manos.

—Por favor cuiden de mi hija.

—Yo cuidare de ella señor -dijo entre lágrima Norma, quién se encontraba arrodillada al lado de Aitana haciendo presión en su herida. —Señor… yo no queria que la señora saliera lastimada. Perdón. No me perdonaré nunca si le pasa algo.

—Tú no tienes la culpa de nada Norma, no te preocupes…

Me agaché para tomar a mi mujer entre mis brazos, sin importarme tener un brazo roto.

Mi sangre hirvió al ver la ropa de Aitana manchada de sangre.

—No puedes dejarme mi amor, no me abandones. -apreté el cuerpo de Aitana contra el mío y empece a caminar con rapidez hacia la camioneta. —Si me dejas no se que sera de mi Aitana, quedate conmigo. ¡Quédate con nosotros…!

Nicolás me ayudó a entrar en la camioneta y cuando estuve en el asiento trasero, el enviado del diablo arrancó a toda velocidad.

Apreté con fuerza la herida de Aitana para tratar de detener la hemorragia, pero aún así la sangre salía sin parar.

—Te prohíbo que me dejes mi amor. -bese con delicadeza la cabeza de Aitana y una lágrima salió de mis ojos. —Quedate, quedate conmigo para que vivamos felices para siempre, quedate para darte la boda que mereces, quedate para que veamos a nuestros hijos crecer. Aitana, no me dejes. ¡No te vallas…!

—¡No…! Mi bebé. -escuche que ella murmuro estás palabras.

—Mi amor, Aitana.

Le hable tratando de que ella volviera hablar pero eso no sucedió.

—¡NICOLÁS APURATE…!

—No… ella no puede perderlo. No.

—¿De que hablas?

El enviado del diablo se quedó en silencio, logrando desesperarme.

—¿De que hablas?

—Ya lo sabra a su tiempo.

Verbalizo el enviado del diablo y dicho sea de paso esas palabras me inquietaron.

¿Qué Aitana no puede perder?

Qué es lo que sabe Nicolás?

El teléfono de Nicolás empezó a sonar insesanteme y no desistió de sonar hasta que el enviado del diablo tomó la llamada.

—¿Qué le paso? -apreté mi mandíbula luego de escuchar la voz del maldito de Eleazar.

—Señor…

—La lastimaron Nicolás, lastimaron Aitana y tú no hiciste nada para evitarlo.




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