24.
—Yo no lo hice. —Cecilia grita con una sonrisa divertida, y de manera muy inoportuna, me señala justo cuando voy pasando cerca de ellas—. ¿No pensaste que tu vieja mejor amiga pudo hacerlo?
Frunzo el ceño y comienzo a caminar más lento.
Ellie se da la vuelta. —Solo te lo dije a ti, Cecilia. —Susurra—. Sandy… Sandy no podría empezar un rumor de nuevo.
Me he quedado recta y sin saber qué hacer.
Iba de camino a mi última clase pero me atrasé un poco, decidí ir al baño antes de ir al aula. Justo cuando estaba caminando, ellas estaban ahí y jamás pensé que pasaría todo esto.
Ellie me señala. —Eres patética, Sandy. —Camina hacia mí—. ¿Lo hiciste? ¿Le dijiste a alguien?
Cecilia, interrumpe mucho antes que pueda pronunciar alguna palabra. —Por supuesto que ella lo hizo, Ellie. —Sonríe—. ¿No ves que solo quiere desviar la atención de ella por matar a Claire?
Muestro un gesto de disgusto. Ellie muerde su labio porque ya no sabe que creer.
Me cuesta tragar. —Ellie, yo no lo haría… sabes que… antes de todo esto, jamás hubiera hecho algo como eso.
Cecilia, de nuevo, habla. — ¿No? ¿Y que hay con Claire?
Quiero golpearla en la cara con fuerza. —No te metas, Cecilia.
Cecilia levanta su ceja con gracia y burla en su rostro. — ¿Tu pretendes que puedes hablarme así? —Acorta la distancia entre nosotras—. Eres una idiota y lo sabes, Sandy. Eres una persona horrible.
Trago saliva con fuerza.
Cecilia sigue hablando: —Me das asco, siempre lo has hecho, siempre actuabas como toda una muñequita de plástico y perfecta, eras odiosa y todos te odiaban. Toda Sandy Jones.
Ellie baja la mirada y no dice nada.
Doy un paso hacia atrás. —Escuchen, no tengo nada que ver con esto, solo déjenme en paz.
Cecilia me toma del brazo. — ¿A dónde vas?
Y ahora, me cuesta respirar.
Esta conversación era del supuesto bebé de Ellie y ahora, está en mi otra vez. Todo el odio. Todo el karma. Todo lo malo. Sobre mí.
Aplastándome.
—Suéltame. —Trato de zafarme pero ella me toma el otro brazo.
Sonríe. —Sandy, escúchame bien. —Me mira directo a los ojos— Por mucho tiempo traté que fueras mi amiga, hacia lo que me decías, reía de tus bromas, te ayudaba con lo que necesitabas, cubría tu espalda… pero tú jamás me viste suficiente para ti, ¿No?
Noto que Ellie se gira como no sabiendo que hacer, como sabiendo que esto está malo pero que tampoco le importa demasiado.
—Eso… éramos amigas, Cecilia. —digo.
Ella rueda los ojos. —No, estúpida. Siempre me tratabas como estorbo, ¿Crees que era divertido ser el bufón de la reina?
Una vez más, trato de soltarme. Cecilia me acerca a ella. —Te odio, Sandy. Siempre quise una oportunidad para humillarte como tú lo hacías y ahora es mi turno. Esto de Claire es la mejor oportunidad que la vida me ha dado, ya no importas, no eres nada. Nunca lo fuiste.
Ella me suelta y me empuja.
—Haré de tu vida un verdadero infierno, Jones. —Asegura.
Ellie suspira pesadamente. —Da igual, no quiero ser parte de esto.
Ella pasa a nuestro lado y antes de irse completamente Cecilia le grita: —Tú tampoco eres santa, Ellie.
Ellie se detiene.
— ¿No lo recuerdas? —Le pregunta a ella con una sonrisa de superioridad.
Ellie la mira con confusión. — ¿De qué estás hablando?
Niega feliz. Muy feliz. —De esa vez… Ellie.
Mis ojos están pegados en la boca de Cecilia.
Tengo miedo de sus palabras.
De alguna forma, tengo miedo de ella.
Tengo miedo de la vida. De vivir. De sentir. De pensar. De respirar. De todo.
Ellie niega. —Cállate, Cecilia.
Suelta una risa. —Vamos, no importa más.
Ellie me mira. —Deberíamos ir todas a clase.
¿Qué está pasando?
Cecilia toma mi cara de un movimiento brusco. —Bueno, ¿Recuerdas esa noche que te peleaste con Adam?
¿Cuál de tantas? Pasó por mi mente.
Adam y yo solíamos siempre tener pequeñas discusiones. Peleábamos casi todas las semanas. Pero siempre terminábamos arreglándolo de la misma manera, en su habitación.
Y ahora que lo pienso, no he dormido con nadie por mucho tiempo y creo que es mejor. Me doy asco últimamente. No quiero ser tocada por nadie. No quiero estar con nadie. Quiero ahogarme en mi muerte tan pronto como se pueda.
Realmente quiero eso.
Recuerdo tantas veces hablando con Caroline por estos pasillos. ¿Quién diría que años después dos chicas, que jamás la vieja Sandy Jones consideraría amigas, estarían humillándome y hostigándome?