Herencia el destino está escrito o puede cambiarse.

Capitulo 9

Tras el anunció por parte del sirviente, Gabriel se incorporó ligeramente.
—Avísales que en un instante me presentaré —dijo con voz firme—. Indícales que se acomoden en la sala mientras tanto.

El hombre asintió con respeto y se retiró.

Gabriel volvió su atención hacia Marcos, quien lo observaba con curiosidad.
—Es una visita esperada —comentó con calma.

—¿Quién es? —preguntó Marcos.

—Una conocida con la que tengo una charla pendiente —respondió, manteniendo la compostura—. Si deseas, puedes retirarte. Luego continuaremos con nuestra conversación.

Marcos sonrió ligeramente, levantando la mano en señal de comprensión.
—Muy bien, entonces aprovecharé la tarde para terminar algunos trabajos pendientes de pagos.

Gabriel asintió y se preparó para salir de la biblioteca, dispuesto a recibir a quienes habían llegado a su casa.

Evelin y Clara se encontraban sentadas en el gran sillón de la sala principal mientras esperaban a que Gabriel se presentará. El ambiente estaba lleno de una calma elegante.
Ambas aprovecharon el tiempo para observar cada detalle del lugar: los cuadros cuidadosamente enmarcados en las paredes, los pequeños objetos de porcelana dispuestos con precisión sobre las mesas.

Clara dejó escapar un suspiro admirativo.
—Vaya… Cada rincón de esta casa tiene un aire de perfección —murmuró, girando ligeramente la cabeza para mirar a su alrededor.

Evelin asintió, sus ojos recorriendo con atención la estancia.
—Sí, todo aquí refleja cuidado y orden.

Ambas permanecieron en silencio unos instantes, disfrutando de la calma y la elegancia del lugar. Pronto, el silencio se vio interrumpido por el sonido de pasos firmes acercándose. Las jóvenes alzaron la vista al escuchar la puerta abrirse.

Gabriel apareció, con su porte habitual, caminando con paso seguro hacia ellas. Al notar que Evelin estaba acompañada de Clara, un pensamiento cruzó fugazmente su mente: esperaba que viniera con uno de sus abuelos, no con su prima. Sin embargo, rápidamente recuperó la compostura, manteniendo el semblante sereno que siempre lo caracterizaba.

—Señoritas —dijo, con voz firme pero cálida—. Me alegra verlas.

Evelin se incorporó, correspondiendo con una sonrisa decidida.
—Gracias por recibirnos—respondió, con un tono que reflejaba seguridad.

Clara, por su parte, se levantó con gracia y le ofreció una ligera inclinación de cabeza.
—Es un placer, señor.

Gabriel asintió, observando por un instante a ambas jóvenes mientras evaluaba la situación. La expectativa que tenía de la visita estaba alterada.

—Por favor, acomódense —continuó Gabriel, indicando el sillón con un gesto elegante.

Evelin y Clara se sentaron nuevamente, mientras que Gabriel se acomodó en uno de los sillones frente a ellas, apoyando un brazo sobre el reposabrazos con elegancia. Evelin notó cómo su porte y la serenidad de su mirada no habían cambiado desde la última vez que se habían visto.

—Es un gusto que hayas aceptado mi invitación —dijo Gabriel, con un leve toque de calidez en la voz que hizo que Evelin sintiera un ligero cosquilleo en el estómago.

Ella enderezó la espalda, con una sonrisa juguetona y los ojos brillantes de complicidad.
—Debo admitir que estaba deseando este momento… y su compañía.

—Yo también —respondió Gabriel, dejando que sus palabras flotaran con un dejo de complicidad—. Supongo que la espera hace que los momentos juntos se disfruten más.

Clara observaba la interacción con discreción, consciente de la sutil tensión que flotaba en el aire.

Gabriel ladeó ligeramente la cabeza, observando a ambas jóvenes con atención.
—Y bien… ¿qué tal fue el viaje hasta aquí? —preguntó, con un tono amable que aún conservaba su elegancia natural.

Evelin sonrió, cruzando ligeramente las manos sobre el regazo.
—Fue muy agradable —respondió, con un toque de coqueteo en la voz—. El trayecto me dio tiempo para pensar.

Clara, sentada junto a su prima, añadió con calma y cortesía:
—Para nosotras fue un recorrido cómodo y sin contratiempos. La tarde ha sido realmente tranquila.

—Que placer escuchar eso —dijo Gabriel con suavidad—. Y me alegra aún más saber que llegaron con buen ánimo, eso hace que mi tarde sea mucho más agradable.

Su mirada se detuvo un instante en Evelin, con un brillo sutil de complicidad.
—Nada como una visita que uno espera con interés para convertir una tarde común en algo más memorable.

Evelin correspondía con una leve sonrisa juguetona, disfrutando del matiz de su comentario.

Mientras hablaban, los pensamientos de Gabriel se movían rápido: lo que había anticipado era encontrarse con el señor o la señora Weaver; sin embargo, la presencia de Evelin acompañada por Clara cambiaba por completo la situación.

“Bien… tendré que modificar mis planes”, pensó. “Evelin está aquí y tengo que centrarme en ella. Pero con Clara presente, será más complicado mantener su atención solo para mí. Necesito distraer a Clara de alguna manera…” y, aunque no quería hacerlo, tal vez involucrar a Marcos sería la única opción.

Un destello de decisión cruzó su mirada mientras evaluaba las posibles estrategias. No le agradaba la idea de arrastrar a Marcos a sus planes; sería su último recurso, algo que solo aceptaría si no quedaba alternativa. La tarde que había previsto se transformaba en un juego delicado de conversaciones, miradas y sutilezas, y Gabriel no estaba dispuesto a dejar escapar la oportunidad de acercarse a Evelin, cueste lo que cueste.

Posó su mirada en Clara un instante, evaluando cómo mantenerla distraída sin que sospechara nada. Con una sonrisa cordial, adoptó un tono amable y ligeramente inquisitivo:
—Señorita Clara, cuénteme… ¿tiene algún pasatiempo o interés particular que practique últimamente? Siempre me ha fascinado conocer qué ocupa el tiempo de quienes me visitan.

Clara, complacida por la atención, se incorporó un poco y respondió con entusiasmo:
—Bueno, últimamente me he dedicado a la pintura... no soy experta, pero disfruto pasar tiempo con los colores y los paisajes.




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