Heridas de amor

3. Su aroma

Rodrigo:

Mi día no puede empezar peor, me he levantado tarde. ¡Maldición!, que podía esperar si la noche se puso interesante, tanto que ni recuerdo la manera en que llegué a casa.

Me levanto enredada al cuerpo de una cualquiera, ¿en qué momento la traje a mi hogar, a mi santuario? Siempre las llevo a un hotel cualquiera para alejarme sin dejar ninguna explicación, pero la borrachera de ayer fue épica que no recuerdo nada.

—Te puedes ir —le digo antes de ponerme en pie. Al mismo tiempo llevo mis manos a la cabeza tratando de que el dolor mengue un poco.

—Si quieres podemos repetir lo de anoche —propone coqueta mientras juega con mi cabello y se acercaba peligrosamente para besarme. Me aparto de inmediato.

—Al parecer sí hablo español y soy lo suficientemente claro. Espero que cuando vuelva a la habitación ya no te encuentre, de lo contrario me veré en la penosa necesidad de sacarte yo mismo.

Y diciendo esto me dirijo a la regadera, sé que ya es tarde, aun así, tengo que hacerlo porque mi cuerpo me grita que tome una ducha para terminar de despertar y quitarme por completo el olor de anoche que todavía prevalece. Me relajo bajo el agua y disfruto de estos momentos en los que solo soy yo, siendo una persona normal tomando un baño, sin interrupciones.

Cuando salgo me alegro de no encontrar a la mujer con la que me acosté anoche, no me gusta ser grosero con las mujeres; sin embargo, desde que las abordo soy claro con ellas, saben a la perfección lo que busco y jamás obligo a nadie para que se vaya conmigo. Muchas esperan algo más, quisieran que les bajara la luna y las estrellas, pero eso, solo puedo hacerlo en la cama, fuera de ella es imposible. Nunca más volveré a darlo todo por alguien.

Me visto con un traje a la medida de una marca muy reconocida, opto por un traje color beige, una camisa blanca con una corbata a juego. Me gusta lo que veo en el espejo, me gusta imponer y que me respeten.

Lo que soy hoy me ha costado muchísimo lograrlo, he expandido el negocio en diferentes ramas, ya no solo somos una empresa inmobiliaria y arquitectónica, ahora somos parte del ramo hotelero y restaurantero. Precisamente hoy tengo una reunión en el hotel del centro, el gerente me hablo sobre la visita de la nueva socia con la cual tengo una reunión mañana y por ende tenemos que preparar una presentación para dársela a conocer. El antiguo socio falleció y ahora es su heredera, quien se está haciendo cargo. Yo solo espero no toparme con una niña caprichosa que no sepa hacer negocios porque ahí si estaríamos en problemas.

Llego al hotel y al bajarme y entregar el coche, miro mi reloj, después de todo no era tan tarde tan solo por unos cuantos minutos, pocas veces me permito siquiera esos minutos de retraso, de mis empleados espero puntualidad y por supuesto que el ejemplo soy yo.

Hablo con el gerente general haciéndole saber mi llega y por supuesto, disculparme por los minutos de retraso. Él me dice que me espera en la sala de juntas del hotel.

Camino a prisa para no llegar más tarde; entre mi prisa e ir viendo el teléfono para enviar un mensaje a mi asistente, no reparo en el cuerpo que choca conmigo. Es una mujer que está a punto de caer. Mis reflejos son más rápidos y la detengo antes de que llegue al suelo.

—Discúlpeme por favor —le pido sin soltarla aún.

Entonces, nuestras miradas se encuentran, ella me observa con detenimiento al igual que yo. Noto algo familiar en ella; esos ojos. Y justo antes de que pueda recordar quien es esa mujer y donde la he visto, se aleja sin responder.

Me he quedado confundido. El olor a rosas que ha dejado en el aire me transporta al pasado, un pasado donde fui feliz.

—Señor, lo esperan en la sala de juntas. —Escucho decir a la mujer que estaba guiándome a la sala. Regreso a la realidad y camino en esa dirección.

Toda la mañana me dedico a trabajar. Para despertar por completo ya perdí la cuenta de las tazas de café que me he tomado. Revisamos los balances sobre la empresa hotelera, estadísticas de crecimiento, ganancias, pérdidas, etc.

—¿Y tú sabes quien fue la heredera del señor Ferrer? —Me pregunta mi gerente y mano derecha de los hoteles.

—No, además que ni siquiera estuve en su funeral, recuerda que me encontraba de viaje.

—Yo lo que espero es que sea alguien a quien le interese mantener esta sociedad a flote y no nos bote el trabajo, vamos bien, los numero hablan por su cuenta.

—Eso es lo que todos esperamos. Ahora, estando todo en orden, creo que es momento de ir a descansar.

—Nos vemos mañana Roy —Se despide con familiaridad.

Camino hacia la salida rumbo al estacionamiento, cuando a lo lejos observo a la misma mujer con la que me tope en la mañana. Es imposible no verla, hay algo que desde aquel encuentro me llamó la atención de ella.

Me acerco un poco sin que se dé cuenta, quiero saludarla y saber dónde es que nos conocemos, pero justo en ese momento veo como saluda a un tipo esperándola en su coche. Cuando llego cerca de donde se encontraba hace unos segundos, de nuevo llega a mis fosas nasales el olor a rosas, es como si la mujer fuera dejando en el aire ese olor tan peculiar que me transporta a ciertos momentos de mi vida en los que fui pleno.




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