10.
No fui a la escuela. No comí. No pensé. No viví.
Tenía mis audífonos con todo el volumen, escuchando todas mis tristes canciones. Soñando con un mundo diferente. Pensando en todo lo malo que he hecho en mi vida y cuestionándome como pude ser así. Tan vacía y cruel.
Mamá se fue a trabajar pero pidió que la llamara cada hora, así lo hago. Acabo de hablar con ella y se sentía mejor pero no lo suficiente.
Escucho unos pasos frente a mi casa y levanto la mirada. Es Charlie, el chico que recogió mi cuerpo cuando me desmayé. De quien me reí, probablemente, varias veces. Charlie que no sé qué rayos hace aquí.
Charlie se ve nervioso mientras se acerca pero sonríe tímidamente de nuevo. Tiene miedo de Sandy Jones. Tranquilo, Charlie, yo también tengo miedo.
Él se queda parado frente a mí, bajo el volumen de mi música pero queda de fondo. Extiende un folder. —Te he traído tu… tus deberes.
Frunzo el ceño.
Él se explica: —Tú mamá ayer, pidió que yo te trajera tus tareas y también quiso mi número, tiene miedo por ti.
Me sentiría avergonzada pero no lo hago. Tomo el folder y lo dejo a un lado, Charlie me mira y junta sus cejas. — ¿Estas bien? —Pregunta.
Me encojo de hombros.
Charlie traga saliva y se inclina frente a mí. Está demasiado cerca pero no lo suficiente. —Sandy, no nos conocemos pero sé que tú no eres así.
Arranco mis audífonos. — ¿Cómo soy entonces? —Mi voz suena agitada, agrietada— ¿Mala? ¿Cruel? ¿Una loca? ¿Perversa?
Niega haciendo una mueca. —No, no, nada de eso —suspira—. Eres alegre, muy alegre.
Era.
Juego con el cable de los audiófonos. —Ah.
Charlie se sienta frente a mí a cuclillas y parece un niño pequeño más porque sus pantalones le quedan muy cortos y puedo ver sus calcetines negros por debajo de sus zapatillas deportivas.
—Puedes irte, Charlie. —No es una orden, pero podría serlo.
Lo único que quiero es seguir sola. Merezco estar sola. No merezco que Charlie sea amable.
Detiene sus ojos frente a mí por un segundo y se coloca de pie. —Está bien, si necesitas ayuda con tu tarea, puedes llamarme… puedes, no sé… solo háblame si necesitas algo.
No lo dejo que se vaya aun, lo llamo: —Charlie.
Tal vez es porque estoy demasiado sola pero no hay tal cosa como demasiado sola cuando estás sola y ya. Estoy sola. Completamente sola. No conozco a la chica del reflejo. No hay nada dentro de mí que se parezca a quien era. A la basura que era pero al menos era alguien. Ya no soy nada.
Se gira y espera a que hable.
Respiro profundo, como si estuviera sacando la cabeza de una bolsa plástica. —Quédate un momento.
Asiente y se acerca. No nos conocemos. No recuerdo su apellido. No sé nada de él. Solo somos dos chicos diferentes. Una bruja y un buen chico. Una escoria y un buen chico. Un chico que preguntó algo y se burlaron de él. La chica que hizo una cosa bien, defenderlo. Defender en general. Una sola cosa bien en toda su tonta vida.
Toma asiento a mi lado y señala los audífonos. — ¿Qué escuchabas?
Lamo mis labios. —Una canción triste.
Charlie tuerce su boca. —He leído que cuando estas triste y escuchas música triste, en realidad, te sientes mejor.
Pienso en toda la noche que escuché canciones deprimentes. —Creo que te han mentido.
Se mueve para quedar un poco más frente a mí. —Sandy, ¿Extrañas mucho a Caroline?
Mi estómago arde con su nombre. —No.
No sé si la extraño. Charlie golpea su pie en el suelo un par de veces. — ¿Qué sentiste cuando escuchaste la noticia?
Me sorprende su pregunta pero me sorprende aún más la rapidez en que contesto. —Nada, al principio nada. —Lo recuerdo—. Pero después, lo entendí realmente. Me di cuenta que estaba muerta, que lo hizo y que se cortó las venas, arterias o lo que sea que haya atravesado para morir.
Charlie se queda en silencio y deja de hacer preguntas, pero permanece a mi lado por diez minutos más.