Heterocromía Iridis

EXAMEN PROFESIONAL

Alcander se fue de la casa pasados los dos días que le permití quedarse, se fue sin necesidad de que se lo pidiera y sin hacer barullo. Cuando nos despedimos, me regaló un enorme ramo de girasoles de color anaranjado, y fue tan dulce que me sentí mal por no entregarle el libro de mi historia, pero no podía regresarselo, en ese documento estaban las respuestas a muchas preguntas que me hacía desde niña. 

El otoño llegó, y mi último semestre de la carrera terminó, el tiempo pasó a la misma velocidad con la que el viento se lleva las palabras, y, antes de que me diera cuenta, ya estaba trabajando en mi tesis.

Mi proyecto de tesis surgió cuando revisé los proyectos de inversión que investigamos Horacio y yo para reinvertir parte de lo que me había heredado mi tía Lupita. Cuando definimos el camino que seguiría mi proyecto, nos decidimos a arrancarlo. Para cuando le presenté la idea al asesor, ya llevábamos gran parte del camino recorrido.

Empezamos con la fábrica de materiales de construcción. Horacio investigó si  había alguna construcción que pudiéramos acondicionar para lo que tenía en mente, revisamos varias páginas de internet y visitamos varias inmobiliarias. Así fue como dimos con una nave industrial en venta que que estaba en la colonia Jiquilpan, aunque la zona no estaba muy bonita y estaba un poco alejada de la casa, en cuestión de seguridad e infraestructura no estaba mal, además, las fotos que me había enseñado el agente inmobiliario prometían una buena inversión.

Mientras íbamos camino a la bodega, fui observando la calle, a las personas que vivían en las casas de alrededor, algunas viviendas eran muy bonitas, otras sólo necesitaba algunos arreglos, el pavimento de la calle no estaba tan mal, pero se podía mejorar. Pero, de lo que más me percataba, era que la gente se nos quedaba mirando cuando íbamos pasando en la Hummer; cuando Horacio la compró, quedé fascinada y me encantaba andar en ella, pero debo reconocer que llamaba mucho la atención.

- Llegamos. - anunció Horacio mientras se detenía enfrente de un portón negro de metal, se veía bastante resistente, de buena forja.

Horacio me ayudó a bajar de la camioneta, como yo estaba tan absorta en la fachada de la propiedad, ni siquiera vi cuando un hombre de estatura baja, moreno oscuro y un traje de color gris claro se me acercó.

- Señorita Mendoza, buenos días. - me dijo cuando nos alcanzó a Horacio y a mí.

- Don Fernando, buenos días. - contesté estrechando su mano.

- Que puntual, llegó 20 minutos antes de la cita. - comentó cortésmente.

- No conocía la zona, así que me vine con anticipación. - contesté mientras mi mirada seguía concentrada en la fachada.

- Puede que no tenga una bonita apariencia, pero le aseguro que la construcción es sólida. Se le pueden hacer las modificaciones que usted quiera y la estructura principal no sufrirá daño alguno. - me explicó el agente.

Horacio me observó en silencio, hasta que, pasados unos segundos, me preguntó.

- ¿No le gusta la fachada, maestro? Podemos buscar otra propiedad.

- No. Ésta está bien. - contesté inmediatamente. - Y la fachada me gusta así. El chiste es no llamar la atención.   

Don Fernando me guió al interior de la propiedad, caminamos por un estacionamiento un tanto rústico pero en buenas condiciones, cabían perfectamente varios camiones industriales, además de algunas camionetas y alguno que otro trailer. Después del recorrido por el estacionamiento, nos llevó hacia el interior de la nave principal.

Frente a mí, se abrió una nave muy espaciosa, la construcción era de concreto, con techo de lámina gruesa, y grandes ventanales en la parte superior de las paredes.

- Como puede observar, esta es la bodega principal. Tiene tres accesos, uno es la puerta por la que entramos; la entrada principal, que se encuentra al frente de la nave, y una puerta de emergencia que se encuentra en la zona de las oficinas.

Horacio, más que observar la propiedad, me observaba a mí, y esto hacía sentir incómodo al agente de bienes raíces.

- Los ventanales proveen de la suficiente iluminación durante el día, además de que permiten una adecuada circulación del aire, aun con maquinaria industrial trabajando a todo lo que da.

- Es fría. - comenté al aire.

- Si, bueno, eso se debe a… - iba a contestarme Don Fernando, cuando lo interrumpí.

- Me agrada.

El hombre me dedicó una mirada de confusión, mirada que decidí ignorar.      

- ¿Esas lámparas son funcionales o necesitan reparación? - pregunté señalando los faros que colgaban del techo.

- No, están en perfecto estado. De hecho, son nuevas y proveen de una muy buena iluminación en la noche. - contestó el agente y se apresuró para demostrarme que las luces funcionan, accionando el enorme interruptor que había a un lado de una escalera. 

- Bien. - seguí con mi inspección. - La construcción no parece aislar el sonido.

- No, me temo que no.

- No fue pregunta. - comenté con una sonrisa. - Dijo que había una zona de oficinas. ¿Podría mostrarmela?




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