Heterocromía Iridis

EL MERCADO DE ALMAS

Aunque había caminado por esa puerta infinidad de veces y había visto el mismo panorama por 20 años, por primera vez quedé impactada con lo que me había recibido en aquella ocasión. Entre en una especie de gruta rocosa, una nave imponente rodeaba toda la cámara de aire en el que estaba el mercado armado, en el centro del “techo” brillaba una especie de sol pequeño, era una combinación de gases luminosos que, al parecer, se concentraban en el techo dando la ilusión de ser un sol dentro de la bóveda. Sobre las paredes, el suelo y por donde quiera que ponía mi mirada, había construcciones rocosas o de madera a modo de casas, locales y edificaciones de color café oscuro, negro y rojo óxido, de las cuales salían por las “ventanas” y “puertas” luz amarillenta. Todo tenía un aspecto rústico y cavernario, pero no parecía antiguo. También había puestos y ambulantes, era un tianguis, pero paranormal.

- Adelante. – Horacio rompió mi trance, comenzando a caminar delante de mí, pero sin soltar mi mano, indicándome el camino. – Es por aquí. 

Aunque mis pasos repetían los suyos, mis ojos estaban clavados en lo que me rodeaba, no podía despegar la mirada del entorno y todo lo que había. En las mesas, aparadores, vitrinas, muestras, y demás medios de exhibición había cualquier tipo de mercancía, desde collares, pulseras, ropa, libros y cosas comunes hasta animales, criaturas fantásticas y esclavos de toda clase y especie, eso solo en los primeros puestos, conforme nos fuimos adentrando, las mercancías se volvían más extrañas. Duendes, gnomos, hadas y quién sabe qué más en frascos, cuadros que se movían solos, mapas, cosas de madera que no tenían una forma o función aparente, espadas, cuchillos, armas, incluso relojes extraños, había muchas tiendas que decían vender cosas como tiempo, salud, amor, riqueza, belleza, voces, identidades, canciones, sueños y recuerdos, pociones al por mayor y de todo tipo, venenos y antídotos. En una sección del mercado a la cual Horacio no me dejo entrar y rodeamos por un camino alterno, pude notar que los vendedores mostraban a sus clientes cuerpos y partes del cuerpo humano como si fueran disfraces o prótesis artificiales. 

Mientras más avanzábamos, más descendíamos por aquel mercado. Tenía curiosidad por lo que había arriba, pero no me dejaba de sorprender lo que me encontraba en el camino. A nuestro paso, las demostradoras y vendedores nos mostraban sus mercancías y decían sus precios: dos canciones, un sueño, dos almas, un dedo, una voz, una visión, tres diamantes, dos secretos, seis pepitas de oro, diez plumas de quetzal, ocho uñas de ónix, 14 granos de cacao, una vendedora me ofrecía una especie de cuervo por 8 gotas de sangre. Realmente usaban de moneda cualquier cosa.    

Los comerciantes, clientes y andantes no se quedaban atrás, había criaturas de toda clase, era como si los personajes de los cuentos, películas, historias y comics se hubieran inspirado en todo lo que había ahí. Las hadas, duendes, centauros, sátiros, arpías, ninfas, sirenas, elfos, enanos, brujas y magos eran lo común, y casi siempre estaban del lado de los clientes. Algunas criaturas de las pude reconocer, estaban los nahuales, alebrijes, dzulúm-les, ahuizotl-les e ixpuxtequi-les de las culturas prehispánicas; noppera-bo, teke-teke, kappa, akaname, kitsune y otras criaturas de origen japonés; las valquirias, jormungand, fenrir, trolls y dragones de las culturas nórdicas; los amarok de la mitología inuit, aluxes mayas, “gusanos de la muerte" de Mongolia, entre otras que no pude reconocer. 

Estaba fascinada con lo que estaban viendo mis ojos, sin embargo, un escalofrío recorría mi espalda cuando alguien se me quedaba viendo durante un periodo, a mi parecer, muy largo. 


 

- Y, ¿a dónde vamos?

- Vamos a la tienda de un amigo mío. – escuché una risa tímida por parte de mi ama. - ¿Qué le hizo gracia?

- El hecho de que llamaras amigo a alguien. 

- Bueno, nos conocemos desde hace años, es justo que lo llame de esa manera. – En ese momento, fantasmas y recuerdos del pasado asaltaron mi mente e, inconscientemente, se reflejaron en mi rostro. 

- ¿Estás bien? – preguntó desconcertada, incluso podría decir que preocupada. – Nunca había visto esa expresión en tu rostro. 

Por unos segundos me vi tentado y consideré decirle la verdad, una verdad de mi pasado más lejano, pero ¿por qué? ¿de qué serviría? Solo lograría que me despreciara más. 

- Es por aquí. – dije guiándola hacia el embarcadero del mar Arelali. 

- Em… Horacio. – dijo al detener su paso en seco y soltar mi mano. - ¿No hay otra forma de llegar con tu amigo? No me gustan los botes, barcos, o cosas parecidas. 

- Esto es completamente diferente a lo que usted conoce, mi señora. – Le tendí la mano y dediqué una mirada tranquilizadora. 

Desde que la conozco, ha sido la única persona que me ha inspirado lo que algunas criaturas llaman compasión y, se podría decir, cariño, el que estuviera tranquila me preocupaba. Además, una humana histérica no era conveniente en el lugar en donde nos encontrábamos.

- No le va a pasar algo, no mientras yo esté aquí. Yo la protejo. 

Vi su gesto vacilante, la duda en sus ojos, sus deseos de caminar hacia el lado opuesto a mí, esos ojos que aún se mantenían expresivos. 

- Vamos, se nos hace tarde. – dijo pasando a un lado de mí, dejándome con la mano extendida. Eso me congeló en el lugar donde estaba parado. – Oye, debes guiarme, no conozco el camino. – Comentó cuando se dio cuenta de que no la estaba siguiendo. 




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