Eran exactamente las ocho de la tarde. Una lluvia torrencial caía sobre New York haciendo que las personas dejaran de circular por la quinta avenida mientras esperaban que parara de llover. Cosa muy poco probable pensaba Lauren mientras veía por su ventana; porque aquello parecía un diluvio.
Escuchó a Normani y Ally reír mientras leían la revista que unas horas antes Ally había estado compartiendo con ella. Un hilo rojo del destino que…¡Estupideces! Lauren se preguntaba con irritación como era que sus amigas creían en esas tonterías románticas y poco reales.
¿Un hilo rojo uniendo a dos personas? ¿Qué clase de tontería era esa? Lauren vio sus manos un momento y pensó, con ironía, que su “hilo rojo” era la distancia que existía de una de sus manos a la otra cuando las ponía frente a frente. Si existía un hilo el de ella estaba atado unión una de sus manos con la otra. No existía en el mundo una persona que pudiera hacerla creer en tonterías románticas. Lauren era práctica, era real y sincera con lo que pensaba.
¿Para qué andarse con rodeos? Decir lo que piensas es siempre una virtud. Lauren lo sabía de sobra. Decía lo que pensaba sin importar los sentimientos de los demás. Era sincera y directa. Y ella valoraba lo mismo en las personas. Pocas personas podían llegar a causarle un gran impacto. Era por eso que no creía en el amor. Jamás había creído en el amor sincero, y era lógico si ella jamás había experimentado algo como eso. Sus ojos verdes se llenaron de rencor al recordar esa historia que guardaba profundamente en su corazón.
Seguramente nadie había conocido el desamor de la forma en que Lauren lo había hecho. Nadie en esa habitación sabía lo que era sufrir y aprender a vivir en la realidad de la forma más dura de todas. ¿Fantasías? ¿Sueños? ¿Un hilo rojo? Eran solo cuentos para crédulos, moralistas que creían en el amor eterno.
El único amor que existía era el amor propio y de eso Lauren tenía mucho. Había aprendido a quererse y a valorarse a ella misma. Y jamás compartiría ese amor con nadie que no se lo mereciera. No todas las personas merecían ser amadas y Lauren sabía que su corazón siempre había sido y sería inalcanzable, si es que aun tenía uno.
Por eso había sido excelente estudiante, excelente en lo que hacía y había alcanzado la cima del éxito a corta edad. Así nadie podría dejarla de lado ni olvidarla, como antes habían hecho. Era la gran diseñadora de modas Lauren Johnson, y eso, era algo que nadie le quitaría nunca. Había llegado a la cima del éxito a base de esfuerzo y mucho trabajo.
Largas noches cociendo y haciendo bocetos de diseños en la soledad de su departamento. Luego haciendo planes con Ally y Normani para crear una marca que fuera conocida a nivel mundial. Y lo estaba logrando, poco a poco. Aún faltaba mucho camino pero Lauren sabía el valor de su trabajo. Era buena en lo que hacía y llegaría a la cima.
Lauren se apartó de la ventana dejando de compadecerse a sí misma. La gente no debía tenerse lastima ni sentir dolor. Si algo te lastimaba debías quitarlo de tu vida. No valía nada lamentarse por algo que dolía si no se hacía nada por superarlo. Llorar un amor perdido, eran tonterías de gente débil, era mejor seguir adelante y dejar de depender del amor de alguien más cuando el amor propio era lo principal. Lauren empezó a caminar hacía su escritorio haciendo que sus amigas guardaran silencio al verla tomar su bolso. Aún tenía que hacer muchas cosas, entre ellas ir por una tela que era muy cara con uno de sus amigos distribuidores que le llevaba tela exclusiva únicamente a ella.
Y si tenía que irse en balsa para llegar a Brooklyn lo haría. Nada iba a impedirle tener esa tela que seguramente sería un sueño. Nada. Ni esa insignificante lluvia.
—¿Estas segura de querer conducir hasta Brooklyn con este clima? —preguntó Normani viendo a Lauren que estaba guardando sus cosas para finalmente salir de la tienda después de un largo día de trabajo.
—No pienso dejar que unos inútiles elijan una tela que cuesta veinte mil dólares y lo arruinen—Lauren tomó su bolso—. ¿Crees que podría enviar simplemente al chofer con alguna modista? Mi dinero es muy importante para tirarlo a la basura y menos por una simple lluvia que pronto pasara.
—Podría ir yo—sugirió Ally sonriéndole mientras Lauren ponía los ojos en blanco y Normani sonreía—. Podría pedirle al chofer que me lleve.
—¿Tú? —dijo Lauren fríamente viendo a Ally con incredulidad—.La última vez que te envié por una tela rehusaste a que te ayudaran a bajarla, porque “podías sola”, y terminó con la mitad siendo arrastrada por el asfalto después de que la noche anterior lloviera como si fuera un diluvio. Y resulta que eso mismo pasa ahora por si no te has dado cuenta.
Normani empezó a reír mientras Ally la acompañada y Lauren con su acostumbrado humor solo se cruzaba de brazos y empezaba a golpear su zapato contra el piso de madera impaciente, esperando que sus mejores amigas dejaran de comportarse como niñas de cuatro años.