Heridas de amor

2. Una cena

Julissa

Regreso a mi habitación, me recuesto un rato en la cama para relajarme, aun cuando no lo parezca, ha sido un día difícil para mí, el hecho de hablar sobre la herencia siempre termina cansándome emocionalmente.

Cierro mis ojos y me imagino un mundo de tranquilidad, uno donde no tengo que lidiar con herencias absurdas.

Desconozco por cuánto tiempo me quedo viendo el techo hasta que cierro los ojos. De verdad que me hacía falta porque se siente tan bien. Pasado un tiempo prudente me levanto y me dispongo a cambiarme por algo más cómodo, total, ya no tengo que salir a ningún lado. En eso estoy cuando escucho sonar mi teléfono, es un número que no reconozco, pero últimamente recibo muchas llamadas de gente por cuestiones de negocios, así que decido tomar la llamada.

—Sí, ¿diga?

—Buenas tardes, Issa. —Hasta ahora nadie me ha llamado de este modo.

Esa voz es conocida y sé que es el mismo hombre con el que hablé hace unas horas. Escucharlo llamarme así me sorprende.

—Gael, ¿qué se le ofrece? —pregunto por cortesía.

—Llamaba para invitarte a cenar, o tal vez podamos ir a algún lado a conocer la ciudad —me propone y no, la verdad es que no tengo ganas de salir de la habitación.

—Claro, me refiero a, te acepto lo de la cena, pero no la visita a la ciudad. —¿De dónde salió esa respuesta? Porque antes de siquiera pensarlo ya le he dicho que sí.

¿Qué es lo que me pasa?, si bien recuerdo dije que después de aquel imbécil que me engaño no volvería ni por error a salir con algún hombre. Digo, no es que esté saliendo con este hombre en un plan romántico, es más bien una salida de trabajo, ¿no es así?

—Repítelo más veces para que lo creas. —Escucho decir a mi cerebro.

—Entonces, paso por ti a las ocho, ¿está bien?

—¿Eh?, —Dudo, pero no puedo negarme después de haber dicho que sí, soy una mujer de palabra—. Sí, claro, te veo en el lobby.  —Es lo único que alcanzo a decir antes de colgar, ¡por dios!, ya lo había visto antes y no sé qué estoy comportándome tan nerviosa. ¿Será el reencuentro con ese hombre? Sacudo la cabeza sacando ese pensamiento, ni siquiera había reparado en eso y así debo de seguir.

Miro el reloj, son las seis de la tarde, aún falta mucho para la dichosa cena. Aprovecho el tiempo para hablar con mis dos razones para existir, está vez no me conformo con una llamada, decido hacerles una videollamada, en verdad los extraño, desde que recibí la herencia no he podido convivir como anteriormente lo hacía con ellos. Después de dos timbrazos, me contestan y puedo ver desde el teléfono cómo se pelean para estar ellos al frente.

—Mami dile a ella. —El primero en aparecer tras la pantalla es Raúl.

—¡Mami, Mami! —grita eufórica mientras agita su mano para saludarme.

—¡Ya!, tranquilos, saben que mamá los ama a los dos, pero no le gusta verlos pelear y más porque no está ahí para darles sus nalgadas.

Escucho las risas infantiles de mis pequeñas y es música para mis oídos. Comienzan a platicarme cómo fue su día. Hablo también con su niñera y me pone al tanto sobre los niños y me deja algo preocupada el hecho de que Raúl no ha querido comer del todo bien, pero entiendo que no hemos estado juntos el tiempo que se debiera y eso le ha de estar afectando.

De mis dos hijos él es el más sensible, siempre más apegado a mí y vulnerable a los cambios, a pesar de ser pequeño han logrado definir sus personalidades, siempre atento y dedicado en cada una de las cosas que hace.

Mientras que Regina es todo un torbellino, ella es una líder, siempre guía a su hermano a jugar o hacer cualquier travesura, siempre muy activa y ya he recibido una que otra queja en la escuela. Ahora sé que el bebé que más se movía en mi vientre, era ella

Pero ambos se complementan, se aman, se pelean y a los dos segundos se están pidiendo perdón y vuelven a ser los hermanos que son.

Me despido de ellos, de nuevo les prometo volver lo más pronto posible, ellos ponen sus caritas tristes, pero también agrego que les llevaré regalos y con esto se conforman, por lo menos hoy.

Sin darme cuenta el tiempo platicando con mis hijos hizo que se fuera demasiado rápido, ya es casi la hora de la cena, me apresuro a cambiarme, elijo un vestido no formal, pero tampoco demasiado casual, ya que no sé a dónde él piensa invitarme. Me maquillo solo un poco y justo término de arreglarme a buena hora.

Mientras bajo, voy pensando la razón por la cual he aceptado esta cena, y me convenzo de que es para empezar a idear la forma en que vamos a trabajar.

Voy saliendo del elevado y lo veo ahí en recepción esperándome, por un momento se me fue la respiración, de verdad nunca lo había observado tan detenidamente, es un hombre muy atractivo.

—Buenas noches, Lissa. —Parece que ha decidido llamarme de este modo sin preguntarme si estoy de acuerdo.

—Buenas noches, Gael—respondo el saludo con un beso en la mejilla.

—¿Lista? —pregunta al mismo tiempo que me ofrece su brazo para que comencemos a avanzar.

Vamos en su auto que, a decir verdad, es impresionante, ahora como rica heredera cuento con un sinfín de autos, pero esté me gusta. Observo la ciudad pasar ante mis ojos, una sensación de nostalgia se instala en mi ser, recordando que cuando me fui de aquí prometí no volver, me fui demasiado dolida como para querer regresar al lugar donde “mi historia de amor” ocurrió, sí, solo mía porque tarde entendí que él nunca llegó a sentir lo que yo por él, solo era una más; la que por ese momento lo complacía en todos los sentidos, pero ni el buen sexo fue suficiente porque me termino cambiando por otra dejándome otra herida más, una nueva herida de amor.




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