Hoy papá…

Veinticinco

Cada vez que escucho los golpes de sus nudillos en la puerta siento un escalofrío recorrer mi cuerpo.

Él dice que abra, que me trajo comida deliciosa, que necesito comer.

No quiero comer. Y no abro la puerta.

Él no ha intentado abrirla, aún no.

Por mientras, estoy a salvo. Aunque no sé por cuánto tiempo.

Sé que llegará el momento en que se canse de esperar y simplemente me sacará de aquí.

No sé qué haré, pero estaré preparada.




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