Era un sábado luminoso, cuando Wendy despertó con la esperanza de disfrutar un día diferente. Se preparaba para ir a la veterinaria, aprovechando el permiso que su hermano le había dado, cuando una noticia inesperada apagó su entusiasmo.
Estaba en la oficina con Bruno, cuando él la miró con seriedad y le preguntó si estaba segura de salir, considerando que Armando estaría fuera toda la semana. Wendy frunció el ceño, confundida.
—¿A qué te refieres? —preguntó con incertidumbre.
Bruno la observó con extrañeza.
—¿Armando no te ha dicho que viajará a la capital para buscar nuevas oportunidades de trabajo? Se va el lunes con Marcela. Lo han estado planeando toda esta semana.
Wendy sintió cómo su estómago se encogía. Intentó mantener la compostura, pero por dentro hervía de incredulidad y desilusión. ¿Cómo podía su esposo tomar una decisión tan importante, sin decirle una sola palabra?
Mientras procesaba aquella noticia, una oleada de decepción la envolvió. No podía creer que Armando y Marcela planearan viajar juntos a la capital, buscando “nuevos horizontes”, sin contar con ella. A pesar del torbellino de emociones, decidió no mostrar su descontento frente a Bruno. Sin embargo, su confusión era evidente; el hecho de no saber nada de aquellos planes hablaba más fuerte que cualquier palabra.
Bruno no entendía cómo era posible que Wendy no lo supiera, se preguntaba qué clase de comunicación tenían.
—Posiblemente porque estuve fuera ayer —respondió Wendy, tratando de disimular—. Anoche estábamos cansados, y debió haberse olvidado.
—Hermanita, sabes que eres lo más importante en mi vida, y solo quiero verte feliz.
Wendy asintió, y Bruno continuó, con un tono más serio.
—Si hay problemas entre ustedes, puedes decírmelo. No me disgustaré, ya sabes que te apoyaré en todo.
—Sí, lo sé, hermano —respondió ella, con una sonrisa forzada—. Todo está bien, no tienes que preocuparte. Nunca me han interesado los negocios, y siempre me he mantenido al margen.
Pausó un momento, antes de añadir:
—Ya que lo mencionaste, dime qué han acordado.
Bruno respiró profundamente y frunció el ceño mientras relataba.
—Hace como dos semanas, Armando me pidió que le diera participación en alguna de las plantas. Me rehusé porque no tiene la formación necesaria, menos para llegar a un cargo directivo. No tiene los conocimientos ni la experiencia. Pero insistió, decía que quería ganar su propio dinero y ofrecerte una mejor vida, para no sentirse un mantenido. Le dije que no lo veía así, porque están juntos, y lo más valioso es cuidarte.
—No entiendo, siempre ha estado cómodo con nuestro arreglo —dijo Wendy, sorprendida—. Incluso, parecía que yo era quien más lamentaba, que abandonó su carrera por mí.
—Precisamente por eso —respondió Bruno, con una mirada seria—. Le ofrecí hacer una inversión para que montara un centro de fisioterapia. Creo que hay poca competencia en Monteverde, y sería una buena forma de que pudiera ejercer su profesión, sin meterse en un terreno que no conoce.
—Me parece lo mejor, gracias, Bruno. No lo culpo. Imagino que debe ser agotador tenerme las 24 horas como paciente y esposa. Debe necesitar un respiro y relacionarse con otras personas.
Bruno asintió, comprendiendo lo que su hermana decía. La idea de ofrecer servicios de fisioterapia en el pueblo parecía una buena oportunidad, especialmente dado que no había casi opciones en la zona. Sin embargo, lo que más sorprendió a Wendy fue la respuesta de Armando.
—Él no aceptó la propuesta y, por el contrario, después fue Marcela quien intercedió para que le dejara administrar la procesadora de lácteos. Según ella, era mejor eso, que dejarte sola entre semana, mientras él viajara a la otra ciudad, donde encontrara trabajo.
Wendy se quedó en silencio por un momento, procesando. No podía entender cómo estaba enterándose de todo esto, y lo más desconcertante, era que su propio esposo no le había mencionado nada en esos días, pero sí había recurrido a Marcela. Esta revelación la desilusionó profundamente. No solo porque Armando no le había dicho nada al respecto, sino porque había recurrido a su tia antes que a ella.
Bruno, viendo el desconcierto de su hermana, continuó explicando.
—Ante su insistencia, le propuse que trabajara, pero en un cargo de base, para conocer la empresa e ir aprendiendo poco a poco. Pero Marcela prácticamente lo retó, me dijo que le ofreciera un puesto mejor, que ella misma se encargaría de acompañarlo y asesorarlo. Como no estuve de acuerdo, decidieron que irían a la capital a buscar nuevas oportunidades. Marcela dijo que ella sí apoyaba a tu esposo, y que estaba dispuesta a hacer lo necesario para que tuvieran un mejor futuro.
Wendy se quedó pensativa, tratando de entender lo que Bruno le estaba contado. ¿Desde cuándo su esposo se preocupaba por el futuro? Durante su vida en la capital, nunca había mostrado ese interés. Ahora, de repente, exigía un trabajo directivo, se ofendía por las opciones que le ofrecían, y creía que podría conseguir un puesto así de la nada.
La conversación fue interrumpida por un suave toque en la puerta. Megan apareció en el umbral, anunciando que el desayuno estaba listo. Wendy se sintió aliviada de que la conversación terminara allí, pero la intriga y las preocupaciones seguían rondando su mente.
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cadena de engaños, las mentiras no desaparecen, la verdad encuentra su camino
Editado: 02.01.2025