Óscar se fue y dejó a su paciente como un padre que deje a su hijo en la escuela la primera vez. Sentía que la abandonaba y no dejaba de mirar atrás para verla antes de salir completamente.
Aceleró el paso pues ya iba muy retardado y eso era algo que al director no le gustaba. Esta era su última oportunidad para seguir atendiendo a la joven.
Al llegar pidió permiso para entrar a través de la recepcionista que trabajaba ahí. Ella muy amablemente le pidió esperar para informarle al director de su llegada. Óscar se impacientó pues ya quería regresar y poner en práctica lo que había pensado para salvarla. Pero antes necesitaba luchar por el permiso que solo el director le podía dar.
Sin más demoras logró entrar y hablar con él que ya lo esperaba. Le contó todo su plan de una manera tan apasionada que se sorprendió incluso a sí mismo.
—Me parece un excelente proyecto querido doctor Méndez.—Había un tono de satisfacción en su voz.—No cabe duda que la espera tuvo sus recompensas.
El director había recibido a Óscar en su oficina. Un lugar bastante lujoso y con demasiadas obras de arte para ser un hospital. La oficina parecía más la de un político que de alguien que se dedica a la salud. Era un espacio muy amplio pero la gran cantidad de cosas hacían verlo pequeño.
Detrás del escritorio había muchos cuadros, algunos de estos eran de sus estudios y logros académicos. Otros más hacían referencia a los cursos que había dado visitando algunas universidades no solo del país si no del extranjero. Algunos más eran de sus premios colaborando con grandes médicos para el bienestar de la humanidad.
A un costado estaba un mueble con varias medallas y premios que guardaba en la parte alta. Debajo de estas pero en el mismo anaquel había varias botellas de vino, whisky y otros licores muy lujosos que había recibido de regalo mientras que otros los consiguió con sus viajes. De vez en cuando se daba el lujo de tomar una copa de alguno de estos para relajarse sin importar que estuviera en horario de trabajo.
Las paredes estaban decoradas con grandes obras de arte principalmente del renacimiento. Era una persona amante del arte y lo demostraba comprando varias piezas valiosas de estas. También había reliquias como vasijas o piezas de recuerdo que se conseguían visitando países y ciudades.
El resto de la sala eran muebles de excelente calidad donde almacenaba cosas importantes.
—¿Te gusta mi oficina?—Preguntaba el director como toda una persona vanidosa que buscaba ser halagado por su trabajo ahí.
—¿Perdón director?—Con el ansia que tenía Óscar por seguir hablando su idea, se le hizo una pregunta fuera de lugar.—No entiendo qué tiene que ver esto señor.
—Te estoy tratando de dar un mensaje que servirá a tu profesión y el puesto que tienes aquí.—Le dijo al notar que Óscar estaba muy sacado de onda con la interrogativa.—Este lugar es el reflejo de la persona que está aquí, ¿No lo crees así?
—Si, cualquier espacio habla de las personas y algunas cualidades de esta solo con verlo.—Seguía la conversación con una opinión objetiva e interesado por saber cuál era la lección. —Es un espacio agradable, bonito y muy bien ordenado. Es algo digno de ver aunque uno no lo desee.
—¿Se puede hacer lo mismo con una persona?—Comenzó nuevamente con las preguntas capciosas que poco interés provocaban en Óscar.
—No le entiendo bien.—Respondió tratando de poner más atención a sus palabras.
—Un lugar podemos cuidarlo, arreglarlo y mejorarlo si queremos que se vea bien.—Se quedó quieto para dar la explicación.—Podemos hacerlo porque lo sentimos de nuestra propiedad o lo queremos pero, ¿Con una persona podemos hacer lo mismo sin importar lo mucho que la queramos o cuidemos?
Al fin Óscar había entendido el punto y no solo eso sino también la idea a la cual su jefe quería llegar de una forma muy especial.
—Por mucho que queramos a alguien creo que no señor, no podemos tomar la decisión por ellos de vestirlos o arreglarlos.—Le respondió exactamente con las palabras que deseaba oír el director para exponer su punto. Aunque Óscar lo había entendido perfectamente no era bueno cortar la inspiración de su jefe a la hora de explicar algo.
—Entonces no deberías aferrarte a cuidar de alguien que no conoces, que no sabes nada.—Le dijo directamente pues no había necesidad de rodeos.
—Lo estoy haciendo por mi crecimiento laboral y porque es mi trabajo.—Eso lo había repetido tantas veces que ya sonaba monótono al decirlo, como un robot que en automático lanza esa respuesta aún sin analizarla.
—No me mienta doctor por favor.—Le miró directamente a los ojos y puso una expresión de decepción en su rostro.—¿Usted de verdad piensa que soy tonto?
—No doctor, yo jamás insinuaría ni diría eso de usted.—Óscar comenzó a creer que la plática estaba yendo por un sendero que no debería y como niño chiquito ante un regaño comenzó a sentir desaprobación.—Está exagerando en su conversación y no entiendo a qué va todo esto.
—Va a qué usted se ha estado brincando varios protocolos y reglas del hospital por una extraña obsesión con una paciente que no sabemos si va a despertar.—Era muy evidente que era un regaño.—Ese podría ser un comportamiento psicológico nuevo o bien una variante de alguno existente. No es el primer médico que siente un tipo de atracción por una paciente.
Óscar ya estaba bastante molesto por las palabras e insinuaciones del director. Él pensaba que lo suyo era único y especial pero se estaba enterando que hubo casos antes.
—Esa enfermedad la he visto varias veces pero ninguna tan obsesiva como la suya. doctores con doctoras, doctores enamorados de enfermeras, enfermeras dándose a médicos, pacientes conquistando a médicos para sacarles cosas, especialistas coqueteando con guapas pacientes, todo lo he visto e incluso situaciones un poco anormales, pero lo suyo; enamorado de una paciente que está inconsciente y no puede decir nada, se me hace incluso algo enfermo.