Heterocromía Iridis

EPÍLOGO

Si tuviera sentimientos positivos, mejor dicho, si tuviera algún sentimiento, la situación en la que se encontraba la humana me hubiera conmovido, pero no había venido a la tierra con la misión de compadecerme de ella. Mi misión era corromperla, unirla al ejército infernal y convertirla en mi reina, para darle vida al anticristo, o al menos, eso dijeron que era mi misión. Si debía hacer todo eso con ella, agradecí que al menos fuera una humana hermosa y valiente, eso hacía que el verla quebrada, rota, suplicante, se volviera mi droga; me encantaba verla llorando, gritando y con aire de desesperación.

- Horacio … - lo llamó Erika. Yo estaba en la ventana, observando todo, callado y atento. 

- Dígame, señorita.

- Quiero descansar. – pude detectar pesadumbre y cansancio en su voz. – Solo quiero dormir.

- A la orden. – Horacio la cargó, acomodó en la cama y la arropó, desde ahí comprendí que mi hermano se estaba encariñando con la humana. Tal vez, si quedaba rastro del ángel que alguna vez fue.

- Horacio… - volvió a decir su nombre. Me pregunto si alguna vez ella llegará a decir mi nombre como dice el de él.

- Dígame.

- Tengo mucho sueño. No me despiertes, que tengo muchas ganas de dormir. 

- A la orden.

Le faltaba malicia a mi hermano, o estaba tan cegado por los incipientes sentimientos que tenía, que no vio a todas luces lo que Erika pensaba hacer. ¡Qué idiota!

En cuanto la habitación quedó sola, pude aparecer a un lado de la cama o, mejor dicho, sobre la cama, flotando en el espacio sobre ella, podía ver su cara de tristeza y lamento, dolor y frustración, agonía y desesperación. Era la primera humana que veía reaccionar así ante la posibilidad de vivir eternamente. Recostada en la cama y con esa expresión, tan débil y vulnerable que estaba en ese momento, si quería, podía poseerla sin mayor esfuerzo.

Escuché una risita en la habitación, una risita que me era familiar y placentera.

- Si no controlas tus fantasías, algún día te dominaran. – dice Evangeline, sentada en el sillón olivo, fumando con elegancia de una pipa larga y tallada en madera del Espino Sagrado de Glastonbury, Inglaterra. Solo ella podía ser tan sínica en una blasfemia.

- Me lo dice la mujer que pasa el 80% de su tiempo en el torbellino de la lujuria.

Sus ojos son fríos, vacíos, dos cuencas rosas que resaltaban en su cara, no podías adivinar si te estaba observando o si estaba pensando. Hermosa de voz, cabello y perfil, figura estilizada, ni la misma diosa Afrodita podía compararse con la belleza de tal mujer, y eso que yo la conocía en persona.

Con sus carnosos labios rojos soltó una bocanada de humo y se deslizó por el aire hasta estar a un lado de la cama de Erika. Evangeline se paró enfrente de ella, la observaba con una actitud eufórica, como si estuviera impaciente por hacerla pasar por mil y un tormentos.

- Así que… - dijo fumando de su pipa. - …esta es la elegida. Bueno, una de ellos. – soltó el humo mientras jugaba con la pipa en la mano, se inclinó sobre Erika y colocó su rostro a la altura del de ella. – Para ser sincera, esperaba algo… más.

- Soportó la fusión de almas con Horacio, eso ya habla mucho de ella.

- ¿Horacio? ¿Ahora se llama así?

- Sí.

- Parece nombre de mascota.

En ese momento, Erika abrió los ojos y su actitud lastimera y patética cambio por una de alarma, ella podía vernos a Evangeline y a mí. Se levantó de la cama de un brinco y cayó del otro lado de pie.

- Es rápida.

- ¿Quién eres? ¿Qué haces aquí?

Evangeline lanzó su pipa sin fijarse en donde caía y se colocó en posición de ataque.

- Esto va a ser divertido. – dijo la arpía.

Evangeline se lanzó sobre Erika como furia, lo único que hizo la humana fue dar dos pasos hacia atrás y poner los brazos a los costados con los puños, viendo fijamente a Evangeline, eso me desconcertó. La furia que era mi compañera infernal rugió y estaba dispuesta a desgarrar a la humana en pedazos, cuando la habitación se vio envuelta en llamas azules. Tanto Evangeline como yo gritamos. 

Una mini explosión hizo que me cubriera con los brazos el rostro, pero Evangeline no tuvo la misma suerte. Cuando me recuperé de la sorpresa, vi que Erika tenía el cuerpo rodeado de llamas y a la arpía sometida, la humana estaba sentada encima Evangeline, inmovilizándola con las piernas y a punto de dar el golpe final.

- ¡Ah! – rugió Erika, en ese momento, intervine. Me aparecí detrás de ella para detener el golpe en el aire, aprisionando su brazo con mi mano y jalándola hacia mí.

Cuando sus ojos estuvieron frente a los míos, observé otro cambio radical en ella. Los bellos ojos heterocromáticos habían pasado a ser completamente negros con venas de alrededor completamente teñidas de gris obscuro. Trató de atacarme, pero al momento de que cayó en la cuenta de quién era, sus ojos volvieron a la normalidad.

- ¿Dominicus? ¿Qué rayos estás…? – no la dejé terminar. Soplé en su cara y ella en automático se durmió, relajando todos sus músculos y perdiendo la conciencia completamente, tuve que sostenerla para que su cráneo no se estrellara contra el suelo.




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