Heterocromía Iridis

UN HERMOSO ANILLO

Mientras estoy buscando la manera de ayudar a mi dulce Erika… con la que estaba pasando un excelente momento hasta que Horacio apareció, eso nunca se lo perdonaré, siento unos pequeños rasguños en mis muslos, los cuales son la única parte de mis piernas que Silvana no sumergió en el suelo.

Al girar un poco mi cabeza, veo que un pequeño amigo de cerámica rasca mis piernas y el suelo, liberando mis piernas poco a poco. También puedo ver que un humano joven se está acercando a donde está Horacio y lo libera sin problema alguno.

Ahora entiendo, aunque mirada de Erika parece divagada y todo da el indicativo de que ha vuelto a caer en los hechizos de Silvana, ella no estaba atrapada en el velo de placer de la súcubo, sino distrayendola para que este muchacho pudiera liberarnos… que humana tan lista, pero que arriesgada. Si Silvana la descubre antes de que ambos estemos liberados, le puede ir mal.    

Bien, mis piernas se pueden mover.

Es momento de ponerle un alto a Silvana.

Ah, ya extrañaba mis kpingas.

El humano se adelanta, esperando la señal de Erika.

La temperatura desciende dramáticamente en la tienda, es bastante extraño, considerando que Erika acaba de estallar en llamas, cegandonos por un momento tanto a Horacio como a mí, pero el chico actúa más rápido que todos y se lanza para envolver a Erika con sus brazos, para luego desaparecer en una especie de vórtice.

Apenas pudieron desaparecer los dos humanos, Silvana ha soltado un zarpazo. De no haberse ido, hubieran volado sangre, vísceras y pedazos de carne.

Ahora es cuando, hace mucho que traigo ganas de una pelea con un demonio como Silvana.

Aprovechando la confusión, lanzo uno de los kpingas justo hacia el perfecto rostro de nuestra “amiga”... dejémoslo en conocida. Ella levanta un madero del suelo, cuando aviento el otro, el impacto de mis dos armas es lo suficientemente fuerte como para que el tablón se rompa y Silvana no vea el ataque que sigue detrás de mis armas africanas.

Horacio le da una patada a Silvana que la obliga a poner ambos pies sobre la tierra y a arrastrarse sobre el piso como si fuera una serpiente. El demonio que es mi amigo, la persigue lanzando sus dagas una tras otra a medida que éstas vuelven a sus manos, aunque está muy cerca de darle, la súcubo era demasiado rápida…

¡Maldita sea! Mi amigo la había nutrido bien.

Silvana alcanza un pequeño cofre que tiene en uno de los estantes. El diseño tan peculiar de la caja hace que la reconozca de inmediato.

- ¡Horacio, alejate de ella!

Demasiado tarde, una bandada de murciélagos desesperados sale del interior del cofre haciendo que el ataque de mi compañero falle, sin embargo, no son los murciélagos los que me preocupan.

 

 

Erika se estaba terminando de colgar la mochila, cuando escuchamos un sonido estruendoso, algo parecido a la mezcla de un alarido corderos siendo sacrificados y el rugido de una tormenta. El sonido nos paralizó tanto a mi hermana como a mí.

- ¿Qué rayos fue eso? - preguntó Erika. 

- No tengo ni idea, pero tenemos que salir de aquí… ¡ahora!

Tomé la mano de mi hermana para comenzar a correr de regreso a donde estaban Horacio y el tipo extraño con el delantal de herrero, cuando sentí una vibración extraña en la tierra. Con mis sentidos recién hipersensibilizados y entrenados, podía sentir todo lo que sucedía  mi alrededor, como si la tierra, el aire y el agua del ambiente se comunicaran conmigo, es extraño, pero desde que descubrí que era nahual, la naturaleza estaba desesperada porque la escuchara, por eso, cuando había peligro, me alertaba.

- Erika, atrás… - la empujé de regreso un par de pasos.

Del otro lado de la pared, y derrumbandola casi por completo, apareció ante nosotros el cuerpo aturdido del hombre del delantal de herrero. Su cuerpo “descansaba” sobre los escombros del hoyo que se había formado en la pared.

- Alcander… - lo llamó mi hermana.

El hombre reaccionó al escuchar la voz de Erika pero, aunque de verdad lo intentó, no se pudo levantar con la rapidez que él hubiera deseado. Ella se inclinó sobre él para comenzar a revisarlo, lo cual me sorprendió porque mi estaba casi desnudo y, después de una rápida revisión, Erika se trepó encima de él como si nada.

- Okey… eh, eh, ¿cómo te ayudo a sanar? - dijo mi hermana impaciente y angustiada. - Recuerdos… dijiste que te alimentas de los recuerdos. ¿Qué recuerdo te doy?

- Erika, mi dulce Erika. - el individuo parecía enternecido con el gesto de Erika, correspondiendo con una sonrisa y una caricia en su mejilla. Eso me molestó y estuve a punto de arrancarle la cabeza yo mismo.

Pero en ese momento, una sombra cubrió el cuerpo tanto de mi hermana como el del dichoso Alcander.

Mis ojos no creían lo que veían. Una figura parecida a la de un fantasma, pero con la apariencia casi traslúcida de una medusa se levantó irguió frente a mi hermana, quien volteó enseguida con su espada sujeta con ambas manos.

- ¿Qué chingados es eso? - pregunté con la voz temblorosa.




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