Heridas de amor

6. Señales

Julissa

Después de la cachetada que le propino a Rodrigo, entro al departamento, muy molesta y la única manera de quitarme la sensación que dejo en mis labios y en toda mi piel, es el agua, así que me meto bajo la ducha sintiendo una agradable sensación.

No pasa mucho cuando de nuevo escucho el sonido del timbre, parece que este hombre no entiende. Salgo del baño, envuelta en una toalla, voy a decirle un par de cosas, y no me importa que me vea así, sirve que lo torturo un poco.

—Te dije que te largaras, ¿acaso no entiende español? —grito al tiempo que abro la puerta y la sorpresa que me encuentro es a Gael. Las palabras quedan en el aire.

—Perdón, no quería molestar.

—No te preocupes, no estoy enojada contigo. —Trato de sonar tranquila. Lo bueno es que ya no hay rastro del hombre y no tengo que dar más explicaciones.

—Traigo algo para cenar y aprovecho para charlar un poco.

—¿No tenías un informe que hacer?

—Por eso estoy aquí, ¿te parece si mientras cenamos, adelanto y resuelvo dudas contigo? —me propone.

Sopeso lo que me está pidiendo. La verdad es que iba a trabajar un rato más y mientras lo hago puedo ir ayudándolo en lo que se le dificulte.

—De acuerdo, pasa. —Extiendo mi mano reafirmando la invitación. Este entra sin más.

Lo invito a sentarse y estoy a punto de hacer lo mismo hasta que caigo en cuenta; estoy casi desnuda frente a un hombre que apenas y conozco. Este me mira de arriba abajo deteniéndose un poco más en el final de la toalla. Me siento acosada.

—Enseguida vuelvo. —Salgo despavorida de la sala para correr a la habitación y ponerme ropa encima.

Vuelvo al sitio en donde deje al hombre que se encuentra entretenido con su teléfono. Me siento frente a él y espero que termine. Carraspeo para que se dé cuenta de mi presencia.

—Disculpa, hablaba con mi madre —responde sin que le pregunte—, esta molestas porque acepté el trabajo, sigue en su postura de que no debería de rebajarme y recibir migajas.

—No voy a seguir diciendo lo equivocada que está con ese pensamiento, pero es necesario que tus hermanos aprendan a conseguir su propio dinero con esfuerzo.

—Lo sé, y no puedo decir nada contra eso. Te confieso que hablamos y trate de convencerlos de tomar lo que mi padre nos ofreció, pero se negaron y prefieren vivir de la caridad. Hablé con ellos y les dejé claro que no iba a mantenerlos. —Termina de contarme y puedo notar lo que le duele esta situación.

—A veces es necesario cortar lazos, dejar que se enfrenten al mundo para que le den valor a todo lo que tienen. No puedo decir si lo que tú o tu padre hicieron está bien o mal, lo único es que cada uno recibe lo que ha cosechado.

—No hay nada más cierto que eso. —Lanza un suspiro después de responderme y enseguida noto la tristeza en su mirada. Después de todo, ellos son su familia y si yo tuviera una, estoy segura de que haría cualquier cosa con tal de verlos bien.

—Dejemos de pensar en cosas tristes y mejor concentrémonos en el informe que me tienes que entregar. —Cambio de tema para evitar que también me ponga sentimental.

—¿Podemos hacerlo después de cenar? Traigo algo delicioso en la bolsa.

Tomo lo que me está ofreciendo y me doy cuenta de que se trata de una hamburguesa, este hombre adivino que justo tenía antojo de esto.

Nos disponemos a comer lo que ha traído y entre tanto charlamos de algunas cosas, la verdad es que yo quiero llevar esto solo en el ámbito laboral, pero de pronto me veo contándole cosas personales.

—Tu padre fue maravilloso, amo a mis hijos como un padre y ellos también lo hicieron.

—Mi padre siempre fue así, amaba a los niños, incluso me insistió para que me casara y le diera nietos. Lástima que no tuvo tiempo de conocer a alguno.

—Una madre o un padre siempre va a querer lo mejor para sus hijos.

—¿Así que tienes dos hijos?

—Sí, son mellizos. —No me queda más que decir, además de que, si va a trabajar conmigo, es seguro que en algún punto se dé cuenta de ellos.

 Ese pensamiento me da pavor, porque enseguida se hace presente el rostro de Rodrigo, estamos tan cerca que puede ser que lo descubra y no estoy segura de la reacción que tenga al descubrir que le oculte que es padre de dos pequeños.

Ahora más que nunca voy a cumplir la advertencia que hice hace unos momentos; a partir de ahora todo lo va a tratar con personal de confianza, a mí no me vuelve a ver. Además de que pronto volveré a la ciudad y ahí no hay manera de que me vea, este reencuentro fue esporádico, pero ya no es necesario volverlo a ver, incluso si tengo que romper la sociedad, por mi tranquilidad, lo voy a hacer.

—¿Qué sucede? Te has quedado ida.

—Pensaba cosas. —Es mi manera de cortar la conversación—, gracias por esto, ahora podemos ponernos a trabajar.

Nos sentamos en la mesa en donde me pongo a detallar algunos asuntos que no hice en la empresa, mientras que él saca sus libretas de notas y comienza a escribir en la máquina que le he proporcionado.




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