Me siento en el pasto y leo su nombre.
—Hola. —Comienzo como siempre—. No puedo creer que ya ha pasado más de un año. —Trago con fuerza. El día está gris y húmedo—. Solo quería visitarte antes de irme.
Me quedo en silencio y cierro los ojos.
— ¿Puedes oírme? —Pregunto al vacío.
No hay respuesta, como siempre.
—Te extraño, Caroline. —Admito—. Pero de alguna forma, me has hecho más fuerte y gracias a ti encontré lo que realmente quiero ser en la vida, ¿Sabes? Quiero ser maestra de preescolar. —Sonrío—. No es algo que jamás hubiera imaginado pero a este punto de mi vida, ya no sé qué imaginar. Solo quiero estar con los niños y enseñarles cuan importantes son, quiero enseñarles que todos somos diferentes y enseñarles acerca del respeto, la tolerancia y el amor. —Resoplo—. Vaya, sí que he cambiado.
Leo su nombre una vez más.
—De nuevo, lo lamento. —Siento el nudo en mi garganta—. Ayer… no sé, tuve un sueño y nos vi de pequeñas, pero muy pequeñas. Antes que nos conociéramos y tú me sonreíste, ¿Qué significa? ¿Ya no estas molesta conmigo?
Veo como una familia se baja y ha llegado mi momento de irme. No me gusta estar aquí cuando hay más personas alrededor. Me gusta hablar y contar mis cosas porque pienso que Caroline puede escucharme, pero cuando hay gente al rededor me miran con lastima.
—Bueno, nos vemos Caroline. —Me levanto y tiro un beso a su nombre como siempre hago—. Te quiero, y lo lamento.
La familia comienza a caminar hacia acá. Supongo que están cerca.
Pero antes de irme, vuelvo mi mirada. —Enserio lo lamento.
Asiento y sigo con mi camino. Hay una señora mayor, una pareja y tres niños. Una hermosa niña de ojos azules me mira y sonríe. Le sonrío de vuelta. Es muy pequeña y me recuerda a los chicos con los que trabajaré en algún momento.
Sigo caminando cuando escucho. —Espere, señora.
Es una vocecita y me giro. Es la misma niña de hace un momento. Sus padres me ven y yo también a ellos. Ella tira de mi camisa y señala atrás de ella. —Dice que la quiere también.
Mi sonrisa cae.
Antes que pueda decir algo, la chica se va y me deja con muchas preguntas. Sus padres me sonríen y yo trato de sonreírles de vuelta. Camino al auto con los ojos húmedos.
Esto es imposible. Antes de entrar, levanto los ojos al cielo.
¿Y si fue real?
Trago con fuerza y luego, repito las palabras de la pequeña niña.
Yo también te quiero, Caroline.
Entro al auto y Charlie me espera en el asiento del piloto, como siempre. Él me ha acompañado algunas veces pero siempre prefiero estar sola. Esta vez, no está viendo el camino o distrayéndose con un libro. Está viendo algo con el ceño fruncido en su teléfono.
— ¿Qué pasa?
Charlie levanta la mirada. —Eh, Sandy… el video…
Hace unos días hice un video contando mi historia y la historia de Caroline. Lo hice porque algo en mí me dijo que le ayudaría a alguien. Tal vez nadie lo ha visto aun pero espero que en algún momento, ayude a un chico o a una chica. Solo eso quiero.
— ¿Qué pasa? —Pregunto—. ¿Está mal?
Charlie lo vio, no sé porque me lo dice ahora.
Niega. —Las visitas…
Me acerca su teléfono y lo veo.
No puedo creerlo. — ¿Es real?
Charlie me mira asombrado. —Vaya, sesenta mil visitas en dos días.
No puedo creerlo. Escribo el nombre de mi canal y realmente está pasando. La gente se está suscribiendo. ¡Les está gustando!
—Yo... —No puedo hablar.
Charlie sonríe. —Tienes que leer los comentarios, Sandy. Todos hablan de como los has ayudado y que los inspiras. —Se inclina y besa mi mejilla—. Lo has logrado.
Abro el video para comenzar a leerlos y se reproduce automáticamente.
Comienza con una frase que, de nuevo, jamás me imaginé que tan conocida se haría:
—Soy Sandy Jones y tengo una historia que contar.
FIN.