Wendy aprovechó que se sentía relajada y feliz para invitar a Ana y Rosita a cenar. Bruno la había llamado minutos antes para avisarle que se demoraría; un problema en la planta requería su atención inmediata. Las tres disfrutaron de una cena tranquila, la única desde su llegada. Por primera vez, Wendy se sintió verdaderamente a gusto. Luego, Rosita se levantó para preparar café, pero pronto se retiró a descansar, dejando a Wendy y Ana conversando en la sala.
Hablar con Ana era fácil, incluso cuando el tema era Julián. Con ella, Wendy no sentía la necesidad de medir palabras ni esconder emociones. La conversación fluyó con naturalidad, y Wendy confesó sentirse útil, algo que no experimentaba hacía mucho tiempo. Aunque le había dicho a Julián que no planeaba regresar, sus pensamientos habían cambiado durante la noche. La conversación la animó, y ahora tenía nuevos planes: iría a la veterinaria durante esa semana, aprovechando la ausencia de Armando.
—¿Y por qué solo esta semana? —preguntó Ana con un tono suave, pero perspicaz.
—Porque el lunes vuelve Mafe de su descanso —respondió Wendy, como si aquello explicara todo. Para ella, la razón era evidente: la verdadera asistente estaba por regresar.
Ana la observó con atención, dejando que el silencio trabajara antes de responder.
—Mi niña, después de ver la alegría en tu rostro al contarme lo que hiciste hoy, me cuesta creer que vas a conformarte con volver a tu rutina. No te he visto tan contenta.
Wendy bajó la mirada, sus dedos jugueteaban con el borde de la servilleta.
—Por unos días está bien —dijo con un suspiro—. Con mi discapacidad no podría hacerlo continuamente.
—¿Estás segura de que esa es la verdadera razón?
Wendy dudó antes de hablar, como buscando las palabras adecuadas.
—Julián fue muy considerado conmigo, pero fue solo por Megan. Necesitaba ayuda urgente y temporal, y le fui útil. Para algo más permanente, yo no serviría.
Ana tomó su mano con ternura.
—Basta de subestimarte. Es cierto que hay cosas que te cuestan más o que no podrías hacer, pero eso no significa que no puedas ser útil. Wendy, la mayor barrera está en tu mente. Hay muchas maneras de ayudar, de ser parte de algo importante. No todo depende de un esfuerzo físico. Solo necesitas encontrar lo que te permita sentirte cómoda y a gusto.
Wendy sintió el peso de esas palabras. Eran sencillas, pero profundamente ciertas.
—Bruno y Armando no me dejarán. Son demasiado protectores y dirán que no necesito trabajar, que aquí lo tengo todo.
Ana sostuvo su mirada con calma.
—Sabes bien que no se trata del dinero. Se trata de ti, de lo que te haga, sentir viva. Nadie puede decidir por ti. Solo tú sabes si eres feliz o si simplemente estás resignada a tu vida. Por lo que entiendo, ha despertado en ti un deseo de hacer algo más en tu día a día, entonces medita sobre ello, y no te afanes, ya encontrarás esa chispa que te hace falta.
Un nudo se formó en el pecho de Wendy. Regresar a su rutina después de lo vivido en la veterinaria, se le antojaba una tortura. Había redescubierto una parte de sí misma que creía perdida, y Julián, sin siquiera saberlo, había sido una pieza clave en ese hallazgo.
Ana, notando su silencio, agregó con suavidad:
—Piensa detenidamente, mi niña. No te sientas presionada por tu familia. Seguro se extrañarán por tu decisión, pero al final te apoyarán, porque lo más importante es que tú estés bien.
Las palabras resonaron en Wendy, como si Ana le hubiera dado permiso para escuchar a su propio corazón. Tal vez era hora de dejar de lado los miedos y decidir, de una vez por todas, qué quería para su vida.
La conversación cambió de rumbo, después de unos minutos, tocaron temas más ligeros mientras esperaban a Megan y Bruno. Sin embargo, ninguno de los dos llegó. Wendy quería compartirle a su hermano la decisión que había tomado, pero la oportunidad no se presentó. Decidió que, siendo algo temporal, Bruno no se opondría.
El cansancio finalmente se apoderó de ella, y pospuso la conversación para el desayuno.
Después de las once, Bruno y Megan finalmente regresaron. Durante el camino, cruzaron pocas palabras, limitándose a temas estrictamente relacionados con el problema en la planta. Parecía que habían establecido un pacto tácito de no agresión; sus conversaciones eran breves y en un tono formal, más distante incluso que el de jefe - empleada.
Al llegar a la casa, se desearon buenas noches sin mayor ceremonia. Ambos sabían que debían estar en la planta antes de las siete de la mañana. Megan fue directamente a ver a su madre, quien, como había supuesto, la esperaba despierta.
Ana la recibió con una sonrisa de alivio. Después de saludarla, Megan le contó en términos generales lo sucedido y le adelantó que tendría que madrugar para regresar a la planta.
—Comimos algo en el pueblo, así que solo quiero irme a la cama a descansar —dijo Megan con evidente cansancio.
Sin embargo, Ana tenía algo más en mente y no pudo evitar preguntar:
—Hija, entiendo que te cuesta decir que no, pero ¿estás segura de querer colaborar?
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Editado: 02.01.2025