Hojas en el Lago

Capítulo XLII


El lunes de la semana siguiente, se incorporaron al trabajo. Alejandro nunca se había tomado vacaciones tan largas, casi sentía que iba a extrañar, lo relajado de aquello. A pesar de lo temprano que estuvieron listos, Ester, ya tenía el desayuno preparado, así que desayunaron antes de salir. Eso también era nuevo y gratificante; desayunar en el departamento junto con Samara. A las ocho reunieron a todo el personal del área de técnicos, presentaría  a Samara, obviamente, eso no se hacía con los demás, pero era su esposa, así que al menos en eso iba a destacar en contra de su voluntad.   


- Buenos días, como todos saben la joven que nos acompaña en este mañana es mi encantadora esposa – dijo Alejandro; señaló a Samara y la atrajo hacia sí – se incorpora a trabajar en esta área, ya que en ella destaca. Pero, comenzará desde abajo, así que les pido encarecidamente que… le saquen la chicha.  

  La risa recorrió la sala; hasta Samara sonrió. 


- Sí, no es broma. Samara ha pedido que no sea tratada de manera especial ni con preferencia, así que ya ustedes saben, un trato como a cualquier otro. Eso sí, a los compañeros nada de estarla mirando de más. 


Más risas. Los terminó de despedir, pero Samara se quedó unos minutos más a su lado. 

- Te pasaste con eso de sacarme la chica – le dijo con un mohín.  
- Ah… así se trata a cualquier empleado; pasantes más y ve que me estoy suavizando; antes era peor –rio- te extrañaré amor, si te necesito con carácter de urgencias te haré llamar. Así te termino de explotar – se rio y ella lo miró con los ojos entrecerrados. 


Le dio un suave beso y se marchó a su oficina.    

*** 


La vida es… a veces amarga y otras muy dulces. 
La vida es… lloro y lamento, pero también felicidad. 
La vida es… humillante y también exaltante. 
La vida es… frío y soledad, pero también es amor y gozo por demás. 
La vida es… destructora, pero también restauradora. 
La vida es… odiosa, pero también afectuosa. 
La vida es… vida y solo queda de parte de nosotros, cómo transitarla. 

La vida al lado de Samara, era todo lo que Alejandro pudo desear, pensar, aspirar. La amaba cada día más de todas las maneras como pudiera ser amada. La amaba en su gozo y en su paz, en su delicadeza y brusquedad, en su hostilidad y amabilidad. La amaba, y veía en ella el mismo amor. Era recíproco y eso lo hacía sentir el más afortunado de la tierra y quería compartir de ello con los demás. Sus proyectos en el barrio seguían adelante, con el paso de los meses inauguraron una cancha polideportiva, se hicieron mejoras a la escuela de la comunidad y hasta se instaló un aula tecnológica. Todo eso necesitaba veedores, pero todo había sido estructurado y por los momentos marchaba bien. Comenzó a hacer contacto con los entes gubernamentales para comenzar un proyecto de mejoras de servicios para la comunidad. Podían influir de manera positiva en la vida de cientos de niños, miles, quizás más. 


Además del apoyo social que se les brindaba a las familias, aún habían muchas dificultades que superar, la naturaleza humana era difícil de encausar, los casos más severos fueron sometidos al estado, los padres a la cárcel, los niños al albergue y eran seguidos de cerca por las trabajadoras sociales de la empresa, pero otros sí daban frutos como Marcos y su mamá. Y cientos más. Muchos de los adolescentes habían regresado a estudiar, con un programa de becas, que daba lo suficiente para que se dedicaran al estudio y no tuvieran que trabajar en esa etapa.  


Sí, la vida era destructora, pero también restauradora. 
      
*** 


 A los seis meses de estar casados, SUNTECH se abrió al mercado latinoamericano y las sedes comenzaron a abrir en las principales ciudades de Latinoamérica, Alejandro debía viajar a inaugurar las de las capitales. Llevó a Samara; no quería separarse por tanto tiempo de ella. Estuvieron cerca de dos semanas de viaje y al volver recibieron una noticia enorme. Samara estaba embarazada, el tratamiento anticonceptivo había fallado o ella lo había olvidado en algún momento. Venía un bebé en camino y eso solo hizo que Alejandro sintiera que la vida le estaba dando más de lo que esperaban.   


Samara lucía aterrorizada el primer día, pero luego pareció superar el impacto, sentados en el sofá del departamento, dijo: 


- Bueno, el que come guayaba ve las pepitas, ¿no? 


Alejandro que se había mantenido prudente en no presionarla, solo pudo reírse, para luego responder: 


- Sí y nosotros nos hemos comido la mata completa, creo que una hectárea de matas de guayaba – volvió a reír y Samara, le lanzó un cojín del mueble, pero luego rio junto con él. 
--Sofía va a perder la cabeza; o se pone celosa o completamente feliz – comentó Samara. 
- Creo, que será lo segundo – respondió Alejandro. 
- ¿La llamamos? 
- Más tarde, ahora planeemos… ¿Dónde te gustaría vivir? ¿En la misma urbanización que mis padres o en otro lugar? 
- Ummm… no me estreses. Mejor hablamos después de eso. ¿Cómo lo/la vamos a llamar?  
- Mandemos a hacer la prueba para saber el sexo del bebé en los primeros meses. Y así podemos decidir – le colocó las manos en el vientre. No esperó ser padre tan pronto, pero se sentía feliz por ello.   




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.