Sus manos se deslizan más abajo, casi rozan mis muslos. Se permite demasiado, y yo me quedo paralizada, incapaz de moverme. Mi actitud combativa desaparece en cuanto me toca. Se inclina un poco más y quema mi mejilla con su aliento. Quiere decir algo, pero el teléfono de Данило suena en el bolsillo del pantalón y cambia su intención. La melodía corta el silencio como una cuchilla.
Se aparta de mala gana y saca el móvil. Mira la pantalla y frunce el ceño con disgusto. Duda unos segundos, pero al final responde. Aunque no pone el altavoz, escucho claramente una voz femenina:
—Даниле, ¿dónde estás?
Reconozco de inmediato a Ірина.
Frunzo el ceño. Él me prohíbe comunicarme con Сергій, pero él mismo no es un pájaro libre. Miro al hombre con reproche.
—¿Ha pasado algo? —pregunta Данило con voz de acero, evitando responder.
—¿Estás con ella? —la pregunta me alcanza y me quema por dentro, como si me acusaran de un delito que no he cometido.
—¿Querías algo? —Данило insiste en no responder. Apoyo las palmas en sus codos y lo miro con reproche.
—Me siento mal. ¿Puedes venir ahora?
—No —Данило no duda ni un segundo—. Si es algo serio, llama a una ambulancia.
Me impacta la frialdad de su voz. Habla bajo, sin calidez, solo con una contención férrea. Sus ojos se encuentran con los míos. Ірина continúa, con la voz temblorosa:
—Entonces… ¿estás con ella?
Данило cierra los ojos por un instante. Para mí, lo que diga ahora es crucial. Si calla, será el final. No pienso andar a escondidas con él por los consultorios de ecografía. El hombre suspira.
—Sí, estoy con Соломія. Estamos en la ecografía y ahora no iré —al otro lado se instala un silencio pesado, inquietante, uno que deja demasiado espacio para la imaginación—. Ірино, hablaremos más tarde. Ahora tenemos que entrar al consultorio.
Cuelga y guarda el teléfono lentamente en el bolsillo. No me mira. Solo se queda de pie, respirando con dificultad. Данило ha dicho abiertamente que está conmigo, así que ella ya sabe quién es el padre de mi hijo. Sea como sea, eso me tranquiliza. Me muerdo el labio, culpable.
—¿Qué pasa con Ірина? ¿Está enferma?
—¿Lo escuchaste todo? —alza la mirada hacia mí.
No veo sentido en ocultar lo evidente y asiento. Guarda el teléfono en el bolsillo.
—No creo que sea nada grave. Pienso que es para llamar la atención. No es casualidad que llamara justo después de que habláramos con Сергій. Seguramente él se lo contó todo.
—Si vuestro matrimonio es ficticio, ¿por qué Ірина no quiere que nos veamos?
—Tiene miedo de que la deje. Pero no puedo romper la promesa y divorciarme antes del plazo acordado —me toma de la mano—. Vamos, o de verdad llegaremos tarde.
Entramos tomados de la mano. No retiro la mía; todo se siente tan natural, tan correcto. Nos acercamos a la recepción. Nos acompañan hasta el consultorio. La habitación nos recibe con una penumbra suave y una gran pantalla en la pared. La enfermera sonríe amablemente y señala el diván:
—Соломія Степанівна se recuesta aquí, y el papá puede sentarse al lado, en la silla.
Me quedo inmóvil. No estoy acostumbrada a que mi hijo tenga un papá. Lanzo una mirada rápida a Данило. No pregunta nada; simplemente da un paso adelante y se sienta obedientemente en la silla.
Me recuesto en el diván y me subo la camiseta. La doctora se coloca a mi lado. El gel frío cae sobre mi vientre y me estremezco. Данило irradia tensión. Está sentado, inclinado ligeramente hacia adelante, como si no quisiera perderse ni un solo sonido. La doctora mueve el transductor.
—Aquí pueden ver… esta es la cabecita. Los bracitos. El corazoncito. Todo está bien.
Contengo el aliento. En el pecho se eleva una ola de calor. Mi mirada se desliza hacia Данило. Su rostro está concentrado, un poco tenso, pero sus ojos brillan. Me toma la mano con suavidad:
—Es nuestro hijo.
—Sí, lo sé —respondo apenas audible.
Hay un leve temblor en sus dedos. En el consultorio resuena el latido del corazón del bebé. Este instante nos une, y Данило ya no parece un visitante. Está aquí, conmigo y con nuestro hijo.
La doctora continúa moviendo el transductor sobre mi vientre:
—Todo está dentro de la norma. Buen latido y buena posición. ¿Ya saben el sexo del bebé?
—Sí, yo lo sé, pero para Данило que sea una sorpresa —improviso una especie de castigo para él.
Me acaricia la mano de forma juguetona:
—¿Quieres que lo descubra recién en el parto?
—No es necesario, puede ser antes.
—De acuerdo. Me lo dirás cuando lo consideres oportuno —Данило entrelaza nuestros dedos.
En ese momento parece que nunca hubo separación, que no existe una esposa embarazada ni obligaciones. Solo estamos nosotros y nuestro hijo.
Después del examen, limpio el vientre con unas toallitas. Данило me ayuda a levantarme. Vamos a la recepción y recogemos los resultados en un sobre. Extiendo la tarjeta para pagar, pero Данило se adelanta.
—Déjame hacerlo. Es lo mínimo que puedo hacer por ti.