En la vida de Athalia nada es color de rosa, todo lo que muestra al resto del mundo es falso, o al menos la gran mayoría de su vida. Mantiene un perfil que no es del todo suyo e intenta pertenecer de alguna forma al grupo de jóvenes que la rodean día a día en su entorno educativo.
Esta historia no comienza con la presentación de un personaje con el cual esperamos sentirnos identificados, esta historia comienza con la realidad de alguien que no debió mentir para encajar en un grupo social.
Como de costumbre Athalia caminaba en dirección a una pequeña cafetería cerca de su departamento en donde nadie además de su hermana y sus dos mejores amigos saben que trabaja diariamente luego de la universidad. A veces la chica siente que debería dejar de ocultar su realidad, pero recuerda su situación unos años atrás y se niega a hacerlo, aunque era bastante frustrante tener que inventar excusas cada vez que sus compañeros hacían planes y la invitaban, cuando podía aceptaba sus invitaciones y faltaba a trabajar, después de todo su jefa era como una madre para ella y la señora de ya avanzada edad no tenía problema con que Lía -como muchos la llamaban de cariño- faltara algún que otro día, siempre y cuando no hubiera mucha clientela a la cual atender.
Estaba comenzando el invierno y ya el frío se notaba en las calles de la ciudad, así que la chica apresuró el paso, metiendo sus manos heladas en los bolsillos de su abrigo. El viejo cartel que citaba “Café Rose” le dio la bienvenida a Lía, y el suave sonido de la campanilla que colgaba de la puerta llegó a sus oídos. El calor del lugar y un cálido abrazo de parte de Rose -la jefa y dueña del café- recibieron a Athalia en su lugar de trabajo. Sinceramente lo consideraba uno de sus lugares favoritos, sobretodo por la vieja biblioteca que yacía al fondo del lugar, cerca de una mesa que da a uno de los grandes ventanales, allí Lía pasaba la mayoría de su tiempo libre, o cuando no habían tantos clientes, ya sea sola o en compañía de sus dos amigos.
Dando una vista a su alrededor, y confirmando que solamente habían un par de personas en una mesa, la chica se puso su delantal con el nombre del lugar y se dirigió a si lugar de trabajo detrás de la barra de pedidos. Sería una tarde bastante aburrida, así que sacó su móvil y comenzó a responder mensajes de sus amigos y de sus padres a los cuales no veía desde hacía meses.
Genial -pensó Athalia- sus tíos harían una comida familiar a la cual debería acudir ya que es una tradición en la familia. Allí preguntarían por si inexistente pareja, y su madre podría alardear sobre las excepcionales notas de sus hijas.
El sonido de la puerta la distrajo. Al levantar la mirada se encontró con unos ojos miel bastante conocidos, los cuales no veía hacía semanas, sí, su mejor amigo había vuelto de sus “vacaciones”.
-Hola, me puede preparar una Lía para llevar?- Dijo con esa sonrisa característica de él, por la cual muchas universitarias se derriten – Oh, también dos cafés negros, sin azúcar por favor y dos muffins de chocolate.
Luke solía visitar a su mejor amiga en horas de trabajo, y era así como ambos pasaban las mejores tardes en compañía del otro, a veces poniéndose al día si no se veían por mucho tiempo, o simplemente ambos en su mundo, leyendo y tomando un café. Así que eso tocaba esa tarde, ponerse al día con todo lo que ha pasado en sus vidas las últimas semanas, y quizás más tarde luego del turno de Athalia, salir a las calles de la ciudad, iluminadas por grandes farolas y tomar alguna que otra fotografía para sus murales.
Definitivamente su tarde no iba a ser tan aburrida como pensaba.