Heridas del corazón

Capitulo 14

—Doctor Óscar ¿Por qué no se va a descansar? No se le ve muy bien.—De nueva cuenta una de las enfermeras de turno le hacía incapié en su facha.—Le prometo que no quitaré mis ojos de encima de esta paciente, pero vaya a descansar.

—No puedo Susana.—Dijo mientras reposaba en una cama tallándose los ojos.—Acordé con el director que encontraría una cura o por lo menos el diagnóstico del caso. No tengo mucho tiempo para eso así que debo continuar. Me come el reloj.

—Entiendo bien su profesionalismo pero le daré un consejo.—Lo tomó del hombro en señal de compasión.—Si está cansado su cerebro no trabajará al cien y será el doble de tiempo en ocupar una idea. Si descansa, pronto encontrará la solución que busca.

—Eres muy sabia, creo que tienes mucha razón. Mis ideas ya no están frescas y necesito descansar.

Óscar se levantó y miró a la paciente que seguía sin reaccionar pero que ya estaba respirando por sí misma y eso era un gran avance.

—¿Crees que puedas dar el reporte al médico que venga en turno?—Se levantó lentamente.—Me iré de una vez a descansar.

—Claro que sí, de todas formas yo estaré por aquí y le informaré cualquier cambio... Si es que lo hay.

—Así es Susana, si es que lo hay.—Usó un tono melancólico.—Esta paciente necesita tenerlo pronto aunque no se ve muy factible que lo logre.

—Tengamos confianza en Dios y su fuerza de voluntad por sobrevivir.

Óscar solo la miró despidiéndose de ella. La tomó de la mano y le dijo estas palabras: No te dejaré morir, eres un ángel que llegó a mi vida para cambiarla. Eres tan indefensa en esa cama que no hay otro camino que estar al pendiente de ti. Esos ojos tuyos que al verlos cerrados me hacen pensar en lo que estarás viviendo allá en el oscuro avismo de tu mente. Un lugar que resguarda los buenos y peores momentos que has tenido en tu vida pero sobre todo tu personalidad. Quisiera saber Quién eres y de dónde vienes, aunque esto último solo me importa como referencia de tu pasado y no para juzgar, porque de donde vengas no importa más que para definirte como persona. Me atrevo a decir que de ese lugar robaste muchos corazones y ahora que estás aquí has robado uno más. Uno que espera ansioso que despiertes para poder latir juntos en una aventura de amor.

Quiero que despiertes y yo ser el encargado de hacer reír esa boca, hacerla vibrar con mis besos y hacerle decir cosas de amor.

Soy un egoísta por no preguntarme si hay alguien en tu corazón con el que desees estar pero sinceramente es un detalle que pienso pasar por alto pues voy a luchar a cada instante porque tú vida valga la pena. No solo la salvaré si no que también le daré motivos para que siga existiendo al límite. Me voy a concentrar en darte nuevas metas y nuevos triunfos. Todo esto de la mano que siempre tomaré como lo hago ahora.

Tras decir esas palabras, Oscar se fué de ahí dejando el resto al destino.

Al siguiente día se presentó mucho más motivado, además tenía algo muy importante que mostrar.

—¡Doctor esto es maravilloso!—Exclamaba el médico Gutiérrez alabando el trabajo teórico que Oscar le comentaba.—¡Esto es sin duda una innovación al campo en el que nos encontramos, seguramente va funcionar!

—Muchas gracias por sus palabras doctor, viniendo de usted me complace mucho el oírlas!

Óscar estaba muy emocionado e incluso su semblante había cambiado. Su rostro ya no era el de alguien cansado y confundido. Esta vez tenía el de un hombre fresco, descansado, orgulloso y profesional.

—Tengo que ir con el director ahora mismo para presentarle este caso.—Comentó muy emocionado.—Tengo el tiempo justo que me dió y no hay más por hacer. Solo quería compartirlo con usted y saber su consejo.

—Pues a mí me parece una fascinante idea, solo quedaría estudiarlo más y por supuesto la parte experimental.—Contestó con una sonrisa.—Pero con esto me quedo muy conforme.

El médico Gutiérrez era del mismo campo que Óscar. Tenía 50 años de edad y llevaba dos años en ese hospital. Era admirado y reconocido por todo su conocimiento y aportaba mucho en esa área. Un hombre elegante quién siempre cuidaba hasta el mejor detalle. Los zapatos siempre negros y brillantes, la bata limpia y el peinado hacía atrás típico desde que era joven. Su apariencia era la de alguien feliz, siempre con una sonrisa en el rostro e inspiraba a los demás para dar sonrisas por lo menos una vez al día. De tés morena, ojos cafés y cuerpo delgado. Sus extremidades eran muy largas, sufriendo siempre por el largo de las mangas en sus camisas.

—Iré entonces con el director, ¿Puedes quedarte con ella?—Le suplicó como si de alguien muy importante se tratara.—No te despegues de ella en lo que regreso.

—Óscar, no seas exagerado. Ella aquí estará y no creo que haya cambio en su estado hasta que prepares lo que planeas.—Se burló un poco por las exageraciones de su colega y su preocupación por la salud de la chica.

—Lo siento mucho, creo que me he encariñado con ella.

—Eso puedo notarlo amigo y creo que no solo yo.—Lo miró seriamente.—Todo el hospital rumora acerca de ello e incluso que por eso perdiste tu noviazgo.

—El hospital siempre busca de qué hablar, estoy acostumbrado. Ya se les pasará.

Seguía siendo impune ante las palabras de los demás. Actitud que debe ser ante un lugar que ama los chismes y hablar de los demás.

—Espero que encuentren esa otra cosa de la que hablar pronto.—Desvió la mirada.—Por tu bien claro y tú reputación.

—Eso no me importa en lo absoluto.—Óscar tenía sus bases muy sólidas y su mente muy ocupada en sus pensamientos.

—Y entonces ¿Son solo rumores?—Preguntó muy curioso en el tema.—Sientes algo más allá del profesionalismo de esta paciente.

—Si, es claro que sí.—Dijo con una gran sonrisa.—No sabría cómo llamarlo pero es claro que desde que la vi no sale de mi cabeza. Al inicio creí que era por su estado y la compasión que eso me generaba.

—¿Y ahora qué es lo que piensas?—Preguntó siguiendo el hilo de la conversación más que por interés, lo hizo por compromiso.




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