Hojas en el Lago

Capítulo IV

Almorzaron en Isla Dorada, en el restaurante al que había querido llevar a Samara. Era pequeño, pero con ambiente veneciano y estaba construido sobre pilares en el agua, en Maracaibo parecía que lo más importante y de categoría estaba cerca del Lago, desde el centro de la ciudad, los edificios de la Gobernación, los teatros, el puerto, la Biblioteca pública y la imponente URU, los parques más grandes, los edificios más modernos y los hoteles más lujosos estaban en la avenida El Milagro que discurría paralela a toda la costa, hasta ese momento Alejandro no la había recorrido en su totalidad, pero ese día había llegado al norte de la ciudad, donde terminaba. Tuvo que hacer intercesión con la Avenida Paul René Molina Camacho, anteriormente llamada Fuerzas Armadas, que como su nombre de antaño lo decía era donde estaban ubicados los conjuntos residenciales de los altos mandos militares adscritos al Comando de la Zona Integral de Defensa Occidental y 1ra División del Ejercito, sus familias, el hospital militar y un poco más adelante estaba Isla Dorada. Un conjunto de edificios de color hueso, construido sobre una isla artificial y rodeando de manglares. 


Ahí, mirando con pereza hacia el Lago y detallando que desde allí se veía la otra orilla, y en su borde la refinería El Tablazo, oía a su madre hablar sobre los preparativos de una gala benéfica en la ciudad, que organizaba junto con otras señoras de la ciudad. Y que por supuesto quería que él estuviera allí. Volteó a mirarla con brusquedad, su madre era preciosa, aun con sus cincuenta y cuatro años, conservaba todo el encanto de las mujeres del mediterráneo, pero su forma de hablar y sus costumbres eran criollas.


- Mamá, sabes que no me gustan los eventos sociales 
Es obra benéfica. 
- Es igual, gente hablando, tomando y contando anécdotas que creen son divertidas.    
- Por favor, si quieres prosperar de manera orgánica debes involucrarte con la gente de la región. 
- En España, no tuve que hacer eso y prosperé. 
- España es otro mundo, esto es Maracaibo, además mira lo bien que te ha caído dar clases en la universidad 
- Madre, solo llevo dos clases 
- Sí, pero tienes más color 
- ¿Quién no tiene más color? Bajo este inclemente sol y lo lejos que está el estacionamiento de las aulas.  
- ¿No te gusta la ciudad? – preguntó un poco entristecida 
- No es que no me guste, apenas la conozco, pero hace mucho calor aquí.  
-;Me gustaría mucho que a lo que se consolide la empresa, te quedes de manera permanente aquí, estoy cansada de tenerte lejos, y verte unas pocas veces al año, quizás, puedas hacer una vida aquí 
- Ya sabes mis planes 
- Alejandro, aquí hay muchachas muy hermosas, trabajadores y de buena familia, y por supuesto tienen un… genio vivo, muy diferentes a la de otras partes del país o del mundo. 
- Sí, un genio vivo –pensó en Samara y en su genio y sonrió a pesar de las cosas no iban como pensó                   
Su madre se percató del gesto y le dedico una mirada inquisitiva y dijo: 
- Mientras eso sucede, podrías venir a vivir con nosotros 
- Ya no soy un niño, para estar en casa con sus padres 
- No, pero aquí no es como en otras partes, está bien visto que los hijos convivan con los padres, aun cuando son adultos, así están pendiente de ellos. 
- Existen los teléfonos 
- No es igual- respondió entristecida – eres nuestro único hijo y ya vamos pa´ viejos, tu padre y yo – sus ojos brillantes de la emoción  
Alejandro no sabía si eran lágrimas genuinas, sabía que las mujeres marabinas, eran bastante dadas a la manipulación, pero aun así, extendió su mano para tomar la de ella. 


- Mami –dijo con cariño- las cosas son distintas aquí, pero llevo mucho tiempo fuera de Maracaibo, viviendo solo, ya estoy acostumbrado a la independencia que eso implica. Pero, te prometo que voy a sacar más tiempo para verte y compartir, ¿sí? 
- Está bien – se secó la comisura de los ojos con un pañuelo- podríamos ir al Club Náutico, tenemos unas lindas embarcaciones allí, una tarde podríamos navegar más allá de San Carlos e ir a mar abierto o también podemos bajar hasta el Sur del Lago y visitar Ologa – dijo alegre de nuevo- ¿te parece? 
- Sí, me parece  
- Y así agarras color, un poco más de color 
Estas obsesionada con eso 
- Es que eres tan blanco y ese pelo tan negro, además, esa ojeras que parecen permanentes, debajo de esos ojos negros, pareces de la familia Adams- rio - De niño tenías un color más saludable. 
- De niño me la pasaba corriendo en el jardín de la casa, aunque eso fue hasta que descubrí mi amor por la informática.  
- Así fue – dijo con nostalgia


Terminaron sus bebidas, él un té y ella un café.  
- Señora Alejandra, ¿la puedo llevar a algún lugar? – le preguntó a su madre divertido 
- No, señorito Alejandro –repicó- ya viene el chofer, por mí 


Se despidieron con dos besos y un abrazo, fue una tarde agradable, debería hacerlo más seguido, pero siempre encontraba alguna dificultad o quizás era la falta de hábito. La tarde con su madre le había ayudado a calmarse y a sacar brevemente a Samara de su mente. 


Pero, ahora que volvía a estar solo, su mente divagaba hacia ella, eran casi las cinco de la tarde y decidió que iba a ir por la Tablet y luego a su apartamento. Recordó que la empresa tenía una tienda en el centro comercial Lago Mall, y esta le quedaba de camino a su apartamento, pues estaba en El Milagro. Podía irse directo a su apartamento y que se la llevaran pero quería escoger personalmente el equipo. 


Al llegar al centro comercial, un edificio enorme de forma rectangular, color ladrillo, fachada de vidrio, y ventanales laterales, vio que tenía el estacionamiento al aire libre, parecía que en la ciudad, eran fanáticos de los estacionamientos al aire libre y con vista al lago; lago que a esas horas comenzaba a ondularse con la brisa que provenía del mar, más allá de la barrera que los separaba. El atardecer comenzaba a teñir el lago de un tono ocre y un resplandor naranja danzaba sobre las aguas. Nunca había sido un contemplador de la naturaleza, pero veía una belleza, casi mágica al examinar la gran masa de agua, que a tantos escritores, músicos y poetas había inspirado. Además, ya no hacia tanto calor.  




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