Herencia de Dolor

Capítulo 16. DESPERTAR INTERIOR

El sol del sábado se filtraba suavemente por las ventanas de la hacienda, envolviendo los rincones con una calidez tranquila. Para Ana y Rosita, era un día más entre rutinas conocidas, pero para Wendy, Megan y Bruno, traía consigo una expectativa silenciosa, como si algo importante estuviera por definirse.

Wendy no quería salir de su habitación. Sabía que era su último día con Julián antes del regreso de Armando desde la capital, y cada minuto le parecía precioso. No quería cruzarse con su hermano y que, por descuido o intuición, adivinara lo que sentía. Tampoco deseaba que le propusiera algún plan improvisado que le alterara su día. Así que optó por esperar a que todo estuviera en calma, aprovechando que era sábado y no era necesario madrugar.

Ya se había bañado, pero permanecía frente al armario con indecisión, demorando más de lo habitual. Quería verse bien, aunque no demasiado intencional. Atractiva, pero sin que se notara el esfuerzo. Eligió cuidadosamente su ropa, buscando un equilibrio entre sencillez y encanto. Frente al espejo, repasaba su maquillaje con una concentración poco común. El pulso le temblaba apenas, y tuvo que hacer varias respiraciones profundas para estabilizarse. No podía evitar emocionarse: quería que Julián la viera linda, que la recordara así.

Cuando aplicó el último toque de color sobre sus labios, se quedó inmóvil un instante frente al espejo. Buscó su propia mirada y, por primera vez en mucho tiempo, no se vio como una mujer resignada. Había en sus ojos una chispa de ilusión. Solo una semana había bastado para cambiar la forma en que se veía a sí misma. Ahora podía imaginar una vida distinta. Tal vez no completamente libre, pero sí más auténtica, menos limitada. Por primera vez, no descartaba la posibilidad de hacer algo que le diera propósito más allá de los muros de la hacienda.

Se hizo una promesa silenciosa: hablaría con su esposo, para hacer algunos cambios en su vida, quería aprovechar el tiempo, trabajando, estudiando o voluntaria en alguna obra de caridad. Quizás no cambiara de inmediato, pero necesitaba intentar algo distinto. Estaba decidida a no dejar que el miedo la paralizara.

Tenía claro que debía conversar seriamente con su esposo, pedirle que la escuchara y, por primera vez en mucho tiempo, defender lo que sentía y necesitaba. No sabía si lograría ese cambio, pero al menos, por primera vez en años, sentía que tenía la fuerza y el derecho de intentarlo.

Se sentó junto a la ventana imaginando cómo sería mejor su vida, mientras lo hacía, daba tiempo a que Bruno se fuera a trabajar. Extrañamente, cuando se concentraba más, en sus imágenes no veía en primer plano a su esposo.

Pensó en Julián y en lo especial que la hacía sentir. Había algo en su manera de hablarle, en su atención constante, cariñoso sin ser invasivo, que la hacía sentirse valorada. Con él no se sentía una carga, sino una mujer con voz propia, con presencia. Recordó que Armando también había sido así alguna vez, especialmente al principio, en su noviazgo y al inicio de su matrimonio.

Pero, con el tiempo, su afecto se había ido diluyendo en silencios largos y miradas evasivas. Wendy no podía culparlo del todo; sabía que no era fácil convivir con su enfermedad, aunque él la había amado aún con su diagnóstico. Sin embargo, algo en su interior empezaba a revelarse contra lo que antes aceptaba sin chistar.

Lo que había aprendido a soportar como una rutina inevitable, Julián lo había puesto en tela de juicio en apenas unos días. Sus palabras, su trato, su presencia cálida… todo le recordaba que no tenía por qué resignarse a una vida a medias. Y ahora, lo que más temía no era su enfermedad, sino perder esa nueva sensación de libertad, apenas Armando cruzara la puerta.

A pocos metros, el corazón de Megan latía con la misma intensidad, agitado por el recuerdo de la proximidad de la noche anterior. Sus pensamientos iban del entusiasmo a la incertidumbre, oscilando entre la alegría de lo vivido y el temor a haberlo idealizado. Se sentía aliviada de haber avisado a su madre que llegaría tarde; así evitó sus preguntas, sus miradas agudas, porque no habría podido ocultar el temblor en la voz ni el brillo en sus ojos. Ahora, con el ánimo renovado, se sentía lista para enfrentar cualquier interrogante. Ya podía bajar y enfrentar el mundo, bueno a su madre y a él.

Bruno había despertado temprano, incapaz de ignorar la emoción que lo embargaba. El recuerdo del beso, el roce de su piel, la manera en que miraron, lo impulsaba a tomar acción, ya no quería seguir ocultando lo que sentía. Estaba decidido a hablar con Megan y proponerle formalizar su relación. A pesar de los nervios, la determinación era clara: quería que el mundo supiera que estaban juntos.

Sin embargo, había algo que debía resolver antes. Mientras aguardaba en su oficina, con el café aún tibio entre sus manos, se obligó a mantener la calma. Sabía que debía hablar con su tía Marcela antes de dar ese paso con Megan. Era lo correcto: debía explicarle sus razones y pedirle que no revelara nada sobre el pasado, ni sobre las verdaderas razones de su llegada.

Marcela regresaría, junto con Armando desde la capital. Solo debía esperar unas horas. Tenía que explicarle que todo había cambiado, que el propósito de su regreso ya no era el mismo. Que su necesidad de justicia se había transformado en otra cosa. Que el rencor, por muy legítimo que fuera, no podía seguir siendo su motor.

El temor de que Megan descubriera, que todo había comenzado por una venganza, lo atormentaba; sentía que, si ella se enteraba ahora, podría perderla para siempre. Es decir, terminaría antes de comenzar. Por eso, necesitaba el apoyo y la discreción de Marcela, y sobre todo, pedirle que dejara atrás el rencor y la búsqueda de venganza. En sí, no es olvidar, ya que sí les habían infringido dolor, era cuestión de darlo por terminado. Explicarle, como él ya lo percibe, que, soltando el rencor, pueden obtener paz y tranquilidad.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.