La historia continúa con la imagen de la niña, ahora una adolescente de 13 años, con la espalda encorvada y las manos doloridas por horas de trabajo. El sol se oculta y la casa se envuelve en un silencio inquietante.
El padre, de rostro sombrío y mirada gélida, se acerca al lugar donde la niña y su hermano menor habían trabajado durante la tarde. Observa el terreno con desaprobación, su rostro se contorsiona en una mueca de furia.
Sin mediar palabra, levanta su mano y descarga un fuerte golpe en la espalda de la niña. El dolor la atraviesa como un cuchillo, la hace jadear y gemir. "No hiciste bien tu trabajo", le grita con voz ronca. "Eres una inútil, nunca haces nada bien".
La niña, con las lágrimas brotando de sus ojos, se encoge ante la furia de su padre. No puede defenderse, no puede explicarle que lo ha dado todo, que sus manos están cansadas y que su cuerpo duele.
El padre, sin piedad, la golpea una y otra vez. Cada golpe es un recordatorio del odio que siente por ella, de la frustración que le provoca su existencia.
La niña se acurruca en el suelo, tratando de protegerse de la lluvia de golpes que no cesan. En su mente, se reproducen los recuerdos de su infancia, una infancia robada, llena de violencia y dolor.
En ese momento, siente una punzada de rabia, una sensación de impotencia que le recorre el cuerpo. Se pregunta por qué tiene que soportar tanto sufrimiento, por qué no puede vivir una vida normal, llena de alegría y esperanza.
La historia continúa, llena de dolor, de violencia y de un anhelo de libertad que aún no ha encontrado. La niña, con una fragilidad que esconde una fuerza interior, está a punto de dar un paso hacia su futuro, un futuro incierto, lleno de obstáculos, pero también de la posibilidad de encontrar su propia voz.
¿Qué decisiones tomará la niña? ¿Cómo se forjará su destino?