Hojas en el Lago

Capítulo XXI           

El Sambil Maracaibo, era el centro comercial más grande de la región, su arquitectura simulaba a un crucero con velas izadas, estaba construido en ladrillo rojo y tenía una cúpula central que destacaba a lo lejos, tenía estacionamientos a los cuatro lados, uno elevado y otro subterráneo. Alejandro como un gran entusiasta de los estacionamientos, le gustaba que existiera un lugar con gusto para todos, a la hora de aparcar. Escogió el subterráneo, porque siempre prefería ese y además estaba climatizado.
Al bajar todos del auto, vieron cómo Sofía se acomodaba el vestido; era bastante bonito.
¿Dónde compraste ese vestido? Es muy bonito – dijo Alejandro.

Samara y Sofía se miraron y ambas sonrieron.
 
- Lo hice yo, bueno, yo lo diseñé y mami cortó la tela, porque tiene más experiencia, pero yo lo cosí – dijo Sofía orgullosa.
- Te felicito, está ¡precioso! – dijo impresionado.
- Sí, Sami me regaló la tela. Cuando sea diseñadora, le voy a hacer ropa muy, muy chic – dijo Sofía mirando a Samara.
- Espero ver eso – terminó Alejandro.

Subieron por las escaleras mecánicas, al primer nivel y se encaminaron al restaurante, era un lugar bastante amplio y los pasillos eran circulares, semejantes a un crucero real. El restaurante era pequeño, pero elegante, al entrar Alejandro verifico la reservación y se encaminaron a una de las mesas, aún no llegaban los clientes. Sofía le estaba susurrando algo a Samara, pero él no alcanzaba a oír. En eso, vio que llegaron los dos clientes y venían acompañados por un par de mujeres jóvenes.


Cuando llegaron a la mesa, Alejandro se levantó, Sofía y Samara lo imitaron. Los hermanos que dirigían la constructora Sambil, habían insistido en un encuentro personal con el director de SUNTECH, a Alejandro le pareció bien y allí estaban. Cuando se hicieron las presentaciones Alejandro les dijo, que Samara era su novia y Sofía su futura cuñada. Sofía no mostró sorpresa, pero Samara se ruborizó, las mujeres en la mesa, se mantuvieron calladas durante la comida y las conversaciones entre Alejandro y los hermanos fluyó bien, querían un nuevo software administrativo para la constructora que se enlazara y relacionara con todas las propiedades que tenían. Eso era un gran proyecto, Alejandro aceptó y les dijo que pautaran una nueva reunión, pero en la empresa. Para discutir y empezar las minutas. Cuando los hermanos y sus acompañantes se retiraron, Sofía soltó aire y dijo:


- Pensé que me iba a atragantar con las palabras, nunca, jamás estando despierta he tenido que callar por tanto tiempo. Ufff… no me volváis a invitar a una cosa de estas – respiraba como si en realidad se hubiera estado ahogando.

Alejandro sonrió, le estaba tomando cariño a la muchachita y él no era mucho de encariñarse.    

 
Samara seguía en silencio, quizás fuera porque había dicho que era su novia. Eso se había sentido bien, de cierta manera. Si Samara aceptaba sería su primera “novia” oficial, no había sostenido una relación suficientemente larga o cercana, antes para que se le considerara como tal.


Al salir del restaurante, se encaminaron, al segundo nivel, a donde estaba ubicada la tienda de la empresa en ese centro comercial, estaba diagonal a las salas de cine y desde ahí podían ver la nave central del Sambil Maracaibo, que evocaba al majestuoso puente sobre el Lago, pero en una versión pequeña y pintoresca. 


Al entrar a la tienda, Sofía se adelantó con emoción a mirar los dispositivos. Aprovechó para hablarle a Samara:


- Está muy callada, ¿te disgustó que dijera que eras mi novia? – ella giró a mirarlo.
- Eso fue un poco abusivo de su parte. Primero: debía haber preguntado y, segundo: no he dicho sí.
Cierto, pero no sabía cómo más presentarte, y, además, suena maravilloso decir que eres mi novia – le sonrió. 
- Sigue siendo abusivo – lo miró con el ceño fruncido.
- Está bien, perdón. No diré más que eres mi novia, hasta que digas sí a ser mi novia, ¿vale?

Ella le hizo una mueca y Sofía volvió con ellos. Los arrastró a ambos ante el exhibidor de las tablets. 
Miren esa belleza, es una BLACK NEUTRON STAR.  

El equipo que señalaba, era el mismo modelo que Alejandro había comprado para regalar a Samara y que aún estaba guardado en algún lugar de la oficina del apartamento, no se iba mentir; había estado a punto de lanzarlo por la ventana del auto, solo para paliar la rabia por el rechazo de Samara, pero al final no lo hizo y lo guardó.   


- ¿Cómo conoces tanto los equipos de la empresa? – pregunto Alejandro a Sofía.
- Estoy obsesionada con ellos, son tan espectaculares. Tan bonitos, tan elegantes, esos colores ¿Cómo lograron que emitieran ese brillo, como si fuera una estrella de verdad? – cuando se emocionaba, hablaba aún más rápido.
- Fue un proceso delicado y complejo, del cual no dispongo mucha información, solo sé que  tardó meses en que la cobertura fuera la ideal. Pero se logró.
- ¡Wao! Debe ser genial, ser el dueño de todo esto.
- La mayor parte, hay dos socios más.
- ¿Quiénes?
- Sofía, para ya – le dijo Samara.
- No importa - respondió Alejandro – el otro socio es mi papá tiene el 30% y un amigo de toda la vida de él, con el 10%. Al final quien tiene la última palabra soy yo.
- O sea,  sois el mandamanda, y además estáis podri’o en cobres – dijo Sofía como si nada.
- Algo así –dijo Alejandro.

Samara solo suspiró y lo miró. Había estado mirando la “estrella negra”, quizás recordara aquel día tan desastroso. Alejandro se sentía satisfecho de que las cosas hubieran cambiado desde ese entonces. Siguieron revisando los equipos y sus características, hasta que llegaron al modelo BETELGEUSE, era una Tablet de tamaño mediano, no tan potente como la BLACK, pero sí con una conectividad que superaba a las de su tipo. Su color, el de la estrella que daba su nombre, un rojo atardecer. Sofía se giró y le dijo con una candidez:




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