Hojas en el Lago

Capítulo XXXI


Alejandro y Samara estaban a punto de cumplir cinco meses de relación, cuando se hizo público y mediático su romance. Tanto en el país como fuera de él, en las portadas de revistas, redes sociales y programas de farándula. Se comentaba y hablaba de su “inusual” relación, donde se resaltaba la condición económica de Samara, sus orígenes culturales y su lugar de residencia. Muchos la tildaban de la nueva “Cenicienta” o la “Pocahontas” contemporánea, cosa que a Samara la fastidiaba profundamente. Raúl, el gerente de relaciones públicas de Alejandro, estaba saturado con las llamadas y peticiones de medios, para hablar con Alejandro sobre su relación sentimental. A los más directos lo cortaba de una vez, pero aquellos fueron más inteligentes para camuflar sus intenciones con entrevistas relacionadas a la empresa, Alejandro se vio obligado a evadir el tema con la mayor elegancia posible. No le gustaba aquello, que se entrometieran tanto en su vida. Le advirtió a Raúl, que las próximas entrevistas dejara muy en claro que no iba a hablar del tema y no porque se sintiera apenado de Samara, sino porque sabía lo mucho que le molestaba aquello.  


Al hacer aquello solo consiguió que la persecución se desplazara a Samara, los periodistas comenzaron a acosarla a las afuera de la universidad, muchos “paparazzi” estaban llegando al país, solo para hablar de ese tema. Era increíble aquello, como si en el mundo no hubiera temas más importantes de los cuales hablar. Las tardes en la banca se suspendieron. Y hasta dentro de la Universidad debían tener informantes, porque no dejaban de salir fotografías de ambos. Incluso algunos periodistas tuvieron la osadía de subirse al autobús con Samara y ofrecerle dinero por información “exclusiva”. Cosa que motivó a Alejandro a tomarse el tiempo de recoger a Samara y llevarla hasta La Curva, cada vez que saliera de clases y en las mañanas con todo el disgusto de Samara, contrató un servicio de transporte privado, para que la recogieran y llevaran a la universidad y de regreso al barrio, las tardes que la dejaba en La Curva. Alejandro estaba pensando en cambiar de auto a un modelo menos llamativo, pero Samara se opuso. Todo aquello era estresante, pero aun así, estaban dispuestos a soportarlo, esperaba que pasaran unos meses y se su relación se volviera noticia vieja. 


Pero eso parecía no “envejecer” lo suficientemente rápido para los medios. Así que los momentos juntos se hacían más cortos, aunque fueran frecuentes, además que Samara se estaba ocupando en la culminación de la Tesis. Afortunadamente sus pasantías eran dentro de la Universidad, porque se imaginaba que si fueran en otro lugar, la seguirían hasta allí. Un sábado de abril había acordado comer con Samara en la oficina, mientras le ayudaba con el código del programa que estaba desarrollando para su Tesis. Ya habían almorzado y estaban recostados en el sofá, con Samara recostada en el hombro de Alejandro. Pero, de un momento a otro, se enderezó y giró el cuello de un lado a otro. Mientras comentaba: 


- Todo esto es muy estresante  
- Lo es… pero tengo el remedio infalible para el estrés – dijo Alejandro, mientras le masajeaba con delicadeza la parte posterior del cuello. 
- Te habías demorado – rio ella. 
- Vamos, soy un hombre que no pierde las esperanzas – le dijo él con diversión, mientras le pasaba las manos a los hombros.  
- Ajá… - dijo ella con los ojos entrecerrados. 
- ¿Y qué me vas a regalar para mi cumpleaños? –preguntó Alejandro. 
- ¿Mi amor? – Samara se rio. 
- Creía que ya lo tenía. 
Lo tienes – le sonrió ella. 
- Algo sí te pido. Mi mamá está organizando una fiesta en la quinta, en mi honor. Evidentemente, no puedo decir que no, quiero llevar la mejor relación posible con ella, después de los últimos disgusto que le he dado. Pero, también quiero que me acompañes, habrá muchas personas, más que todo allegado a ella y gente con la que cree, debo relacionarme. ¿Lo harás?  
- Mmmm… está bien lo haré. 
- Gracias amor. 


Acortó el breve espacio que los separaba para abrazarla y dado a la forma en la que estaban sentados, se le hizo muy fácil levantarla y sentarla en sus piernas. Samara hizo un gesto de asombro, pero se echó a reír. Que risa tan bonita tenía. Y como la posición hacía que ella quedara un poco más alta que él, aprovechó para darle un beso en la base del cuello y luego otro en la barbilla, otro debajo del lóbulo. Sentía deseo por ella, era más que evidente. Pero, poder tenerla así, tan cerca, en sus brazos, añadía al abanico de sus emociones y sensaciones, algo diferente al placer sensual. Era una especie de calidez, que se extendía y hacía palpitar su corazón de forma errática. La separó un poco para poder mirarla a los ojos.


- ¿Sabes que te amo? – le dijo. 
- Cuando dices eso, siento que mi corazón se detiene y luego, vuelve a marchar muy rápido. ¿será arritmia? – le preguntó Samara. 
- Tendremos la misma enfermedad cardiaca, porque me siento igual – le dijo él, con toda la seriedad. 
- ¿Enfermedad cardiaca o enamoramiento excesivo? Voy a cambiar el tema de mi tesis –dijo ella con algo de humor. 
- Yo te ayudo en la investigación y pruebas de campo – dijo él, ya menos serio. 
- Estoy segura, que será de gran ayuda, además de ser sujeto de pruebas. 
- Todo en nombre del estudio científico – y volvió a darle un beso en el cuello. 
- Ja, ja, ja… sí, pero mejor, volvemos a la tesis presente – le dijo Samara, mientras se soltaba de sus brazos y se ponía de pie.               
  
*** 


Los primeros días de Mayo llegaron y con ellos, se intensificó el “eterno verano” maracucho, las temperaturas superaban los 35º C bajo sombra y una sensación térmica de hasta 45º C. Creyendo que el calor sería suficiente para ahuyentar a los tenaces paparazzis, decidieron ir debajo del Cují y “su” banca, después de la clase. Pero, aún allí, la brisa que venía del lago estaba caliente. Alejandro sudaba copiosamente y creía que se iba a derretir cual vela, hasta Samara sudaba a chorros y había intentado recoger su cabello en un moño, aunque muchos mechones se habían soltado y se adherían a su rostro y cuello, comenzó a soplar con una guía, alternadamente entre ella y Alejandro, estaban en silencio, mientras miraban cómo el Lago parecía un espejismo, el calor era tan intenso que distorsionaba la distancia y parecía se fundía el azul grisáceo del agua con el del cielo. 




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