Hojas en el Lago

Capítulo XIX

Alejandro al fin había conseguido un “sí” de Samara. Esperaba que fuera el primero de muchos. Llamó a su asistente y le dijo que informara en recepción que dejaran subir a Samara. Pasaron unos diez minutos más, hasta que tocaron la puerta con timidez; sintió que el corazón le martillaba el pecho. Fue a abrir y allí estaba ella, bella como una flor en primavera. ¿Cuándo dejaría que le diera un beso?


- Adelante – le ofreció asiento, en un amplio sofá gris que estaba lateral a la pared de cristal que daba a la avenida. Ella se sentó y detalló el amplio espacio. Él se sentó a su lado – déjame decirte que estoy muy complacido de que hayas dicho sí, a mi ofrecimiento.
- Lo hice más que todo por curiosidad – le dijo- esto es ¡impresionante! El edificio por fuera impacta, por la arquitectura moderna y el concepto tecnológico. Pero, dentro es una verdadera belleza y lo que hacen aquí ¡uff! Kevin no fue el único con ganas de quedarse a vivir aquí, esos equipos que tienen los del noveno piso son la “Andrómeda I” ¿cierto?
- Lo son – respondió – entonces ¿no fue mi grata compañía lo que te motivo? – preguntó como un niño compungido. 
- Ahora que no está siendo un imbécil, sí, su compañía es agradable. Pero, ¡por favor! ¡Esto es SUNTECH! – dijo con emoción.
- No olvides que la fundé yo – le dijo divertido. Le agradaba ver la emoción con la que refería la empresa.
- Difícil hacerlo, ¿Dónde fabrican y ensamblan los equipos? – pregunto con avidez.
- La mayoría de piezas se fabrican en Holanda y para la distribución en el país (y esperamos que pronto en Latinoamérica), se traen y se ensamblan en Valencia, de ahí se distribuyen por todo el país, tenemos varios almacenes al sur de la Maracaibo; en San Francisco, donde llegan los equipos que se venden en la región, pero de esa parte de la empresa, se encarga mi padre.
- Es algo impresionante, y perdón si estoy repetitiva, pero no encuentro otra palabra.
- Sí, es impresionante; como tú – se había acercado más y le acomodó un mechón de cabello suelto detrás de la oreja. Ella se puso un poco tensa - ¿Cómo siempre llevas el cabello así, suelto, con tanto calor? – estiró el mechón y sintió la sedosidad de este.
- Ya me acostumbré, es que es muy liso y cualquier cosa que me coloque se me cae. A veces trato de hacer algo y lo único que consigo es una cola de caballo, amarrada con tres ligas que me dan dolor de cabeza – dijo con humor- además, no tengo tanta paciencia pa´ esas cosas.  
- ¿Cómo haces para tenerlo así? – le preguntó aun con el mechón de pelo entre los dedos; su pelo era una de las cosas más bonita que ella tenía.
- Es genética – se rio y le sacó el mechón de cabello entre la mano – ¿no lo ha notado?; como diría Draco Malfoy: soy una mestiza; sangre sucia inmunda– se rio, de su propio chiste.
- ¿El de Harry Potter? – preguntó dubitativo. 
- Sí, ese.
- ¿Cómo es eso de que eres mestiza? – no entendía a dónde iba.
- Sí, pero ya, como en segundo grado, mi papá era un mestizo, su mamá, o sea mi abuela, era wayuu y se casó con un blanco o alijuna, como dicen ellos.
- Por eso tienes los ojos así y ese color de piel, tú y Sofía casi no se parecen – ahora entendía, por qué era tan diferente de su mamá y Sofía – pero, su padre es el mismo ¿no?
- Sí, pero en mí fue que se manifestó más la sangre de la abuela, Sofía salió más a mami.
Bueno, eres la mestiza sangre sucia inmunda más guapa que he visto – le dijo con ternura. 
- Ajá, seguro que no ha visto muchos mestizos; y menos Wayuu – lo acusó.
- Sí he visto algunos – repicó.
- Bueno, prepárese que el miércoles va a ver bastantes.
- Espero que hayan muchas mestizas guapas como tú, quizás alguna acepte este pobre hombre, que se muere de amor – Alejandro no sabía de dónde le salían tantas florituras, pero ahí estaban; nunca había necesitado tantos recursos para seducir a una mujer, pero él quería más que eso de Samara, quería su amor, ahora estaba seguro y quizás la dopamina fuera la fuente de tanta palabra. 
- Ja, ja, ja, está sacando más labia que un maracucho vendedor en Las Pulgas, ja, ja, ja – Samara se rio. Se reía bonito o quizás, otra vez fuera el efecto de la dopamina. Una vez leyó un estudio que decía, que estar enamorado, era como estar drogado.

Él le devolvió la sonrisa y se acercó mucho más. La tenía a escasos centímetros.

- Si se aprovecha de mí, lo demando – ella, se retiró rápido.
- No quiero aprovecharme de ti; solo quiero besarte ¿eso es tan terrible? – dijo derrotado, se reclinó en el sofá. 

Ella se giró a mirar por la ventana.

- Nunca me han besado – dijo ella en voz baja.
- ¿Qué? – Alejandro se giró a mirarla rápido – me estás diciendo, que ¡nunca te han dado un beso! ¿es que los hombres de aquí son ciegos?

Samara se giró y dijo:

- No han sido ellos, he sido yo –  su hostilidad, haciéndose presente de nuevo.
- ¿No te ha gustado nadie, en toda tu vida? – quizás estaba teniendo poco tacto, pero aquello era de no creer.
- Claro, que me han gustado uno o dos, ni que fuera ciega o estuviera muerta – dijo enfurruñada- pero, cuando era adolescente veía cómo mis compañeras de clase, apenas agarraban novio o salían preña’as o se volvían unas alborotadas. Entonces, yo no quería eso para mí, siempre he tenido metas y parecía que un novio, era obstáculo en eso – términó de decir con cansancio.
- Vaya… pero ya eres una joven, casi graduada, ahora podrías tener un novio y ¿por qué no yo? – dijo con voz suave y se acercó de nuevo.
- Eche p’allá – le dijo con voz tensa.
- Pero, si yo te gusto; no lo puedes negar – le volvió a colocar las manos en el cabello- he visto cómo me miras - bajó sus manos por los lados de su rostro, se acercó un poco más, tanto que sus ojos era lo único que veía- ya me lo has dicho dos veces.
- Qué bueno que sabe leer entre líneas – dijo con un jadeo y las pupilas dilatadas, pero no se movió.




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