Hojas en el Lago

Capítulo IX

El hospital Universitario de Maracaibo, era un enorme conjunto de edificios en bloques, prearmado, color azul. Era el hospital más grande de la Región. Y contaba con una gran cantidad de servicios y especialista. Tenía un estacionamiento enorme a cielo abierto, pero este, estaba cerca de las entradas de emergencia y recepción.  


- Fue muy amable –dijo Samara cuando estacionaron. 
- ¿Hasta cuándo me vas a referir de usted? – preguntó Alejandro. 
- No me siento cómoda al llamarlo de otra manera. 
- Pero ¿si te siente cómoda insultándome? – eso era muy contradictorio. 
- Bueno, usted, tú, bueno… vos siempre me provocáis –dijo a la defensiva. 
- Ja, ja, ja diría que es al contrario, pero basta de eso, no me vuelvas a llamar Señor, cuando lo dices tú me siento un viejo, o ¿acaso parezco un viejo?  
- No, no parece un viejo… - le dijo, mirando a otro lado. 
- Ah, muy bien, ya estamos aquí, insistiría en acompañarte, pero entiendo que es un momento familiar y no quieres a extraños mirando. 
- Gracias de nuevo, no sabe lo que significa su… tu ayuda en este momento. 
- Tal vez sí lo sé.


Ella lo miró de nuevo y le extendió la mano, como gesto de despedida, él la tomo y la apretó suavemente. 


- Nos vemos Alejandro Ortega – se despidió ella; qué bonito sonaba su nombre en sus labios. 
- Nos vemos Samara Colina, que tu madre se recupere pronto – la soltó y ella bajó de la camioneta.        
- La vio caminar hasta entrar al hospital, se estaba volviendo muy aficionado a eso: verla caminar, verla hablar, verla enojarse, verla en general. Era algo agradable, a pesar que sus encuentros fueran violentos, bueno, este no, pensó con alegría. Salió del hospital y decidió que iría a visitar a su madre; le había prometido sacar más tiempo para ella y la angustia de Samara por la suya, le había motivado ese día a cumplir su palabra.  


… 


Dieron de alta a la mamá de Samara el lunes por la tarde, se estaba recuperando rápido y dado que las camas hospitalarias en ese centro siempre estaban en demanda, la enviaron a su casa bajo reposo y tratamiento. E increíblemente, Samara se había dedicado a estudiar para la presentación del martes. ¡Después de un fin de semana semejante! Todo eso lo sabía gracias al hackeo; aun no tenía el número de ella, de manera “oficial”. Así que más o menos debía mostrar sorpresa de verla el día siguiente, esa noche le costaba conciliar el sueño, pensando que Samara iba a dedicarse a estudiar y a enviarse mensajes con los compañeros de grupo. Que entre estos había un tal Samuel Hernández que no dejaba de enviarle mensajes por el chat privado y que Samara contestaba con frialdad. Dentro de todo se regocijaba que no fuera el único al que ella despreciara, y si lo despreciaba a él, ¿qué quedaba para ese pobre diablo? Le dio un ataque de risa, mal síntoma, pensó.   


Al final logró dormirse alrededor de las dos de la mañana y tenía junta a las siete y media,  tendría que recurrir a la cafeína para que sus neuronas hicieran sinapsis antes de la junta. 


La mañana del martes se tomó dos tazas de café, aunque el sabor le repugnara, era un excelente estimulante y necesitaba mantenerse completamente atento. Esa mañana discutirían asuntos importantes, al final de la reunión, todos estaban complacidos, los dos proyectos iban marchando y estaban bien con los plazos, felicitó a todo el personal y se preparó para partir a la universidad; cuando llegó a la Sala B, todos estaban allí, había una gran excitación en el ambiente. Como era su costumbre estaba antes de tiempo y decidió que ya que todos estaban sería mejor empezar. Así lo anuncio y comenzó la presentación, lo que Alejandro les había pedido a los cursantes, era que realizaran un proyecto de software y lo presentara en “frío”, eso quería decir que tenían que plantear los recursos, estructura y lógica que usarían parar crear un software, sin llegar al hecho mismo de la programación; pero sí al proceso que antecedía a este, dado que eran estudiantes de Computación, la creación de software no era su fuerte, pero para eso el curso; para pulirlos en ese aspecto o al menos lo que se podía aprender en seis meses. 


Todos lo hicieron muy bien, unos cuantos errores, como era de esperarse, pero nada que no ocurriera en el mismo centro de su compañía. Samara destacó con destreza y una lógica impecable e implacable. Cuando terminó, muchos compañeros comenzaron a gritar: ¡orquídea! repetidas veces e incluso hubo unos cuantos aplausos, a Alejandro le causó mucha gracia, si su memoria no fallaba, era el grito del pueblo durante las presentaciones de artistas y cantantes durante las Ferias que se celebraban antaño en la ciudad. Era una expresión de admiración, él había llegado a estar en una de esas celebraciones en el área VIP, acompañando a su madre, pues un cantante español de renombre participaba en esa gala.  


- ¿Le damos la de oro o la de la platino? – preguntó con jocosidad a la clase. Todos rieron y algunos gritaron ¡platino! - muy bien, pues vamos a continuar que al final de la clase les tengo una sorpresa. 


Samara se sentó, mientras se felicitaba junto a sus compañeros. Alejandro comenzó a admirar los puntos fuertes de cada presentación y decir en qué habían fallado. Pero dado que en general todos habían hecho un gran trabajo, los invitaba a todos a pasar el siguiente fin de semana en las oficinas de SUNTECH y ver cómo se jugaba en las grandes ligas. La algarabía fue ensordecedora. Despidió la clase y le dijo que las notas se publicarían la semana siguiente. Algunos estudiantes se quedaron a saludar y entre ellos Samara, cuando se acercó le tendió la mano y le dijo con disimulo que quería que conversaran, eso sorprendió gratamente a Alejandro, le dijo que por supuesto que sí, que podían ir a cualquier lugar y ella le dijo que en la banca estaba bien. Y se marchó. 




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