His, her, second chance (español)

Capítulo cuatro: La idea.

Enric llevaba viviendo en esa casa cerca de un mes; el casero pretendía ser arisco y tacaño pero él le comprendía, se había vuelto así por vivir en soledad. El hombre había vivido demasiados años solo y estaba jubilado, que era lo que previamente le alegraba sus jornadas.

Desde su mudanza había conseguido salir después del trabajo media docena de veces con su amigo Rubén. En la ultima incluso acudieron algunos compañeros más, entre ellos Rebeca, invitada expresamente por Rubén.

El trabajo le iba bien, demasiado bien bajo su opinión, pues cada vez le encargaban trabajos mas complicados. Pero como Enric era de mente resolutiva, lo acababa e iba a por el siguiente.

—¿no se te agotan las ideas?— Le había llegado a preguntar Nieves, otra chica que trabajaba con ellos.

Entre Rebeca y ella se había formado un extraño dúo chismoso que intentaba averiguar la vida de los demás como hobby y de la de Enric en particular. Rubén ya advirtió al nuevo sobre su competitividad. Aquella situación divertía a Enric aunque no quisiera decir nunca nada.

Los días iban pasando y las alusiones mentales que Enric se hacía a si mismo sobre Soraya eran cada vez menos amargas. Pero él seguía sintiéndose culpable y buscando en sus recuerdos la razón de la discusión fatídica. Contrariamente, el positivismo que le había inculcado su encuentro con Patricia le había aportado un ínfimo toque extrovertido.

Según iban pasando los días, Enric se iba dando cuenta que le iban pidiendo mas implicación en los proyectos, aunque también se dió cuenta que sus jefes daban prioridad unos proyectos frente a otros y empezó a sospechar que probablemente se convertiría en el guionista principal de esa serie que sugirió y eso era algo que no le apetecía en absoluto.

Por las tardes le apetecía ver Madrid. Sus padres habían visto la capital porque estudiaron en la universidad, hasta se conocieron allí. Su padre, medico de familia, le había inculcado una vida saludable y el gusto por la luz del sol. Su madre, arquitecta, le potenció su curiosidad y el gusto por la sencillez y las urbes. Pero como ambos eran hijos únicos en sus respectivas familias, la protección de sus padres hizo a Enric un chico introvertido y particularmente poco ambicioso.

Rememorando uno de los días que había salido con Rubén de paseo por Madrid, se fue de nuevo a la plaza de San Ildefonso él solo.

Antes de llegar a ella recordó ver a Patricia salir de un local de comida japonesa y se dirigió hacia allí. Ojeó la lista de pedidos y entró. Prácticamente era todo sushi, tempura y dim sum, pero se fijó en lo que estaban comiendo en una de las mesas sin fijarse en quien lo comía y le apeteció. Cuando se lo pidió al camarero oriental, este no le entendió así que tuvo que señalárlo en el panel interior que tenían con la carta. Se fijó en que una chica española servía cervezas.

Era una remota posibilidad, pero deseó que la camarera se acordara de Patricia y le preguntó. La chica no reconoció a nadie con la descripción que Enric le dio y el chico, sin más miramientos salió del local comiéndose su teppanyaki.

Por curiosidad entró en la tienda a la que había acudido su amigo la otra vez. Y acabó comprando un par de sobres de color marfil y una decena de folios del mismo color del que se veía claramente fibras de algodón a modo de diseño trivial.

Algo desilusionado, se dispuso a tomar el metro de camino a su casa, pero justo al pasar por la puerta del restaurante una pareja salía y por poco se chocan.

—¡Perdón!— se disculpó Enric.

Se fijó en la chica y se fijó en el chico. Eran los de la mesa del teppanyaki, pero Enric también cayó en la cuenta de que eran los amigos de Patricia. Aquella coincidencia le impulsó a entrar de nuevo en el restaurante para cerciorarse de que Patricia no estaba allí y posteriormente prosiguió su camino.

La pareja caminaba como veinte metros por delante de Enric en su misma dirección. Según bajaban cuesta abajo la calle de San Joaquín, Enric se fijó en que el chico moreno le echaba miradas incriminatorias a su novia. La chica morena intentó apaciguar a su pareja pero fue en vano.

Llegaron a la parada del metro, y mientras el joven moreno pagaba su billete a la maquina expendedora, Enric, que temía ser el causante de la discusión se acercó a ellos.

—¡Saludad a Patricia de mi parte, de parte de Enric!

Sacó su abono de transportes y se fue hacia su andén, no sin antes echar un último vistazo a la pareja que ahora se cogían de la mano comentándose alguna anécdota. La chica sonreía divertida, su novio también sonreía y Enric bajó al andén que le correspondía.

Pensando en la discusión de la pareja, se acordó de algunas de las que tuvo en su día con Soraya, tan tozuda como una mula y tan perseverante como el picor del chili en la garganta.

Recordó cuando aún no vivían juntos y tuvieron una discusión. Habían ido a un pequeño parque porque se había propuesto hacer un picnic sorpresa y ella, que pensaba que irían a una biblioteca, se llevó sus materiales de pintura. El olor de los tubos de acuarela era nauseabundo y Enric no pudo más que vomitar con tan mala fortuna que los desechos cayeron en el lienzo de Soraya estropeando el trabajo de la chica.

Rememorar aquel desagradable incidente le hizo pasar de largo de la escalera que entraba al metro y tuvo que retroceder sobre su marcha. Aparte de aquello, el día pasó sin más notoriedad.

Al día siguiente, Don Aitor le hizo llamar a su despacho. Apenas llevaba dos meses en la empresa y le preguntó a Rubén, que se encogió de hombros ante la pregunta de Enric sobre el tema de la consulta.

—Te habrás dado cuenta de que este mes apenas te hemos encargado otra historia que no fuera esta ¿Cierto?— don Aitor le arrastró hacia adelante una carpeta con el dossier de la serie con la llamativa portada a la vista.

Enric afirmó. Sus dudas eran infundadas.

—Bien, pues mis compañeros y yo te hemos escogido para llevar la línea argumental de la versión cinematográfica de una novela gráfica—Don Aitor pretendía sorprender a Enric, pero el joven se mostró reacio— entiendo tu postura ante el cambio que se te presenta, pero espero que entiendas que este paso no es definitivo, si no intermedio entre lo que estas haciendo ahora y ser el autor de una idea original.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.