Hojas en el Lago

Capítulo XX

    Samara y Sofía llegaron muy temprano el domingo, la noche anterior, Samara lo había llamado para deleite de Alejandro y le preguntó, qué tan temprano podían estar en la empresa y le dijo que a las 7:00, que él llegaría a esa hora. Cuando se encontraron en recepción se sorprendió de ver a Sofía llevaba un vestido corte A, con tull en la falda y encaje en la parte superior, todo color blanco, se veía angelical. Tenía una corona de flores de tela y bucles en el pelo.


- Feliz cumpleaños Sofía, te ves hermosa – le dijo apenas la vio, ella le sonrió ampliamente.
- Gracias, Señor – dijo de repente apenada.
- ¿Señor? – preguntó sorprendido, miró a Samara, esta se encogió de hombros; ese día Samara llevaba un vestido negro de algodón y un sobre todo rosa le colgaba del brazo.
- Es que Sami me dijo quién eras y, bueno… - miró el amplio vestíbulo.
- Tranquila, sigo siendo el mismo que fue a tu casa – le animó; ella volvió a sonreír.
- Entonces, futuro cuñis, ¿A dónde vamos ahora? – dijo con su expresividad habitual.
- No aguantáis dos pedi’as ¿no? – le dijo Samara sonriendo.
- Ahora, vamos a subir a mi oficina y comer allí, ¿les parece? 

Sofía se guindó del brazo de su hermana y Alejandro le colocó la mano en la espalda a Samara mientras caminaban. Un empleado le ayudó a pedir el ascensor. Ya Claudia estaba allí, les saludó a todos con cortesía. Pasaron a la oficina y Sofía no dejaba de comentar todo. Alejandro entendía por qué Samara quería dejarla fuera de la vista de los demás, su jocosidad era agradable y divertida, pero nadie quería un constante parloteo en un recorrido o una presentación.


Desayunaron wafles, había varias bandejas, con toda clase de rellenos y varios tipos de jugos, dulces y demás, era lo que Sofía había querido y ya que era su cumpleaños, estaban para que pasara un buen día. Después de eso, llegó un arreglo que Alejandro había pedido a última hora, era precioso y enorme, tenía flores, globos y dulces, Sofía chilló de la emoción al verlo, abrazó a Alejandro entre gritos y palabras de gratitud, tomó el arreglo, casi no podía cárgalo y le pidió a Samara que le tomara fotos.


La alegría de Sofía era contagiosa, había un ambiente familiar y de gozo, que su oficina no había visto antes. Le informaron que ya habían comenzado a llegar los estudiantes, dejaron a Sofía en la oficina, pero Samara le advirtió que no tocara nada. Pero por si se aburría, le dejó el teléfono, conectado a la red de la empresa. Alejandro le pidió a Claudia que estuviera pendiente de cualquier cosa que necesitara Sofía.
Una vez en el ascensor Samara dijo:


- Muchas gracias por esto – le sonrió ampliamente.
- Créeme me resulta muy grato, su alegría es contagiosa.
- Sí, se pega – dijo y luego suspiró- mañana vamos a estar en boca de todos en la universidad. 
- Tranquila. La gente siempre murmura.
- Créeme, que como aquí no.       

Cuando salieron al vestíbulo, juntos, la mirada y el murmullo general, recorrió la sala más rápido que el relámpago del Catatumbo. Samara saludó a unos cuantos y a los demás los ignoró. Buena chica, pensó Alejandro, subieron en varios grupos, dado que el edificio solo tenía tres ascensores y uno era de transportar carga. El día antes habían usado las escaleras, para mantener el grupo unido, pero como debían subir al sexto piso. Lo hicieron así.


La presentación comenzó con una proyección de la evolución del OS de SUNTECH, sus características iniciales y cómo había ido actualizando, hasta la versión que se estrenaba ese día, al final de la presentación el logo de la empresa, comenzó a ascender por el borde de la pantalla, cual sol naciente e iba iluminando la sala, con los colores que mostraba el sol real, en su ascenso, hasta que llegó a su cenit. Y la voz femenina del OS, que decía: Suntech, the power of universe.


Todos aplaudieron y ovacionaron el OS, comenzó la ronda de preguntas. Como la mayoría de las cosas que pensó Alejandro al llegar a Maracaibo, había cambiado su opinión, sobre dar clases, era algo grato y disfrutaba eso, quizás se anotaría para el próximo semestre. Cuando todo terminó era casi medio día y se les estaba ofreciendo unos ricos refrigerios, típicos de la región a todos. La comida zuliana era muy sabrosa, pero eso sí, poco sana. Igual todos la amaban. Mientras comían y conversaban, vio cómo la rubia Carla Cavagini, se le acercó a Samara, ella era más alta que Samara, pero, por la mirada que le dirigió esta luego que le hablara, cualquiera hubiera podido decir que si se iban a los golpes, Samara iba a ganar. Igual Samara solo le dio la espalda y caminó hacia donde estaba Alejandro. 


- ¿Qué pasó? – preguntó, cuando la tuvo cerca.
- Luego te cuento – dijo en voz baja, mientras se tomaba un refresco y apretaba el vaso como si fuera a romperlo, afortunadamente para el vaso, era de vidrio. No iba a romperse por un apretón.

- Está bien, si quieres nos podemos ir – le dijo – o si te hace sentir más cómoda, sube a la oficina mientras despido a todos. 
- Está bien – dijo esta, con cansancio. Alejandro vio cómo salía de la sala y luego se dispuso a dar gracia por la asistencia y decirle cortésmente, que ya se podían ir por pies. Algunos rieron y gritaron sus despedidas.   

Cuando subió a su oficina, Samara y Sofía estaban en una ronda de hacerse cosquillas en el sofá; se sobresaltaron al ver a Alejandro.


- Perdón, por jugar en tu lujoso sofá, pero Sami entró obstinada y una ronda de cosquillas siempre le sientan bien – dijo Sofía, con el pelo revuelto.
- No hay problema – le sonrió y vio cómo Samara estaba ya de mejor humor, dirigiéndose a esta le dijo – como te comenté anoche, hay un almuerzo de trabajo con los dueños de una cadena de centros comerciales, no será mucho tiempo, una hora quizás, solo me presentaran su propuesta. Así que ustedes van conmigo, luego del almuerzo compramos tu regalo Sofía.
-  Alejandro, ¿estáis seguro de esto? – preguntó. 
- Sí, a veces los clientes llevan a sus familias, como no es algo tan formal. Puedo llevarlas a ustedes.
- Sugoi – dijo Sofía con emoción.
- ¿Qué idioma es ese? – preguntó Alejandro, ya la había escuchado usar otras palabras del mismo tipo, aglutinantes, suponía era el mismo idioma. 
- Japonés, ¿no lo conoces?… leí en un artículo que habláis cuatro idiomas además del español. ¡No me digas que no hablas japonés! Qué decepción, cuñis – dijo Sofía moviendo la cabeza de un lado a otro.
- No, no hablo japonés, solo inglés, francés, italiano y holandés – respondió con fingida tristeza.
- Eso son muchos más que nosotras dos, que solo hablamos español machuca’o, ah y maracucho español - respondió Samara con diversión – Sofía quiere hablar japonés e inglés, pero solo sabe algunas cosas, es una de esas raras que le gusta el anime – le dijo a Alejandro como escandalizándose.
- Oni- san, a ti también te gusta – repico Sofía con un puchero.
- Ja, ja, ja, sí, pero no tengo tanto tiempo para verlo, como una desocupada que conozco.
- A veces me caéis mal – le sacó la lengua a su hermano mayor.
- Volvieron a reír, al final recogieron sus cosas, incluida el arreglo y bajaron.




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