Heterocromía Iridis

LA CONSTRUCCIÓN

Tenía los ojos cerrados, y estaba envuelta por las alas de mi ángel de la guarda. Aún recuerdo el cambio en la temperatura que me rodeaba, el agobiante bochorno de un lugar atascado de gente pasó a ser una fresca brisa que jugaba con las plumas negras que me rodeaban. El ensordecedor ruido de las bocinas del equipo de sonido del salón se convirtió en apenas un murmullo, entonado por el viento que silbaba.

- Ya puedes abrir los ojos, Erika. - dijo Lucio pasados unos segundos después de que sentí el cambio de mi entorno, pero no quería abrirlos, estaba tan cómoda entre sus brazos (y sus alas) que me quedé ahí por unos segundos más. - Erika.

- Disculpa… - me disculpé y, a regañadientes, me separé de Lucio mientras abría los ojos.

- No tienes de qué disculparte. Me gusta tenerte así, junto a mí. - me dijo acariciando mi mejilla. Ese gesto también lo hacía Horacio, pero se sentía tan diferente uno del otro.

- ¿A dónde me trajiste? – pregunté, revisando con la mirada mi alrededor, pero sin separarme de él.

Estábamos en el piso de un edificio en obra negra, no, ni siquiera en obra negra, era el puro esqueleto de una construcción.

- ¿Quieres revisar? – invitó Lucio abriendo los brazos hacia la nada e indicándome que era libre de andar por el lugar con seguridad.  

En un principio, pensé que me había llevado a la construcción de uno de los edificios de departamentos que estábamos construyendo, pero no la reconocí. Por la altura y la velocidad del viento, supuse que estábamos en una torre mucho más alta que la de nuestros departamentos.

Caminé hacia la orilla del rústico piso, sin barandales, sin quicios, si andabas distraído por ese lugar, era probable que el piso se te acabara y ni cuenta te dabas.

- Cuidado… - advirtió tomándome del brazo y retrayéndome a él.

Mi pie izquierdo bailó en el aire hasta que la acción de Lucio me hizo hacia atrás. Ahí me di cuenta de que la torre era realmente alta, ni siquiera se alcanzaba a ver el suelo, porque las nubes tapaban toda la urbe, solamente se veían manchas de luz difuminadas entre la suavidad de la condensación del ambiente.

- Lucio, ¿en dónde estamos?

Con su mano aun sujetándome del brazo y el otro rodeándome por la cintura, me contestó.

- De casualidad te suena… ¿La Torre Yeda?

Al escuchar la respuesta, una sensación de vértigo me invadió desde los pies hasta la cabeza, las piernas me empezaron a temblar y me aferré con mayor fuerza a mi ángel guardián. El maldito me había a la construcción de la torre más alta del mundo. 

- ¿Me trajiste a Arabia Saudita? – espeté.

- Horacio dijo que mientras más lejos, mejor.

- Si, pero, ¿era necesario al otro lado del mundo?

Lucio sonrió ante mi reacción, creo que era la primera vez, desde que había regresado, que me aferraba con tanta fuerza a él como cuando era niña.

- Sí, pero en parte, era porque quería enseñarte esto. – hizo un ademán con la mano, desplazando su brazo entero de un lado a otro, mostrándome la vista.

- La vista es impresionante, pero también es algo aterradora. – contesté, viendo hacia abajo.

El ángel volvió a reír.

- No, Erika. Lo que te quería enseñar está mucho más… - soltó su mano de mi cintura y la usó para levantarme desde el mentón, enfrentándome a una nueva imagen. – …arriba.

Al levantar la vista, me encontré con el paisaje más hermoso que había visto en mi vida. El cielo se veía tan claro sobre las nubes, un azul grisáceo contrastaba con los tonos anaranjados que teñían el panorama, el sol se veía levantándose tímidamente entre las nubes del horizonte, su luz teñía de amarillo a su alrededor, transformándose en naranja conforme los rayos se iban alejando de su origen. Con el viento recorriéndome por el rostro, tenía la sensación de que estaba volando.

- Es hermoso. – solo pude decir eso. La belleza del paisaje me había robado el aliento.

- A mí también me gusta. – comentó Lucio. – Se parece mucho a mi hogar.

- ¿Así se ve el paraíso? – pregunté.

- Se le acerca, pero yo no me refería al paraíso.

Ese comentario me desconcertó.

- Entonces… ¿a cuál hogar te refieres?

- Erika, cuando estoy junto a ti… me siento en mi hogar. No hay otro lugar en el que quisiera estar, más que aquí, contigo.

Sonreí a la vez que di un suspiro.

- Erika, tengo algo que decirte, y que ya no puedo seguir callando más. No quiero seguir callándolo.

Sin saber por qué, las manos me temblaban, pero decidí esperar a que Lucio terminara de hablar.

- He estado contigo desde la primera vez que naciste en este mundo terrenal, te he acompañado en cada una de tus vidas, y no hay una sola en la que no me hayas sorprendido. Siempre encuentras la manera de salirte de lo convencional.

“Bueno, me consuela saber que nunca fui parte del montón, ni siquiera en mis vidas pasadas”, pensé.




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