Hice Algo Muy Malo

12.

Lo lamento, Caroline.

Es lo único que puedo pensar mientras camino dentro de la escuela.

Las personas me observan. Murmuran. Se cubren la boca y hablan de mí. Se burlan. Se ríen. Ya no soy tan popular y si lo soy, por las razones incorrectas.

La gente niega.

Me juzga.

Mi cuerpo se siente caliente, tengo ganas de llorar. Estoy siendo aplastada por millones de ojos ahora mismo. Trato de mantenerme firme, confiada pero es difícil. La gente me mira con odio. Con ganas de empujarme. Con desprecio.

No sé qué han hablado de mí últimamente pero quizás todo lo que han dicho, es cierto. Muerdo mi labio para evitar llorar. No sé qué hacer. No puedo seguir aquí.

Camino lentamente al baño del segundo nivel solo porque está más vacío que los otros. Hay un par de chicas que me miran con las cejas levantadas. Les devuelvo la mirada seria e irritada, ellas ruedan los ojos.

No sé como pero ahora quienes me temían, ya no lo hacen. Ya no soy nadie para ellas. Solo me observan con lastima. Con odio. Con desprecio.

Entro a un baño y lo cierro. Escucho los pasos de las chicas y sé que se han ido. Cierro los ojos y dejo salir dos sollozos. Es lo más horrible que he sentido en toda mi vida. Como la gente me juzga sin piedad.

No les importa que los escuche, aun así hablan de mí. Limpio mi cara y trago fuertemente. Tengo aun todo un día por delante y no puedo permanecer en este baño por siempre. Tengo que pretender que todo está bien.

Salgo y en el espejo, una de las chicas escribió: Sandy Jones muérete.

Doy dos pasos hacia atrás y vuelvo a llorar.

~

En las clases era lo mismo.

Escuchaba las risitas. Se burlaban de todo lo que hacía, decía, tenía. De mi cabello. De mi cara. De mis labios secos. De mis ojos sin brillo. Del hecho que ya no tengo amigos. Que ya no tengo novio. De mis padres divorciados.

Todo en murmullos.

Todo en murmullos que puedo escuchar.

Dicen que estoy gorda. Que estoy flaca. Que soy fea. Que doy asco.

Los ignoro tanto como puedo. Si lloro, solo les daré más razones para que se burlen de mí. Pretendo que no me importa.

Antes de dirigirme a la cafetería, Cecilia me empuja contra los casilleros. Algunas personas nos observan.

—Sandy. —Su seguridad me da asco.

Ella me temía.

Ella me adoraba.

Parpadeo, me obligo a permanecer tranquila. — ¿Qué quieres?

Sonríe. —Bueno, ¿Qué tal tus vacaciones?

Golpeteo mi pie rápidamente. Por supuesto que estoy nerviosa. La gente nos observa con tontas sonrisas en sus rostros. Les divierto. —Tengo que ir a la cafetería, quítate.

Ella rueda los ojos. —Pero si no tienes amigos ahora, ¿Con quién te sentarás?

No le contesto.

Cecilia hace un puchero falso. —Oh, ¿Qué? Vamos, era mejor que nos alejáramos de ti, seguro harías que la escuela entera nos odiara eventualmente así como hiciste con Caroline Claire, ¿No?

Nunca me agradó. —Solo muévete.

Ella me toma por los hombros. ¿Por qué lo hace? —Siempre crees que puedes con todos, pero ahora… todos te odiamos, Sandy. Siempre te creíste mejor que todos, ¿no? Sabía que un día las personas se darían cuenta de lo falsa que eres.

No voy a llorar. —Que bien, no me interesa.

Ella me suelta. —Por supuesto que no te interesa, eres una estúpida egoísta sin corazón.

Le doy la sonrisa más falsa que puedo y camino con la cabeza levantada lejos de ahí.

Egoísta.

Sin.

Corazón.

Lo sé.

No me dirijo a la cafetería, tampoco al baño a llorar. Solo voy a la biblioteca. No tengo hambre de todos modos. Ahí no puedes entrar con comida así que todo perfecto. Tan perfecto como se pueda.

No hay muchas personas. A pesar que la escuela no es tan grande, la biblioteca es más grande que el gimnasio, tal vez es tan grande como la cafetería. Busco una mesa alejada de todos y lo bueno es que nadie me mira. No le importo a nadie aquí. Mucho mejor.

Tomo un libro al azar solo para fingir que voy a leerlo y me siento.

Mi estómago gruñe. Quizás si tengo hambre pero no hay nada en el mundo que me haga ir a la cafetería. No puedo estar ahí. Más personas me observarán. Ya no puedo lidiar con todo esto.

Veo a una chica del otro lado. Ella no deja de levantar la mirada hacia mí. Cuando hacemos contacto visual, se paraliza y se oculta debajo de su libro.

Aún hay alguien que le teme a Sandy Jones.

Me levanto y me siento frente a ella. —Hola. —Mi voz es débil.

Ella me observa y sonríe con los labios temblando. —Hola.




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