<< ¿Qué demonios ocurrió?>>
Desperté con una bata de hospital <<Ahh maldición, no de nuevo >> Pensé.
Hace meses que no me ocurría algo así, la última vez había sido con Maven en aquel lugar... oh rayos... Maven, << ¿Qué será de ella?>> Volvió a escrutar mi pensamiento.
Mi madre decía que era un necio, y tal vez tenía razón, no había ido al médico desde aquella ocasión, pero eso no importaba ya, ahí estaba de nuevo, giré mi cabeza con la esperanza de ver a Sarah así como Maven había estado conmigo, pero no, era solo yo en aquella recamara totalmente blanca, a veces me preguntaba, ¿Por qué las construían así?, estábamos enfermos, no locos, (Aun cuando la locura era una enfermedad), cerré los ojos lentamente y caí dormido de nuevo.
Caminé por aquellos pasillos blancos, todo era tan complejo, las cosas se movían y al tratar de tocar una pared mis manos parecían fragmentarse, los pedazos volaban como pequeñas hojas al soplar el viento, era hermoso pero a la vez triste, como si de ello dependiera la vida, y nuevamente estaba ahí, la dueña de mi mente y mi corazón, parada sobre un enorme pedestal de mármol, observando con una terrible mirada retadora como esperando el momento en que yo decidiera subir a alcanzarla, comencé a correr hacía ella, cada paso que daba era más desesperado que el otro y de la misma manera más lento, como si todas las fuerzas del universo hubieran hecho un complot en contra mío para no poder alcanzarla, ya en la recta final ella extiende su mano y yo extiendo la mía, nuestros dedos ansían entrelazarse, doy un último impulso con todas mis fuerzas... y... no lo consigo.
Desperté de golpe mi cabeza pitaba nuevamente, pero no más que aquellos monitores, quise arrancar cada uno de los cables que estaban conectados a mi pecho, pero no, nada, ni siquiera tenía las fuerzas para lograr eso.
—Maldita sea Román tranquilízate o te va a dar un maldito paro cardiaco— Escuché suavemente, quería girar mi cabeza, pero tampoco lo conseguía, era una sensación tan apasionante como frustrante; Volví a caer dormido.
Por no se cuanta vez consecutiva desperté, Sarah seguía ahí y eso me reconfortaba.
—Sarah... —Comencé. —Creo que veo una luz Sarah... —Lo dije con la voz más cansada que podía hacer. —Tengo que ir... —Terminé.
—No, no, ¡No! —Empezó. —¡¿Qué coño dices Román?! —Gritó mientras comenzó a sacudirme.
—Para, para que estoy bien—Dije mientras empezaba a reírme.
—¡No juegues con eso maldita sea! —Dijo mientras me daba un golpe en el hombro.
—Mira, ya estaba bien, ahora tendré que estar una semana más por la lesión que me causaste.
—Ja-ja-ja que gracioso eres, por cierto, ¿cómo supiste que llevabas una semana aquí?
—¿QUÉ?, ¡¿CÓMO QUE LLEVO UNA SEMANA AQUÍ?!
—Tranquilo, pensé que ya lo sabías.
—Pero qué dices Sarah, solo era un comentario al aire, ¿Qué día es hoy?
—Es sábado 14 de octubre.
—Maldita sea, tenemos que salir de aquí, que semana tan mas poco produc..., ¿Por qué no me lo dijiste antes? —Mi tono de voz se hizo tan sombrío que Sarah me miró a los ojos instantáneamente.
—Pe-perdón, no-no era mi intención... lo juro... es solo que... —Las lágrimas comenzaban a brotar de sus pequeños ojitos.
—Oye, oye, no llores, seguro hay una buena razón, no estoy molesto, lo hecho, hecho está y estoy de acuerdo, solo... cuéntame, no puedes dejarme así todo colgado.
—Mira, después de que me contaras todo tu historia, esta misma noche no pude dormir bien, me hacía sentir muy mal que aún quisieras estar buscando a una persona que te había hecho tanto daño, además el modo en el que la habías descrito concordaba con la chica nueva de mi academia, Katherine, o como tú la llamas "Kat" es la típica zorra de la universidad, es una perra total y.… pese... pese a que tu seguías buscándola por todos lados, yo.. yo seguía ocultando, no sabes... no sabes cuánto me dolió ocultarlo, pero... pero no puedo permitir que te... que te... que te vuelva a lastimar así... —No pudo continuar, partió en llanto y las palabras que trataba de articular simplemente no salían, me acerqué despacio la rodeé con mis brazos y le di un fuerte abrazo, no dije nada más.
Llamé al médico para pedir que me dieran de alta, pague por completo la hospitalización aun cuando Sarah se había ofrecido a pagarla, caminamos juntos hacia la salida, eran casi las 10 de la noche, pero aun así me sentía con fuerzas, Ella encendió la vieja camioneta, fuimos a una tienda de autoservicio, compré algo de nieve y continuamos con rumbo hacía el hostal que a pesar de siempre llamarlo así ahora empezaba a considerarlo mi hogar o al menos un escape de la cruda realidad, por primera vez vi los pinos de otra manera, como si fueran más imponentes desde la última vez que los hubiese apreciado.