8.
Al siguiente día de escuela, me siento muy diferente. Demasiado. Me siento perdida y vacía. Sigo teniendo estas locas pesadillas y todas terminan conmigo llena de sangre. No tengo hambre. No hablo con nadie. Las clases pasaban y mis amigas no me miraban. Me siento rara. Sola. Desconocida.
Ellie está en mi clase de inglés, solo me da una sonrisa triste. No sé si es porque me tiene lastima o realmente es mi amiga. Ella sonríe de nuevo cuando me siento a su lado, pero antes de poder decirle algo, se levanta y se sienta unos dos escritorios lejos de mí. La gente entra y me mira, murmuran y mi corazón late con fuerza.
¿Cómo termine aquí? ¿Por qué la gente habla de mí como hablaban de Caroline Claire?
Tomo un largo suspiro y me concentro en mis manos. No tienen nada de especial pero es mejor que varios ojos viéndote y no precisamente porque eres bonita o porque quieren hablar contigo, te miran porque te están juzgando. Estas en su mente pero solamente piensan de ti cosas negativas, cosas que aunque no digan, te lastiman.
Me ahogo.
Me siento tan incapaz, como una persona en exposición. Como un fenómeno humano. Como un animal de tres cabezas encerrado para enseñársela al público.
Ellie me mira y no habla conmigo, quiero acercarme a ella y preguntarle porque se comporta de esta manera pero se cuál es su respuesta. Yo misma habría hecho lo mismo.
Si Ellie de pronto se hubiera parado y comenzado a hablar sobre la muerte de una chica sin importancia yo jamás le volvería a hablar. Pensaría que está loca. Que es un fenómeno.
Finalmente, la clase comienza.
Pero no puedo concentrarme. Puedo escucharlos. Puedo escuchar los murmullos y las risitas. Dicen que de nuevo, estaré de pie con lágrimas falsas. Dicen que estoy loca. Que doy pena.
Que soy la nueva Caroline Claire.
Mis labios están secos y me pregunto si así se sentía Caroline Claire cuando murió. Seca. Sin vida. Sin oxígeno.
No estoy muriendo, pero tal vez sí.
No es normal que la gente se sienta así de un día para el otro, ¿No? Sentirse desolada y tan equivocada. No entiendo como todos pueden seguir sus vidas normalmente como si una chica de esta escuela jamás hubiera estado sentada aquí mismo.
Luego me doy cuenta de algo, estoy usando una blusa que Caroline llevaba hace tiempo.
No sé cómo, pero la compramos por separado y un día, ella la llevaba también. Creo que no se dio cuenta pero yo sí, la acorralé en el baño, le ordené que se la quitara y que se pusiera algo más. Ella negó, dijo que no tenía nada más que usar.
Yo, como la idiota que soy, tomé jabón líquido y manché su blusa. Una linda y cara blusa rosa con tres flores pequeñas en el frente. Caroline abrió los ojos y me vio.
Y Dios, esa mirada. Por un instante me dolió mucho. Y ahora duele mucho más.
Ella me vio como si ya no supiera quien era. Como si estaba frente a un horrible monstruo con colmillos, escamas y cuernos. Vi pánico en sus ojos. Vi que entendió que yo podía ser tan cruel, que podía hacerla sufrir de distintas maneras y formas.
Yo no era tonta. Sabía que la familia de Caroline no tenían mucho dinero y que, después que su padre murió, su madre tenía que trabajar más de lo normal. Sabía que esa blusa había sido un esfuerzo de su madre. Yo sabía tantas cosas pero aun así fui una desgraciada estúpida. Una idiota con una chica que llevaba una blusa igual a la mía. Una blusa que nadie noto en mí. Una blusa que todos notaron en Caroline porque estaba manchada de jabón. Una blusa, que muchos utilizaron de excusa para burlarse de ella.
Su mirada. Temerosa. Llena de pánico.
No dejé de verla así hasta el día de su cumpleaños. Desde ese día, Caroline ya no me miraba como su vieja amiga, o como la chica que era una malvada con ella. Me miraba como un monstro. Como escoria, posiblemente.
Mis pensamientos me consumieron y sin darme cuenta, todos se estaban levantando para salir del aula.
Ayer mamá no dijo nada. Pensó que actué así por lo de Caroline, porque para ella, aun éramos amigas.
Ellie se inclina hacia mi cuando casi no queda nadie en la habitación y susurra, con algo de vergüenza y pena: —Por favor, no te sientes con nosotros hoy en la cafetería, lo siento.
Y se va.
Todos se van.
Giro mi rostro y la ventana captura mi reflejo. Ni siquiera me reconozco. Me falta brillo en el rostro. Ya no luzco como la chica confiada que era hace muchos, muchos días atrás. Mi cabello está liso, sin volumen y frisado. Mis labios siguen secos y pálidos. Mis ojos, sin vida. Mi cara, sin esperanza.
Estoy muriendo. De alguna manera, este es mi castigo.
Caroline murió, pero yo vivo para morir. Moriré algún día, pero lenta y dolorosamente. Lo merezco. Lo merezco tanto.
Me coloco de pie y sé que tengo que ir a mi siguiente clase, pero no puedo. Ya no puedo más con los rumores y con las burlas. Y eso que llevo solo un día.
¡Rayos! Mi cabeza no deja de mostrarme el nombre de Caroline.