¿Qué es peor que peor?
Esto.
Revisé cada una de las notificaciones. La mayoría eran comentarios en los videos y fotos en los que estaba etiquetada.
“Sandy siempre fue una idiota”
“Sabía que ella tenía algo que ver”
“Y ahora ella es la depresiva en la escuela. Que estúpida”
“Sandy es una porquería. Deberían expulsarla”
“¿Caroline está muerta? Que mal, yo hablaba con ella. Sabía que tanta porquería en su vida sería demasiado”
“No puedo creerlo”
“Qué asco de persona”
“Esto es tan triste, no lo merecía”
“Todo por Sandy, debe pudrirse en el infierno”
“Odio a las personas así”
“Sabía que Sandy era una porquería pero nunca pensé que le hiciera todas esas cosas a Caroline”
Había tanto que decir de estos comentarios acerca de mí. Primero, eran ciertos. Todos. Yo era una idiota. Yo me daba asco. Yo merezco pudrirme en un infierno, si es que hay tal lugar.
Segundo, la mayoría son irónicos. Irónicos porque casi todos siguen asistiendo a la misma escuela y casi todos vieron cuan sola estaba Caroline. ¿Hicieron algo por ella? Lo dudo. Simplemente se quedaban callados. Simplemente me observaban. Se reían por lo bajo. Se preocupaban por lo bajo. Nunca tomaron el coraje que supuestamente muestran ahora para detenerme.
Tercero, y de esto estoy segura. Lo que siento ahora no es nada comparado con lo que sentiré en un minuto, justo cuando cruce esas puertas de la escuela.
No sé quién publicó el video primero. Muchos publicaron eso de distintos ángulos. Muchos me han amenazado. Insultado.
Todos.
No quiero bajar del auto porque tengo miedo. No sé si alguna vez lo admití pero te juro que estoy temblando. Estoy a punto de entrar a un lugar lleno de gente que me odia. Muerdo mi labio para evitar llorar. No pueden verme llorar.
Respiro hondo y me concentro. Son solo unas horas y luego, de vuelta a casa. Solo debo ignorarlos. No pueden lastimarme. No lo harán.
Salgo del auto y camino con la mirada hacia el suelo. Desde ya escucho los murmureos.
Justo cuando entro, lo siento.
Miles de palabras. Miles de insultos. Miles de pensamientos sobre mí.
La gente me observa. La gente sabe todo lo que le hice a Caroline. Ella se los dijo. Ella no calló nada. Ella lo reveló todo.
Ellos ahora lo saben todo.
Primero, una chica de segundo año me mira y murmura algo con un chico. Sigo caminando y escucho un: —Que asco.
Los ignoro.
Alguien pasa a mi lado, me mira y me empuja intencionalmente.
Casi.
Siete horas.
Ya casi.
Camino al salón de clases y me siento en la esquina. Tomo mi cuaderno y dibujo garabatos para que piensen que estoy distraída.
Sin embargo, cuando las personas comienzan a entrar, se ríen. Se están riendo de mí. Lo siento. Me miran y ríen. Todas sus miradas sobre mí. Se me hace difícil tragar y me concentro en mi dibujo pero no puedo, porque quiero llorar. Porque me estoy ahogando. Porque esta no era mi intención. Porque jamás quise que Caroline muriera. Sé que fui estúpida pero jamás quise eso.
Jamás.
Una chica de cabello rojo se sienta frente a mí y se voltea para verme. Subo mi mirada y ella levanta su ceja.
Así sucedió. El momento en que el leopardo se volvió la gacela. La ballena se volvió un camarón.
Ya no era temida en absoluto.
Pero eso no era lo peor.
Lo peor era que las personas ya no me miraban como ellos. Pensaban que era un pedazo de estierco, una idiota sin sentimientos. Ya no me consideraban. No les importa si me intimidaban y me hacían sentir incomoda.
Yo ya no era importante.
La chica le dio una mirada a mi cuaderno y arrugó la nariz. No sé quién es esta chica pero algo es verdad, estoy nerviosa. Muy nerviosa. Todos me hacen sentir tan nerviosa. Vulnerable. En medio del campo de guerra.
Lista para ser colgada o quemada.
Ella toma el cuaderno de una esquina y lo hace un lado, cae al suelo y ella se da la vuelta.
Solo eso.
Su odio canalizado en una acción.
Cuando lo levanto, ella murmura: —Estúpida insensible.
Pero aunque les cueste creerlo, sí tengo sentimientos.