Herencia de Dolor

Capítulo 14. MEGAN Y BRUTUS

Ese martes …

Megan se levantó temprano, justo cuando los primeros rayos del sol teñían la cocina con un resplandor dorado. Decidió no llamar a Rosita, sabiendo que la mujer necesitaba descansar un poco más. En su lugar, preparó café y tostó unas rebanadas de pan, disfrutando del silencio matutino mientras el aroma cálido llenaba el aire.

Bruno apareció en el umbral de la cocina y, cruzaron un simple buenos días, ella le sirvió una taza de café junto con las tostadas. Su expresión era serena, pero su tono distante, cuando habló dejaba en claro que no pensaba ofrecerle más.

—Si deseas un desayuno completo, tendrás que esperar a que se levanten mi madre y Rosita… o puedes ir al pueblo.

Bruno sonrió levemente, captando la indirecta. No le molestaba su actitud; al contrario, le divertía. Se llevó la taza a los labios sin apartar la vista de ella.

Megan, en cambio, se concentró en su café, mirando por la ventana mientras organizaba mentalmente su segundo día en la planta.

—Me voy en cuanto termine —anunció sin rodeos—. Iré con Silvestre, así que puedes tomarte el tiempo que quieras. Si aún tengo vía libre y nada ha cambiado, me encargaré de solucionar los problemas.

Bruno la observó en silencio por un instante. Le resultaba evidente que Megan no quería compartir el trayecto con él, que buscaba marcar distancia. Pero si ella pensaba que él lo permitiría, estaba equivocada.

—Todos saben que estás a cargo con plena autonomía—respondió con calma y firmeza—. Nada ha cambiado desde anoche, pero quiero que vayamos juntos. Quiero que me expliques cómo piensas solucionar los problemas y qué más necesitas para hacerlo.

Megan lo miró con una mezcla de incomodidad y desafío. Sabía que no tenía opción, pero la idea de compartir el camino con él no le resultaba precisamente placentera.

Megan frunció el ceño, recordando que el día anterior lo había visto recorrer la planta con atención.

—Ya lo viste todo, no hay nada nuevo —respondió con firmeza—. Primero debo verificar los trabajos que se delegaron y probar las reparaciones que se solicitaron. Te enviaré un informe más tarde con los detalles de lo que haga falta.

Bruno no se dejó disuadir tan fácilmente.

—Es importante que trabajemos en esto como equipo —insistió—. Quiero supervisar todo y, si hay algo que se haya pasado por alto o si necesitas apoyo, prefiero estar ahí contigo.

Megan soltó un leve suspiro, harta de su insistencia.

—No estoy tratando de dejarte al margen, y tranquilo, todos saben que eres el jefe.

—Te llevo en el carro —declaró Bruno, con un tono que no daba espacio a discusión—. No me parece que dejes a Silvestre tantas horas en el pueblo, hasta que termines. Seguro será un día largo.

Megan lo miró con fastidio, pero no podía discutirle eso. Era cierto.

—Está bien —cedió al final, soltando un suspiro resignado—. Dejaré a Silvestre.

Bruno asintió, satisfecho con la respuesta, aunque se cuidó de no mostrarlo demasiado.

—En diez minutos nos vemos en la entrada —dijo, antes de girar sobre sus talones y marcharse, como si su victoria no necesitara mayor celebración.

El camino transcurrió en un silencio casi absoluto. Bruno intentó conversar sobre la situación en la planta, pero Megan se limitó a responder con monosílabos, dejando claro que no tenía intenciones de alargar la charla.

Al llegar, su actitud cambió de inmediato. La determinación y el sentido de responsabilidad se apoderaron de ella. Aunque las reparaciones aún estaban en proceso, la producción debía continuar para evitar afectar el suministro a los clientes. El ambiente estaba cargado de actividad: el sonido constante de las máquinas resonaba en el aire, mezclándose con el inconfundible aroma a leche fresca.

Megan se dirigió primero al área de pasteurización. Los imponentes tanques de acero inoxidable reflejaban las luces del techo, impecables y relucientes. Revisó los niveles de temperatura en el panel de control, asegurándose de que todo funcionara correctamente. A pesar de los desperfectos en otras áreas, la pasteurización era una prioridad absoluta y debía mantenerse sin fallos.

Luego, se acercó a Luis, quien supervisaba las reparaciones en las cámaras de refrigeración.

—¿Alguna novedad con las piezas que debían cambiarse? —preguntó Megan con firmeza.

Luis negó con la cabeza.

—Ya las solicitamos, pero aún no llegan. Por ahora, implementamos soluciones temporales para mantener la temperatura estable.

Megan frunció el ceño, evaluando la situación.

—Asegúrate de monitorear constantemente los sensores —le indicó—. Cualquier fluctuación podría comprometer la calidad del producto.

Luis asintió y tomó nota de sus instrucciones, lo que le dio a Megan cierta tranquilidad. A pesar de las dificultades, veía compromiso en los trabajadores.

Después, caminó hasta el área de coagulación y prensado, donde encontró a Camila supervisando la limpieza y desinfección. Megan se unió a ella y revisó cada detalle con atención. Juntas repasaron los protocolos de higiene, verificando que todos los utensilios en contacto con el producto estuvieran en perfectas condiciones.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.