Herencia el destino está escrito o puede cambiarse.

Capitulo 73

Ya había caído la noche y el silencio habitual de la casa se encontraba apenas interrumpido por el lejano murmullo del personal preparando la cena. Gabriel estaba sentado en uno de los sillones de la sala principal, con el cuerpo ligeramente inclinado hacia adelante. Desde ese punto tenía vista directa al vestíbulo, y aunque fingía estar leyendo un periódico sobre su regazo, lo cierto era que hacía varios minutos que no pasaba la mirada por una sola línea.

Estaba esperando.

Apenas se movía, pero cada cierto tiempo lanzaba una mirada hacia la puerta principal, con esa impaciencia silenciosa que solo se nota en quien intenta parecer relajado sin conseguirlo del todo. Detrás de él, el gran ventanal reflejaba la luz cálida de las lámparas y el contorno de su figura recortada contra el cristal.

Fue entonces cuando escuchó el suave golpeteo contra el vidrio. Giró apenas el rostro y vio cómo las primeras gotas comenzaban a deslizarse lentamente por la superficie.

Un instante después, el sonido de ruedas sobre piedra mojada lo hizo enderezarse. El carruaje apareció ante la casa, iluminado apenas por los faroles de entrada. Gabriel sintió una leve tensión contraerse en su pecho, no tan fuerte como para delatarlo, pero lo bastante clara para hacerse presente. Inspiró hondo, recomponiéndose.

La puerta principal se abrió y Marcos entró, sacudiéndose el abrigo ligeramente antes de entregárselo al mayordomo. Tenía el cabello un poco húmedo por la lluvia, el gesto cansado pero sereno. Mientras se acomodaba los puños de la camisa, desvió la cabeza hacia un lado y lo vio.

Gabriel estaba allí, sentado. No dijo nada al principio, solo lo miró.

Marcos frunció apenas el ceño, notando la intensidad en esa mirada.
—¿Ocurre algo? —preguntó, más por costumbre que por verdadera inquietud.

Gabriel no parpadeó. Su voz salió firme, sin rodeos.
—Tenemos que hablar.

Marcos suspiró levemente, dejando caer la cabeza hacia atrás con un gesto que mezclaba cansancio y resignación.
—¿Ahora? He tenido un día bastante largo —respondió con calma, pero con la clara intención de postergar lo que fuera.

Gabriel no contestó. Ni una palabra. Solo sostuvo la mirada, fija, penetrante, cargada de una determinación que no necesitaba explicarse.

Al notarlo, Marcos dejó escapar el último resto de resistencia en un suspiro.
—Está bien… —dijo al fin, mientras se pasaba una mano por el cabello húmedo—. Hablemos.

Gabriel se puso de pie con un movimiento sobrio y caminó hacia la biblioteca. No hizo gesto alguno para invitarlo a seguirlo. No fue necesario.

Al entrar, empujo la puerta con la misma calma con la que había hablado, pero llevaba en la mirada algo firme, inamovible. Se acercó hasta el escritorio y se apoyó contra el mismo, como si tomara posesión del espacio. Marcos ingresó tras él, cerrando la puerta con cierta vacilación. Permaneció de pie, a mitad de la habitación, incómodo bajo aquella inspección muda.

El silencio que los envolvió era denso, casi físico.

—¿Qué clase de relación tienes con ese hombre? —preguntó Gabriel, sin transición alguna, como si hubiera estado repitiendo la frase en su mente durante horas.

Marcos parpadeó, desconcertado por completo. Se quedó quieto, mirándolo como si no hubiera comprendido bien.
—¿Qué…? —atinó a decir.

Gabriel dio un paso, no brusco, pero sí lo suficientemente firme como para que el aire pareciera retirarse del lugar.
—No te hagas el tonto —interrumpió sin alterar el tono—. Lo vi contigo en el jardín.

Marcos apretó los labios, buscando las palabras que no encontraba.
—Solo hablamos —logró decir al fin.

—No me refiero a eso —replicó Gabriel con una calma que era peor que cualquier grito—. Me refiero a lo otro.

Dio un paso más y agrego:
—No quiero que vuelva a tocarte así. No está bien.

Marcos retrocedió sin darse cuenta. Su espalda ni tocaba la estantería, pero se sentía atrapado igual.
—No fue nada —contestó, la voz tensa—. Héctor es… expresivo. Fue solo una muestra de cariño.

Gabriel inclinó apenas la cabeza, evaluando sus palabras.
—¿Una muestra de cariño? —repitió con calma peligrosa—. Entonces explícame por qué no lo apartaste.

Marcos apretó los puños. No podía responder. No podía moverse. Era como si Gabriel lo estuviera empujando contra un muro invisible del que no había escapatoria.
—Gabriel…

—Quiero claridad —dijo él, cada sílaba como una sentencia—. No me gusta que me ocultes cosas.

Marcos sintió que no tenía por dónde huir. Ni con palabras, ni con gestos. Lo sintió exigiéndole una verdad que no estaba listo para entregar, pero que ya no podía seguir negando.

Hubo un silencio cortante que se volvió insoportable. Hasta que, con la mandíbula tensa y los ojos ardiendo, Marcos explotó en voz baja pero cargada de rabia contenida.
—¿Qué quieres que diga? ¿Qué me atraen los hombres? ¿Eso es lo que quieres oír?

Gabriel se quedó completamente en silencio, inmóvil, mirándolo como si el tiempo se hubiera detenido. No frunció el ceño ni abrió la boca para responder; simplemente lo observó, con los ojos fijos en él, como si estuviera viendo algo que siempre estuvo allí pero recién ahora se atrevía a reconocer.

Marcos sintió ese silencio como un cuchillo. Se le heló la sangre. Su mente empezó a llenarse de voces que susurraban lo inevitable: “Ya está” “Lo arruinaste” “Ahora te va a mirar distinto” “Va a apartarse” “Va a despreciarte” Quiso hablar de nuevo, retractarse, fingir que no lo había dicho… pero la mirada de él lo tenía atrapado.

Del otro lado, Gabriel aún luchaba por mantener el control. Por fuera parecía sereno, casi impasible; por dentro ardía en un desconcierto que le oprimía el pecho. Lo sabía. Desde el primer momento lo supo. Lo había visto en la forma en que Marcos miraba a Héctor, en cómo cambiaba el tono de voz ante él, en el instante en que vio a Héctor tomarlo del rostro. Pero escucharlo con sus propios oídos lo sacudía de otra manera. Porque ya no era una sospecha; era real, una verdad que lo obligaba a enfrentarse a la suya.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.