Heterocromía Iridis

YA NO PIERDAS MÁS EL TIEMPO

Después del incidente de Dominicus, la señorita Erika se aisló de todo contacto con el mundo por dos semanas completas. Literalmente, se desconectó. Las publicaciones en todas sus redes sociales cesaron, no contestaba mensajes en ninguna plataforma, dejaba entrar las llamadas a buzón y no salió de su habitación en esas dos semanas. Y el hecho de que su habitación tuviera baño, tampoco facilitó el hacerla salir de ese lugar.

Siempre que yo entraba en la habitación, la veía sentada sobre la mesa que tenía cerca de la ventana, viendo hacia el exterior, con las cortinas abiertas si era de noche, o cerradas si era de día; siempre callada, seria, pensando, parecía absorta en un mundo lejano.

En una de las veces que entré por la bandeja de comida, vi sobre la cama cuatro libros forrados de cuero negro con un bordado en plata en la portada. En ese momento, recordé lo que Alcander me había dicho:

“Resulta ser que existen otros tres libros como el de ella, negros y con una rosa plateada en la portada, solo son cuatro en total. Aun no descubro a que se debe esto o qué relación tienen, pero no son como los libros de los demás humanos.”, se repitieron sus palabras en mi cabeza.

Alrededor de los libros, también había hojas desperdigadas por todos lados; reconocí la letra de la señorita Erika al instante. Sentí curiosidad por saber lo que había en los libros y en los apuntes, sobre todo porque en varias se repetía el dibujo de una serpiente de 6 cabezas. Eso me inquietó, porque, en el mundo demoníaco, esa imagen solo significaba una cosa.

Al ver los dibujos de la humana, recordé lo que le dijo la adivina a la señora Guadalupe.

“Los cuatro defensores del equilibrio se encontrarán bajo el sauce bañado en sangre, la mujer del fuego azul custodiada por el demonio y el ángel, el hijo de la bruja con el mar en los ojos, una canastilla nacida con el viento en el corazón y el maestro de la tierra criado por el amo de la muerte”, dijo la adivina ante los estupefactos ojos de mí, en ese entonces, ama. 

De igual manera, algo que había dicho Silvana. “Y eres lo más codiciado por todos. Bueno, excepto por aquella Mujer Quetzal y su hija Canastilla; o por el hombre Xolotl con su hijo de ojos azules como el mar. Pero ellos vinieron hace ya más de dos años.”

Y, por último, las palabras de Leonor. “El cónclave piensa que en cualquier momento se puede desencadenar el Apocalipsis.” Palabras que, en su momento, creí exageración de mi antigua amiga… conocida.

En los últimos 10 años, se habían hilado varias coincidencias, demasiadas para mi gusto, y la mayoría estaban relacionadas con la señorita Erika, así como a los otros tres humanos.

- Horacio… - me llamó la señorita Erika. Eso hizo que desviara mi atención de las notas de mi ama.

- Dígame, maestra. - centré mis ojos completamente en ella. Había cambiado tanto desde que la conocí en Nagoya.

- La fecha de la Cena de Graduación es este fin de semana, ¿cierto? - su voz estaba ronca y pastosa, producto de que no había hablado en dos semanas.

- Cierto.

Cruzó los brazos sobre su abdomen y con las manos se talló nerviosamente, mientras dirigía los ojos hacia las hojas de la cama.

- El tiempo se me acaba. - dijo con pesar.

Esa afirmación me angustió de una manera indescriptible; pero su expresión cambió rápidamente.

- ¿Te… te gustaría ir al baile conmigo? - me preguntó la señorita Erika.

Como yo esperaba un comentario referente a otro asunto, la pregunta me tomó desprevenido.

- Eh… perdone, mi señora. ¿Podría repetirme la pregunta?

- ¿Te gustaría ir al baile conmigo?

Aun cuando me repitió la pregunta, la sorpresa no desapareció.

- ¿Usted quiere ir conmigo?

- Sí.

Una extraña sensación cálida y suave, con un pequeño atisbo de inofensivo orgullo, me invadió el pecho. No pude evitar sonreír, a lo que ella contestó también con una sonrisa. Me acerqué a ella para decirle que sí, pero, entonces percibí la maldita presencia celestial de Lucio.

- ¿Y qué dice el ángel? - pregunté, alejándome de ella. - ¿No le gustaría ir con él, en lugar de ir conmigo?

- Horacio, honestamente, si no vas tú, no quiero ir.

Eso hizo que mi corazón se acelerara de una manera incontrolable.

- Vamos los tres, o me olvido de ir a ese baile.

Y esa respuesta me bajó de golpe a la tierra.

- ¿Los tres? - pregunté, algo molesto.

- Horacio, intenté escoger entre ustedes dos. - comenzó a explicarse, pero por alguna razón, no tuve la sensación de que se refiriera a la cena. - Créeme, lo intenté, pero los necesito a ambos conmigo.

En un principio, me enfadé ante la idea de compartir, sin embargo, al ver sus ojos temerosos, y recordar su rostro alegre cuando estamos los tres juntos, no pude negarme a cumplir con sus deseos.

- Si el ángel está de acuerdo, yo no tengo problema, mi señora. Iré con ustedes.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.