Hojas en el Lago

Capítulo XXVIII

Cuando Samara terminó de vestirse, ya Alejandro estaba en la sala esperándola. Había pedido comida para Sofía y estaba colocando el paquete en la cocina. Sofía había pedido de todo un poco, a Alejandro le sorprendía que fuera capaz de comerse todo eso. Cuando escuchó a Sofía, aclararse la garganta, se giró y allí estaba Samara con el vestido de coctel, que se le ceñía maravillosamente. Ese tono beige resaltaba aún más su piel morena. Y llevaba el cabello semi recogido con unas horquillas y lo que parecía fijador, tenía cierto aire al estilo de las modelos europeas. Aunque fuera tan pequeña, llevaba unos tacones de tiras negras. Sofía resultaba una aliada muy eficiente.   


- Estás hermosa Samara – se acercó a ella y le dio un beso en la mejilla – y tú, pequeña excelente trabajo – alabó a Sofía.  
- Gracias, gracias, pero, yo no trabajo de a gratis – extendió la mano y Alejandro le dio el pequeño control que dirigía el sistema de música y la gigantesca tv que él nunca usaba – con esto me conformo, hasta que sea diseñadora – dijo con solemnidad y luego soltó la risa – bueno, váyanse, que se les hace tarde, ¡ah! y ojo, que los voy a esperar despierta – anunció, mientras revisaba el paquete con las comidas. 
- Sí, bueno que no te dé un coma diabético con tanto dulce y frituras que te vais a comer – le reprendió Samara. 
- Lo dudo, matata ne – los despidió con un gesto de la mano. 
 

Ambos salieron del departamento y bajaron en el ascensor.  Alejandro no podía apartar los ojos de Samara. Esta lo notó y le dijo: 


- ¿Qué, tengo monos en la cara? 
- Para nada amor, te ves tan… y me dan ganas de… - se metió el puño en la boca, con un poco más de dominio continuó– si te digo me vas a querer matar, así que mejor cierro la boca.  
- No si con ¡esa cara que ponéis! Espero que te comportéis. Porque si no, vamos a tener problema, así que no te paséis de falta de respeto. 
- Está bien – Alejandro respondió con gesto contrito. 


*** 


Al llegar a la casa de sus padres, Alejandro veía cómo los nervios de Samara, eran más que evidentes, se secaba las palmas de las manos, contra el vestido. Y parecía le temblaban un poco las piernas. La tomó del brazo para que se estabilizara. Lo recibieron los empleados y luego pasaron al vestíbulo. Allí estaba su padre y su madre. Hizo las presentaciones de rigor y luego los invitaron a pasar al recibidor, su madre estaba siendo muy amable y su padre encantador. 


Samara parecía haber escondido los nervios que la atacaron, apenas cruzó el umbral. Estaba siendo educada y atenta. Él se sentía aliviado y veía que las cosas se estaban llevando bien. 


- Samara, querida, me dice Alejandro que eres la mejor de la escuela de computación – dijo su padre, Carlos Ortega, tenía casi 60 años, pero los disimulaba muy bien, conservaba el vigor, y su buen gusto al vestir, lo hacía ver distinguido, pero sin ser arrogante, era un hombre de carisma, dado a simpatizar con los empleados y sus necesidades. Alejandro le había comentado de paso, sus planes en Torito Fernández y había estado en completo acuerdo, suponía que, por la premura de solucionar el problema con las ensambladoras, no había podido comentar nada a su esposa.  
- Así dicen Señor – Samara respondió con media sonrisa.  
- Dicen muy bien de ti, Sonia, la rectora Villamizar, nos ha hablado muy bien de ti, y déjame decirte, que estaríamos más que encantados de que al terminar tu carrera te unas a SUNTECH.  
- Eso era otra sorpresa para ella, no podía venir de Alejandro, porque estaba seguro que lo rechazaría, pero de su padre era otra cosa.  
- Señor, es una maravillosa oferta, pero me siento incompetente para un trabajo así – dijo Samara con humildad. 
- Por favor, niña, no seas tonta, no te ofrecemos un cargo ejecutivo, vas a comenzar desde abajo, como todos ¿eh? Mira que los cargos en la empresa están en demanda, y tú entraras al departamento de técnicos. Luego veremos en qué destacas. 
 

Alejandro tomó un trago de su bebida, esperando la respuesta de Samara. Ella lo miró y luego a su padre. 


- Estoy muy agradecida por esta oportunidad, me esforzaré – le sonrió. 
- Muy bien, tú has sido la primera, escogeremos a seis más de tu grupo. SUNTECH siempre apostará por el talento de los jóvenes venezolanos y sobre todo, los zulianos.  
- Me parece una política maravillosa. 
- Lo es. 
- Basta de charla de trabajo – intervino la madre de Alejandro- por qué mejor no, nos hablas de tu familia. 
- Vivo con mi madre y mi hermana Sofía, tiene 15 años. Mi padre murió cuando yo era muy pequeña. 
- ¿Solo son ustedes tres?    
- Sí, no tenemos familia próxima. La familia de mi padre, volvió a La Guajira y hace muchos años perdimos el contacto. A mi madre le quedaba una hermana, pero murió hace seis años, durante la crisis.  
- Vaya, lo lamento. 
- Gracias.  
- Si la charla de familia terminó, quisiera conocer la opinión de esta señorita sobre los equipos de la compañía. Alejandro me dices que eres muy sagaz – intervino Carlos. 
- Alejandro a veces exagera – dijo Samara, mirándolo.       
- Para nada, mi hijo tiene excelente juicio a la hora de medir el talento y potencial de los empleados – respondió Carlos. 
- Lo ves amor, no exagero – le dijo Alejandro a Samara. 
- No, no lo hace – dijo Alejandra – y le dedicó una mirada sonriente a ambos. 
- Llegó una empleada a informar que la cena estaba servida, y vaya que su madre se había dedicado. La larga mesa estaba repleta de los más ricos manjares decembrinos. Había de todo y no sabía Alejandro cómo iba a poder comer tanto. Desde las típicas hallacas, ensalada de gallina, pan de jamón, queso y aceitunas, hasta un pernil ibérico de Jaburgo; aquello era pasarse. Mientras comían sirvieron el vino; un Valduero Lantigua. Aunque Alejandro no tomaba, tomó una sola copa por cortesía y alabó el sabor del vino, su padre si era un entusiasta de los vinos. Samara declinó con cortesía. 




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