Hojas en el Lago

Capítulo XL


Zarparon la tarde, del día después de la boda. Pero antes de eso, pidieron comida de un restaurante de la zona. Alejandro pensó que Samara se sentiría más cómoda si solo estaban los dos y así se lo confirmó ella. Sentada a su lado, en el timón, el espacio donde estaba era amplio, e incluía la cocina y el comedor. Tenía amplios ventanales que dejaban entrar mucha luz.  


- Prefiero esto, a que hubieras contratado personal o muchas personas pululando alrededor. Me encanta. 
-;Sabía que lo ibas a disfrutar. Le dio un beso en la mano – volvió a mirar al frente, hacía poco habían zarpado y ya estaban por pasar debajo del “Coloso” de Maracaibo, desde lejos era una vista soñadora, pero de cerca, resultaba imponente la altura, el grosor de las vigas y su diseño, el puente sobre el Lago, tenía más de 8 kilómetros de largo y fue construido en la zona más estrecha del Lago más grande del subcontinente. De ahí en adelante a menos que navegaran cerca de la costa, no verían la orilla y mucho menos ambas al mismo tiempo, sería casi como estar en medio del mar abierto.  


El color gris del concreto, parecía absorber la luz de alrededor y hacer que el puente destacara por sí solo. Al pasar por debajo, vieron las zonas donde las placas metálicas unían el concreto y evitaban que el puente se fracturara ante la vibración. Era impresionante.  


Navegarían cerca de la costa occidental del Lago, ya que varias zonas de la Costa Oriental, estaban restringidas y prohibidas para los civiles, solo la Armada y la compañía estatal petrolera, PDVSA, tenían permitido el uso de la zona designada a actividades de inteligencia militar, era una pena, porque de ese lado, había varios puertos y unas pequeñas ciudades. Con atractivos turísticos. Muchas de ellas databan de siglos atrás y tenían mucha arquitectura colonial, museos, sucesos históricos habían acontecido allí. Cosas que las hacían interesantes para Samara y para él. Pero, del lado occidental tampoco escasearían atractivos, aunque más naturales que históricos. Podrían divisar a la distancia las montañas que circundaban la depresión del Lago, con más claridad, la Sierra de Perijá, varios puertos pequeños de pueblos y pasarian cerca de las zonas de desembocadura de varios ríos, entre ellos: El Chama, El Catatumbo y El Escalante. Hasta llegar a Ologa, el pueblo pesquero del sur del Lago, del cual podrían divisar con mayor claridad el fenómeno natural, propio del lugar considerado el punto con más actividad eléctrica en la  atmósfera del planeta: el Relámpago del Catatumbo.   


Pero tardarían días en llegar, dado que anclarían por las noches y por periodos en el día, no llegarían muy pronto. Pensó Alejandro con una sonrisa, Samara lo miró con curiosidad. 


- Ven acá, siéntate en mis piernas, que el capitán se siente muy solo –le dijo con picardía, ella entrecerró los ojos, pero se echó a reír e hizo lo que le pedía.   

*** 


El encuentro. 
El encuentro, de sus besos, de sus roces, de sus cuerpos. 
El encuentro, bajo un cielo estrellado, bajo el calor de sol, bajo el cielo nublado. 
El encuentro, bajo la lluvia serena y sus besos mojados. 
El encuentro de dos amantes, como se encuentran cada noche el Relámpago del Catatumbo con las aguas de las Ciénegas, con su luz enceguecedora y sus sonidos cimbreantes.                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                               

  Llegaron a Ologa una semana después, de haber salido de Maracaibo, pero la noche antes pudieron divisar a los lejos el resplandor del “Faro del Catatumbo”; el llamado Relámpago del Catatumbo. Símbolo y orgullo zuliano; desde la primera etapa de la educación se les hablaba a los niños sobre él y aunque la mayoría no llegara a verlo en su vida, sabían que existía. Estaba plasmado en la bandera del Estado Zulia, un relámpago que la atravesaba, en el himno regional: “La luz, con que el relámpago tenaz, del Catatumbo…”; en las gaitas, en la historia, gracias a ese “Faro”, un almirante independentista, había ganado una batalla en la cuenca baja del lago contra las tropas españolas. Estaba en la cosmovisión de los pueblos indígenas, unos decían que eran “cocuyos”, otros que eran los espíritus que descendía del cielo por las noches. Lo cierto era que el Relámpago del Catatumbo, no era uno, eran muchos, cientos de descargas eléctricas por hora. Que daban la impresión que el cielo se rasgaba en millares, era un espectáculo potente y sugestivo, el mismo aire alrededor de la gran extensión del fenómeno vibraba ante tanta energía.  


Y el mejor lugar para contemplarlo era Ologa, un pequeño pueblo en el suroeste del Lago, con una parte construida sobre la tierra que bordeaba el rio y otra en la laguna, que parecía ser una extensión más del lago. La vegetación era muy distinta a la de Maracaibo; casi desértica. En Ologa abundaban los bosques, el verdor. En contraste con unas palmeras cerca de la orilla, era encantador.  




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