Hojas en el Lago

Capítulo XXXV

Una semana pasó, sin tener una sola noticia de Samara, los dos días de clases que tenían juntos, ella se ausentó.  


Pensó tanto y tantas cosas. 


Sabía que las razones por las cuales Samara lo abandonó, eran válidas. No podía someterla u obligarla en contra de su voluntad, a soportar todo aquello. Pero, aun así, qué difícil, le resultaba su ausencia. Tuvo el impulso de volver a rastrearla, pero se contuvo. Aquello no estaba bien, y después de esa primera semana de neurosis, los días que siguieron, lo sumieron en una profunda tristeza; una como no había experimentado en toda su vida.  


Se sentía falto de energía, concentración, le costaba dormir en las noches y levantarse en las mañanas. En el trabajo, tenía que hacer acopio de toda su fuerza de voluntad, para poder rendir y cumplir con sus compromisos. Se limitaba a estar en el octavo y noveno piso. Estar solo en su oficina, causaba que su mente, pusiera en repetición cada uno de los momentos que había compartido con Samara allí. Algo similar experimentaba en su departamento, en la universidad, al recorrer las avenidas de Maracaibo. Parecía que cada espacio, le recordaba a ella; hasta el inmenso Lago. Pensó, en retomar sus planes iniciales de cuando llegó a Maracaibo: Concretar SUNTECH para Latinoamérica y volver a España. Estimaba que en 8 meses o un año, lograría ese objetivo. También estaba lo de los niños del barrio de Samara, el departamento de responsabilidad social de SUNTECH ya estaba en marcha. Se estaba terminado de estructurar y de finiquitar detalles. Esperaba apoyar, no solo Torito Fernández, sino los barrios aledaños. Pensó que lo haría desde lejos (la distancia, quizás lo librara de aquel tormento) pero, mientras eso llegaba, todo parecía demasiado desolador.            


La semana siguiente, en martes, decidió llegar temprano a la universidad y hablar con Sonia, quizás su animada conversación le ayudara. Después de estacionar, se fue directo a la oficina de la rectora y como el primer día, ni siquiera se molestó en llamar a la puerta, al entrar se percató, que sentada frente al escritorio, estaba Samara, mientras Sonia verificaba algo en la computadora. El shock que sintió Alejandro en ese momento fue enorme. Lo último que esperó, fue encontrarla ahí y sin embargo al mismo tiempo, deseaba encontrarse con ella a cada instante.       

    
- Samara – dijo, casi sin aliento. Ella lo miró, pero no respondió.   
- ¿Cómo estáis Alejandro? Dale. Pasa, estás en tu casa, no hace falta que toquéis – le dijo Sonia con burla. 
- ¿Nos puedes dejar solos? – le pidió a Sonia.  
- Eso depende de… -miró inquisitivamente a Samara. 
-!No. Ya me retiro –respondió Samara a Sonia. Se levantó y pasó por el lado de Alejandro sin siquiera mirarlo.    
- Bueno… sentate, Alejandro, ya no vais a crecer más – le dijo Sonia. 
 

Con gesto abatido, se sentó en la silla en la que hasta hace un momento estaba sentada Samara.  


- ¿Sabes lo que pasó? ¿Qué hacía Samara aquí? – preguntó Alejandro. 

- Sé, lo que pasó en la fiesta y las razones de Samara, pero, ¿Qué vais a decir vos? 
- Es algo largo – dijo con tristeza Alejandro.  
- Tenemos tiempo, antes de que comience tu clase. Te oigo.  
- Está bien, por cierto, no te vi en la fiesta ¿por qué no fuiste? – apenas caía en cuenta de la ausencia de Sonia en su cumpleaños. 
- Conocí a tu ex y déjame decirte que apenas la vi y dije: esta es de lo más foronda; una perintanfláutica de esas que creen que porque tienen sangre europea son la pepa’er queso; viendo a todo el mundo por encima del hombro, como si cagara más arriba del culo. Además, la oí comentar y fomentar un “complot” contra Samara y ya que se lo comenté a tu madre y me ignoró; decidí no ir. La conozco por encimita y ya me cae de lo último la mordijulla emperifollada esa. ¡Mejor me callo porque ya se me está revolviendo el Villamizar!    
- ¿Mi madre sabía de eso? – Alejandro no podía creer aquello. 
- Tanto como saber y participar, no. Pero sí se ha dejado llenar la cabeza de brollos, cuentos y demás contra Samara, tanto de la tal Alessa, como las demás sifrinas del club. ¡Me caen mal! 
- No puedo creer.  
- Créelo mijo, lo que pasó en tu fiesta, solo fue el primer round, tu ex, no piensa dejarse ganar por una pata en el suelo de Torito. 
- No va a ganar nada, no pienso volver con ella; ni en mil años. 
- Por lo que veo, ya ganó. Samara te dejó y para esa catira grillu’a, eso es ganancia. No va a tardar en que salga en la prensa que se dejaron. 
 

Se sentía muy frustrado, todo aquello pasó porque Alessa lo había planeado con premeditación y alevosía. Y su madre, a pesar de ser advertida no hizo nada por evitarlo. ¿Qué clase de amor le prodigaba? 


- ¿Qué puedo hacer Sonia? La amo, de verdad, lo hago. No quiero estar lejos de ella – agachó la cabeza, porque sentía cómo las lágrimas se agolpaban en sus ojos – y ya viste, ni siquiera quiera hablarme. 
- Alejandro, ¿te acordáis lo que dijiste la primera vez que estuviste aquí? Qué quizás encontraras al amor de tu vida… – le preguntó con tristeza - Creo, que sí lo hiciste. Pero el coste para ella es muy alto. ¿No creéis que tiene razón de sentirse de esa manera y de paso esos ataques orquestados? ¿El acoso de los medios? No era conmigo y me tenían al borde, tuvimos que contratar más seguridad y algunos trataron de entrar como estudiantes; con carnets falsos. ¿Te imaginas para ella? Debe ser un verdadero infierno y sobre todo los términos en los que se refieren a ella. 
- Lo sé y lamento haber ocasionado tantos problemas para ti y la universidad.  
- Eso es lo de menos. El asunto es qué harán ahora. Vos estáis sufriendo, ella también. Aunque como dice el refrán, de amor nadie se muere. Quizás sea lo mejor, desde un principio he pensado eso, que esto le iba a costar más a ella que a vos. Te lo dije, ella es diferente.  
- Lo sé – no sabía qué más decir, su cerebro, antaño brillante, lo había abandonado en el momento de más necesidad. 
- Pero, no estéis tan triste, todos pasamos por una mala experiencia amorosa en la vida. Lo mismo le dije a ella. La mandé a llamar, porque noté su ausencia la semana pasada y me pareció muy extraño, ella nunca falta y aunque ya casi termina el semestre, lo mejor sería que terminara con su récord de notas intachables. Eso le va ayudar a encontrar trabajo pronto. 
- Mi padre le ofreció un puesto en la empresa. Conociéndola como la conozco, ahora, no lo va ni a considerar… 
- Así mismito es. 
- ¿Qué me recomiendas? Entonces… 
-;Vivir el duelo y seguir adelante. Sería lo mejor para los dos. Ya no sois un carajito, para quedarte pega’o en una relación sin futuro – las palabras de Sonia, le resultaban muy desagradables. 
- ¿Por qué no puede tener futuro? 
- Porque la vida no es un cuento de hadas y la gente de nuestra clase social, son muy coño’e madre y un tanto miserables. La seguirán fastidiando. Y no pueden vivir por siempre en una cajita de cristal. 
- Gracias por tus palabras, consuelan mi corazón – le dijo con un deje de sarcasmo y se levantó. 
- Soy sincera, aunque te duela.  
- Lo sé, nos vemos Sonia – le dijo ya en la puerta. 
- A la orden, pa’ cuando queráis. Aquí tenemos muchos psicólogos, si te hace falta uno – le dijo con humor. 




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