Hojas en el Lago

Capítulo X

Samara esta vez no miraba el lago, estaba con el cuerpo inclinado hacia la derecha, desde donde vio cómo Alejandro se acercaba en su camioneta y luego a pie. Al llegar este a su lado se acomodó para darle espacio y los dos se quedaron mirando el lago un momento. Ese día refulgía con un tono azul impresionante, igual que el cielo sin nubes que le hacía par. Ella rompió el silencio. 


- Gracia por venir.
- Es un placer. ¿Cómo sigue tu mamá? – aun ambos miraban el lago. 
- Está mucho mejor, ya le dieron de alta, está en casa bajo reposo y en tratamiento. 
- Me da mucho gusto saberlo, pensé que no te vería hoy –ahí se inclinó a mirarla, tenía unas profundas ojeras, producto del fin de semana, estrés y demás cosas- pero hiciste una impresionante presentación, 
- Tenía un compromiso con mis compañeros y conmigo misma, debo mantener un promedio mayor a 18 para conservar mi beca – se giró a mirarlo, ahora se miraban de frente- usted... tú ¿lo sabes? Que soy becada.  
- Sí, lo sé, Sonia, la rectora me lo dijo después de la primera clase. 
- ¿Así que la primera vez que se acercó, sabía que era de bajos recursos? 
- No sé qué tiene que ver, pero sí. 
- Tiene mucho que ver 
- Para mí no… - dijo él, desviando la mirada al lago. 
- Bueno, no vine a hablar de su riqueza y mi pobreza, que entre otras cosas, fue lo que me obligó a aceptar su dinero, el fin de semana – Alejandro hizo amago de interrumpirle, pero ella levantó la mano y prosiguió, mientras sacaba un sobre del bolsillo- así que aquí vine a devolverle 50$, no es todo, pero es más de la mitad. 
- ¡NO! – Alejandro no solía elevar la voz, pero su negativa necesitaba ese énfasis. 


Samara retrocedió levemente. 


- Perdón, no quise asustarte. 
- No me asusto, estoy acostumbrada a los gritos, aquí gritan mucho; si están felices gritan, si están enojados más, solo me sorprendió usted; siempre habla tan calmado, pero, ese no es el punto, es su dinero, usted me lo prestó, así que ahora se lo devuelvo – le volvió a extender el sobre- tómelo, no quiero ser grosera, después de tan grande favor. 
- Samara, no, sé que tu madre aún no está completamente recuperada y ese dinero lo puede necesitar más pronto que tarde – dijo tratando de razonar con ella, en ningún momento esperó que le devolviera el dinero- además ¿de dónde sacaste el dinero? – no pudo evitar preguntar; sus mensajes no reflejaban aquello. 
- No tengo por qué explicar, pero lo haré, en el barrio hicieron una colecta; se reunieron 20$, una amiga me envió 20 más y 10 que tenía en la cuenta. Aquí están. 
- No, yo no los necesito, por favor quédatelos. 
- Usted dijo que era un préstamo – se notó que comenzaba a mostrar su habitual hostilidad. 
- ¿Por qué eres tan terca? – pregunto él, sintiéndose exasperado. 
- No es terquedad, me gusta mantener mi palabra y no quiero deberle, tome el dinero – volvió a insistir. 
- Tú misma dijiste que eras de escaso recursos, quédate con el dinero, yo tengo mucho – dijo pensando que era lógica sencilla. Sentencia: Error (1). 
 

Samara se levantó y dijo en un tono muy hostil. 


- Sí, don dinero tiene mucho de él, pero, ¿sabe que tengo yo?, ¡DIGNIDAD! y no quiero ser una malagradecida, pero tampoco crea que con esto, se saldan nuestras diferencias. Tome el dinero – y  empujó el dinero contra el pecho de Alejandro; el toque de su mano contra su pecho, puso el corazón de este a latir a lo loco y se vio impulsado a ponerse de pie. 


- No y no. ¿Por qué hablas tanto de diferencias? ¿Qué importa? Yo quiero y puedo ayudarte, por favor déjame ayudarte –aun sostenía la mano de Samara contra su pecho y con gesto de infinita ternura, la atrajo a sus brazos. Samara lo miró con los ojos llenos de asombro, rabia, confusión toda a la vez. La rabia ganó y se zafó de los brazos de Alejandro y dio un traspié hacia atrás; por poco pierde el equilibrio con la baranda que divide el parque de el lago, pero en recuperarse perdió el sobre que fue a caer en el agua.  


- Ah – sus ojos se llenaron de terror y de rabia, al girarse y ver que había sido del dinero, que  el vaivén del agua había alejado, se volteó a mirar a Alejandro y con dedo acusador lo señaló- fue su culpa, se perdieron los dólares – sus ojos se inundaron de lágrimas, 
- ¿Por qué lloras? 
- Usted no entiende nada – y se sentó en la banca, recogió las piernas en esta y se abrazó a sí misma y se echó a llorar- Alejando estaba perplejo, volvió a sentarse a su lado - ¿Qué le voy a decir a mami, cuando pregunte si pagué? – dijo mientras se secaba con furia las lágrimas y miraba las gotas en sus manos, como si fueran sus enemigas. 
- No le digas que los perdiste, dile que me pagaste – trató de consolarla. 
- No acostumbro a mentir a mi mamá y creo que si comienzo ahora lo va a notar - respiró profundo, tratando de calmarse – estoy patas p’arriba – se rió- ahora sí comencé a enloquecer - lloró, después rio, no es síntoma de nada bueno-.  
 

Alejandro no sabía qué hacer, él también se sentía así: patas p’arriba. 


- Desde que nos conocimos yo también me siento así – le dijo con sinceridad – al menos comencemos con ser amigos. 
- No quiero ser su amiga – volteó a mirar al lago – y de paso, ahora ni aquí puedo tener paz. 
- ¿Qué quieres? Dime, estoy loco por ti, trastornado, fuera de mí. Hasta el punto de hacer cualquier cosa por ti, excepto dejarte ir – dijo con vehemencia, y nunca, jamás en su vida Alejandro había dicho una cosa así, pero era así como se sentía. Sentía que le había caído un rayo, como decían los sicilianos cuando se enamoraban, un rayo paralizante, estimulante y enloquecedor. Y en ese momento comprendió que era eso, estaba enamorado de Samara, de esa muchachita, inteligente, bonita y propensa a enojarse. La comprensión lo estremeció. 
- ¿Cómo puede decir eso? Apenas nos conocemos hace un mes – Samara lo estaba mirando con toda la incredulidad del mundo- no voy a caer ante ese discursito; lo más probable es que solo intente hacer fiesta conmigo, pero eso no va a pasar – se puso de pie. ¡Bueno!, yo traté de pagarle, usted no dejó y por su culpa perdí los 50$, así que ahora le debo menos. 




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