Heterocromía Iridis

LUCIO

- Muy bien, ya lograste concentrarte en una sola parte de tu cuerpo. – dijo Teya orgulloso cuando vio que una delicada línea de luz verde se dibujaba en mi brazo derecho, y se abría camino en mi piel dibujando una figura. – Veamos que poder desbloqueaste. 

- Eso me suena a videojuego. – comenté desenrollando mis piernas en el suelo. Lograr el nivel de concentración que desbloqueó mi energía, me costó mucho trabajo, por lo que las piernas se me habían entumido. – "Has desbloqueado una nueva habilidad" – dije imitando el acento español que usan los narradores de los videojuegos. 

- Créeme, esto es más real que un videojuego. – Teya me indicó que levantara el brazo con un gesto de su cabeza, así lo hice. Comenzó a analizar con su mirada el tatuaje luminoso que destellaba en mi piel morena. 

- Desbloqueaste la habilidad K’iin. 

- ¿Cuál?

- Me parece que la traducción en español es "Tiempo". Algo me dice que voy a tenerte que enseñar a hablar maya y náhuatl. - comentó sin despegar la vista de mi brazo. - O tal vez ya lo sabes, pero no lo recuerdas.

- Te agradecería que me enseñaras. - dije mientras trataba de ver la figura que se marcó. - ¿Y qué hace esa habilidad o qué?

- Te permite teletransportarte en el tiempo y el espacio. – contestó Teya con naturalidad. 

- ¡No! ¡¿En serio?! ¡Eso es genial! Erika y Fernando se morirán de envidia. – comencé a sentir euforia y millones de ideas se me vinieron a la cabeza, cuando caí en la cuenta de que el tatuaje era muy llamativo. – Oye, y ¿cómo voy a esconder un tatuaje de ese tamaño? Y que además brilla.

- ¿Por qué esconderías el tatuaje? Es el símbolo de un guerrero bendecido por los dioses. 

- Digamos que, si mis padres me ven con esto en el brazo, me lo cortan. 

- Pero ya no vives con tus padres, ¿o sí? – dijo con una mirada traviesa. - Descuida, solo ciertas personas podrán verlos. 

- ¿Quienes? 

- Los puros de corazón o los que tengan la habilidad de hacerlo. Por eso los niños son los únicos que pueden ver a los nahuales. 

En ese momento, se escuchó una risa en toda la casa. La risa de mi hermana menor es inconfundible. Me levanté del suelo y caminé hacia la estancia seguido por Teya. Revisé el cuarto de mi hermana, pero ella no estaba ahí, hasta que volví a escuchar la risa de Erika. 

Provenía del jardín, que estaba exactamente debajo de la ventana de la habitación de mi hermana. Caminé hasta la ventana y me apoyé en el escritorio para poder ver afuera, abrí las batientes de madera y el aire entró libremente a la habitación, era cálido, algo húmedo, pues había llovido el día anterior, y los aromas de las flores del jardín que Horacio cuidaba tan celosamente, fluían por las corrientes inundando el ambiente. El sol caía de lleno en el jardín, pero un frondoso árbol cubría un área considerable, proveyendo de sombra el lugar donde estaba mi hermana hincada. 

- Que curioso. – dijo Teya apoyándose en el pretil de la ventana. – Pensé que Erika odiaba salir en días como estos. ¿Qué hace en el jardín?

- Debe sentirse agobiada de estar encerrada. Desde el accidente, todo el tiempo ha estado dentro de cuatro paredes. – en ese momento, me percaté de que parecía estar hablando con alguien, sin embargo, no había nadie más en el jardín. - ¿Con quién está hablando?  

Mi acompañante canino afinó la vista en dirección de Erika y, después de unos segundos, su rostro reflejó desconcierto.

- No lo sé. Debe ser una criatura que no puedo ver. – contestó Teya. – Cada día me sorprenden más las habilidades de tu hermana. 

- ¿Ella podrá ver mis tatuajes?

- Sin duda alguna. No por su habilidad, sino por su corazón. Sigue siendo puro e inocente. 

- ¿Inocente? Como se ve que no la conoces. 

- ¿Por qué lo pones en duda? Ay Daniel, tienes ojos, pero no ves. ¿Qué crees que fue lo que atrajo a Dominicus y a Horacio? 

- Eso sigue siendo un misterio para mí. – comenté sarcásticamente, a lo que Teya me correspondió con un ladrido. 

- ¡Por la madre tierra! Aun tienes mucho que aprender. – comentó mientras se alejaba de la ventana. – Deja de espiar a tu hermana y regresemos al trabajo. 




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