El silencio en la casa era más opresivo que el calor exterior. Chloe rodó su maleta por el pasillo de madera oscura, el crujido de las tablas sonando como disparos en la quietud. Cade había desaparecido en la profundidad de la casa después de su "saludo", dejándola con el sabor amargo de su desprecio.
La habitación que había sido suya durante aquel verano lejano seguía casi igual. Las flores silvestres secas en el jarrón habían sido reemplazadas, pero la colcha de retazos hecha a mano por la tía Mary seguía en la cama. Corrió los dedos sobre la tela áspera. Diez años. Todo había cambiado, y, sin embargo, aquí el tiempo parecía haberse detenido, esperándola.
Un ruido en el corral la llevó a la ventana. Cade, con movimientos fáciles y eficientes, ensillaba un caballo de tono canela. Los músculos de su espalda se tensaban bajo la camiseta sudada con cada tirón de la cincha. Una punzada de algo que no era solo nostalgia le atravesó el pecho. Él movía el cuerpo con una confianza territorial que ella, en sus trajes de diseñador y sus reuniones de junta, había olvidado que existía.
—¿Planeas espiarme desde la ventana, Montgomery? —La voz de Cade, áspera, la sacó de su trance. Sin volverse, había sentido su mirada.
¿Cómo era eso posible? Estaba a cierta distancia.
Chloe abrió la boca para una réplica mordaz, pero se contuvo. No ganaría nada con más peleas el primer día.
—Pensé que podríamos hablar. Sobre el rancho. Los libros de contabilidad —elevó un poco la voz, creyendo que él no podía oírla con claridad, esforzándose por sonar segura.
Finalmente, él se volvió, apoyando un brazo en el lomo del caballo. Sus ojos ámbar verdosos se clavaron en ella.
—Los libros están en la oficina. Haz lo que quieras. Yo tengo un rancho que mantener —espetó, y montando con una fluidez que parecía magia, salió al trote hacia los pastizales, alejándose en una nube de polvo dorado.
La humillación le ardía en las mejillas. ¡Por todos los cielos, el hombre era insufrible! Con el corazón aún acelerado, buscó la oficina. Era una habitación pequeña, atestada de mapas enrollados, estanterías llenas de libros de veterinaria y un escritorio de roble cubierto de papeles. Y allí, en una bandeja de entrada de latón, estaban los talonarios de cheques y los libros contables.
Al abrirlos, el aliento se le cortó. Los números bailaban en un caos de anotaciones a lápiz, facturas sin pagar y proyecciones de gastos que no tenían sentido. El Rancho Cielo Azul no estaba al borde de la quiebra; se estaba desangrando por una muerte lenta e incompetente.
Minuetos más tarde, la puerta de la oficina se abrió de par en par. Cade estaba allí, con el rostro congestionado y un sobre arrugado en la mano.
—¿Qué demonios es esto? —gruñó, arrojando el sobre sobre el escritorio. Era de una empresa llamada "Desert Core". La oferta de compra era obscenamente generosa.
—No sé de qué me hablas —respondió Chloe, confundida.
—¡No me mientas! —golpeó el escritorio con la palma de la mano, haciendo temblar los tinteros—. Llegas hoy y justo hoy recibo esta porquería. ¿Tan ansiosa estabas por deshacerte de este lugar que les vendiste mis datos?
La acusación, tan injusta como hiriente, encendió una mecha dentro de ella. Se puso de pie, enfrentándolo con la mirada brillante de furia.
—Escúchame bien, Walker. Yo no tengo nada que ver con esa empresa. Pero ahora que lo mencionas —dijo, señalando los libros contables con un dedo tembloroso—, tal vez debería considerar su oferta. Porque según esto, en seis meses no quedará nada que vender. Estás llevando este rancho a la ruina.
El rostro de Cade se transformó. La rabia dio paso a una incredulidad sombría. Rodeo el escritorio con movimiento rápido y avanzó hacia ella. Y por primera vez, Chloe vio algo más que odio en sus ojos: vio miedo.
—¿Qué quieres decir? —preguntó, su voz un susurro ronco.
—Quiero decir —susurró Chloe, sin ceder terreno, sintiendo el calor de su cuerpo a solo centímetros del suyo—, que si de verdad amas este lugar como dices, has hecho un trabajo pésimo demostrándolo.
El aire crepitó entre ellos, cargado no solo con el conflicto, sino con la verdad, cruda y peligrosa. El silencio que siguió, solo roto por la respiración agitada de ambos, Chloe supo que la guerra por el rancho había terminado. Una batalla mucho más compleja, la batalla por la verdad y por un corazón que una vez fue suyo, acababa de comenzar.